miércoles, 21 de mayo de 2014

MELENA CORTA


……..alguien me pidió un cuento…

MELENA CORTA

Se había levantado con un humor de futbolista que ha fallado un penalti.

Se lavó tan maquinal y tan desganadamente que ni siquiera era aún consciente de que era mujer.

Así, siguió haciendo esas cosas que se repiten tanto todos los días que no reparamos en ellas, de la misma manera en que no reparamos en ese cuadro que tanto nos gustó al comprarlo y hoy se olvida, colgado de un clavo, en la mejor pared de la casa.

Y le tocó el turno a una tarea también diaria: ponerse las lentillas. En cuanto acabó y levantó la cabeza, su corta melena cayó hacia atrás y el espejo del dormitorio se iluminó con su cuerpo: un cuerpo precioso que por serlo resplandecía. Precioso por todo, por el tono y la suavidad de la piel, por la proporción de las curvas y por la sensualidad de sus misterios.

Al verse así, tan desnuda, se empezó a  sentir bien, así que se puso su mejor sonrisa, conectó “los cuarenta principales” y mientras se movía en pista de discoteca, empezó  a revolver cajones: buscó su ropa interior más íntima, su falda más favorecedora y esa blusa comprada ayer para seducir siempre.

Mientras se ajustaba las bragas dudó si ponerse sujetador.

ERA UNA LOCURA PERO TENÍA QUE  HACERLA.

 Optó, y la blusa pasó a ser lo único que se apoyaba sobre sus finos y bonitos pechos.

Se repasó en el otro espejo, el del cuarto de baño. Los  pezones se le notaban y eran evidentes hasta para un vendedor de la ONCE.

ERA UNA LOCURA PERO TENÍA QUE  HACERLA.

La chaqueta sport evitó que fuera excomulgada por la asistenta, que mientras le ponía el desayuno insinuó que tenía problemas con el novio.

El portero y sus cincuenta años la miraron sin miramientos, cuando, creyendo estar sola, se le ocurrió comprobar si llevaba bien puestas las medias.

El otoño es una buena época para que caiga la hoja y para que caigan los prejuicios.

Ha pasado el verano dejándonos una resaca de libertad y la proximidad del invierno nos recuerda que la vida se nos escapa de las manos a poco que nos descuidemos.

En el taxi notó que el conductor le daba sobresaliente pues no perdía oportunidad de observarla por el retrovisor. Ello le halagó de una manera especial, pues en aquel espejo en cinemascope sólo se veía su cara: Soy guapa, pensó sin rubor, pero sin tontería.

Las amigas del colegio son como los pedazos de cristal de un vaso cuando cae haciéndose añicos, cada uno sale en una dirección acabando en los sitios más insospechados.

Con las compañeras de bachillerato de Amancia había ocurrido lo mismo y hoy, al dirigirse al domicilio de la más descarriada, se alegraba de que hubiera sido así.

Sonia había sido aquella niña del curso que, cuando todas se angustiaban por un examen, concertaba una cita para ir en moto; que cuando todas tenían que regresar a casa interrumpiendo una fiesta, seguía en un rincón besándose con su novio.

Ahora, después de veinte años, redescubrir a Sonia fue como descubrir un desfiladero que conduce a un valle que siempre había soñado/querido/necesitado/asustado, visitar.

Sonia, tras mirarla de arriba a abajo, la encontró encantadora y se lo dijo con un par de familiares y sonoros besos. <>.

Cuando el coche de Sonia pasó junto al Instituto en que estudiaba uno de sus hijos, Amancia sintió dudas, pero recordó que antes que madres, antes que esposas, antes que nada, las personas deben ser personas y ella como mujer, antes que nada, debía ser mujer.

ERA UNA LOCURA PERO TENÍA QUE  HACERLA.

Y lo hizo, se decía así misma, mientras aquellos tres chinos la desnudaban y acariciaban turbadoramente. No quedaba otro remedio, o se engañaba así misma o engañaba a su marido, y eligió lo segundo; siempre había fantaseado con que la amaban tres hombres a la vez.

Cuando por la noche su marido le preguntó: << ¿Qué has hecho hoy? >>, ella, aún rebosando placer, le contestó:<>, a lo que su esposo replicó, <>.

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