miércoles, 7 de mayo de 2014

El Caballito de Mar

 


                                   EL CABALLITO DE MAR

Si hay alguna cosa, algún ser, algún ente en el universo, que resulte fascinante, sin duda es la mujer, hembra de la especie humana.

Bien es verdad que como todo ser sometido, sojuzgado y explotado, ha tenido que desarrollar mecanismos de defensa para vivir, para subsistir y para ser feliz, siendo uno de ello su capacidad para mentir.

Pero más verdad es que los hombres mienten sin necesidad de esas mentiras.

Las mujeres si mienten es para que las cadenas sociales no les maten el alma, que en su caso llega hasta las uñas de los pies; mientras que los hombres si mienten es para engañarse así mismos, para ser soportables ante ellos mismos cuando el espejo les devuelve su imagen.

El alma del hombre es como un hilo de vanidad, más o menos largo, es decir, algo lineal, sin matices, o con matices que él mismo ahoga en busca del éxito social, al que cree que se ve impulsado tal y como están las cosas.

Pero, algo sublime debe tener la mujer cuando la naturaleza le ha dotado de un órgano pura y exclusivamente para obtener placer: su clítoris.

En el macho de la especie, el pene es un órgano trifuncional, órgano para la excreción, para la eyaculación y para el goce; mientras en las mujeres, su suave clítoris no tiene otra función que la de elevarla a la gloria de la entrega, o de la fantasía, o del estallido en estrellas, o todo a la vez, o nada a la vez, porque…¿qué es el placer?

No hablamos de la mujer excitante, hablamos de lo excitante que es el que toda mujer tenga una parte de su cuerpo con la única y exclusiva función de darle placer. ¿Por qué es así? ¿Qué pretende la naturaleza de ellas?

Allí, como en un templo sagrado, rodeado de misteriosos pliegues, en la parte más íntima de su ser, donde todo es bello y subyugante, está él.

¿Habrá algún otro órgano en el universo cuya única misión sea dar placer a su dueña?

Si sólo las mujeres tienen ese órgano especial, ¿por qué?

Te amo, mujer.

 

 

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