viernes, 9 de diciembre de 2016

CLÍTORIS vs VAGINA

CLÍTORIS vs VAGINA.

Clítoris versus vagina, o clítoris contra vagina, como se quiera indicar, pero indicándolo, es la mejor manera de meterse en camisa de once varas para poner ésta a tender a la luz del sol, a la brisa refrescante y a la vista de todas y todos por si sirve de algo.

Si en los puestos claves de la sociedad no hay mujeres (o apenas las hay) solo puede deberse a dos motivos: a) O bien la razón está en que la hembra de la especie es inferior al macho y como consecuencia no vale tanto como él para puestos de responsabilidad, b) O bien la mujer es igual que el hombre pero hay en la sociedad mecanismos, leyes y costumbres, que actuando contra ellas, impiden que tengan las mismas posibilidades que sus "parejas".

(Este razonamiento sencillo y rotundo es de una mujer).

Llegados aquí, aquellas personas que se inclinen por considerar que todo ocurre por el primer motivo, reciban un muy sentido pésame, porque les va a "pesar" la comprobación  diaria y futura de que no solo no es así, sino que es muy posible que en efecto hombre y mujer sean diferentes, pero con la "diferencia” a favor del género femenino.

Hay teorías, basadas en estudios, que defienden que con anterioridad a la sociedad actual, de tipo patriarcal (manda el macho) existieron otras estructuras, donde todo giraba en torno al poder de la mujer (sociedades matriarcales).

Para otros científicos las sociedades primitivas eran equilibradas (igualdad de derechos y deberes entre ambos sexos).

Y también los hay, lógicamente, quienes mantienen que todo esto fue así siempre por razones naturales.

Si de las tres opciones observamos las dos primeras, se deduce que históricamente se ha producido un vuelco a favor del hombre.

¿Por qué? ¿Qué le movió al macho a hacer una revolución contra las hembra? (el cómo pudieron hacerlo no sería misterio, debido a la mayor fuerza física; violencia que como ley, aún se trata de imponer a escala familiar o de pareja).

Lo que sigue no es nada nuevo, pero precisamente por estar avalada de antemano, no viene mal decirlo con otras palabras:

Si se toman tres parámetros o características lo suficientemente relevantes, se puede comparar y contrastar fácilmente, sin perder generalidad, a la mujer con el hombre.

Sean esos parámetros: resistencia física, potencia sexual e inteligencia.

Sobre la inteligencia y su igualdad (en el mejor de los casos para el hombre) basten dos pruebas: una, que cada cual analice por lo que conoce; otra, si a pesar de tenerlo todo en contra están emergiendo como lo están haciendo, en unas estructuras de cabezotas (masculinas), queda todo dicho.

En la resistencia física, al dolor, a las enfermedades, a las vicisitudes, es fácil que la constitución femenina supere a la del hombre.

Que hay más mujeres que varones es sabido (en esta ciudad, tres mil más), aunque también es sabido que ello se explica por otros motivos, mas de organización social (guerras,…..) que biológicos.

Pero también podría ser debido a que, la hembra, en cuanto encargada por la naturaleza de la fase delicada de la procreación, esté dotada por aquella de una mayor fortaleza con vistas a que el número de óvulos se mantengan en un nivel aceptable (el número de espermatozoides de un sólo individuo es, comparado con los óvulos de una sola mujer, infinito).

Así las posibilidades de subsistencia de la especie aumentan, tendencia de lógica ecológica.

Y se llega al tercer parámetro: la potencia sexual o la capacidad para sentir y vivir el sexo o la disposición sensual a la ternura.

En este punto, la mujer es netamente superior al hombre, zarandajas culturales al margen.

El instinto de supervivencia de la especie, que en el caso humano se ha demostrado como el más eficaz hasta el momento (respecto a otros animales) ha hecho que la sexualidad del hombre sea volátil, en el sentido de ligera.

Un macho tiene que depositar semen en el mayor numero de hembras posibles a fin de fecundar a alguna, y por eso su sexualidad responde a un único esquema o ley: se excita con facilidad siempre que fisiológicamente esté dispuesto (cosa que no es posible de una manera continua, como se hace evidente al tener necesidad de un periodo de recuperación, que aumenta con la edad).

El sexo del hombre es pues ligero y "de paso".

Paradójicamente aparece como más obsesionado porque siempre está pensando en lo mismo (le obliga la naturaleza como grupo, aunque como individuo se distrae mucho de pensar en lo mismo), incluso le gusta cualquier cosa con faldas; pero sus periodos de recuperación hacen que "no siempre esté pensando en lo mismo" y su decadencia sexual hace que pase de que "le gusten todas" a que sólo le gusten las jovencitas, es decir las únicas que levantan  su impotencia creciente.

Por contra, la hembra humana fue dotada de una continua disposición exterior a quedar embarazada (con vistas a la reproducción) y esa "disponibilidad-sin-remilgos-y-sin descansos temporales" solo se podía lograr con un deseo sexual de tal calibre que SIEMPRE la tuviera en celo (con capacidad para el placer SI LA EXCITAN), y además, con tal potencia de goce que puede olvidarse de "quien trae ahora la semilla reproductora"; la supervivencia de la especie no permite desperdiciar semen por un “quítame allá ese príncipe azul".

Esta es la paradoja sexual:

Fisiológicamente, a quien le gustan todos es a las hembras, mientras que el macho cuando le toca calentarse "lo hace sin enterarse de con quién”.

Pero con esas diferencias a favor de la mujer, en una sociedad organizada al modo civilizado, el hombre no podía soportar la risa feliz de la mujer, eso le amargaba (la competitividad ya había vencido).

Y más o menos conscientemente, guerreó socialmente contra ellas.

Su carácter violento le permitió la victoria, y ahora en épocas cultas una de sus armas más cruel consiste en mantenerlas en la esquizofrenia del Bien y el Mal, con la esquizofrenia de lo correcto y lo incorrecto, es decir haciéndolas enemigas de sí mismas “una a una".

La nueva fuente de complejos para el mundo femenino, ya que la existencia del orgasmo para ellas no se oculta ya, está en diferenciar los que provienen de acariciar el clítoris de los que provienen del coito (orgasmo vaginal).

Así surge una nueva incertidumbre, ¿qué es lo normal, tenerlo por aquí o por allá o por los dos ? ¿ qué es mejor? etc.

Por si eso fuera poco, las pobres ahora tienen que buscarse el punto G.

Ah! y como no lo encuentren: se la han cargado !otro complejo!.

Pues bueno, de todos estos rollos, se defiende aquí la teoría de que todos los orgasmos son frutos del mismo árbol, el clítoris.

Que además, puede ocurrir que ese árbol tenga las raíces más o menos extendidas.

Si esas raíces son largas se habrán ramificado por la vagina y claro, tocar ahí también dará placer.

Si hay alguna raíz (en la vagina) más concentrada se estará tocando un punto G.

Pero en definitiva, el órgano de placer de una mujer es el clítoris, y todo lo demás partes de él.

De lo único que se trata es de coger el fruto de ese árbol por donde se pueda.

FRANCISCO MOLINA. ZAMORA-11-8-1991 . No creo que se publicara.

NOTA. 25 años después afirmo dos cosas:

1.- No es la naturaleza la que dispone las ventajas reproductivas de ninguna especia animal, sino que quien las tiene malas desapareció (dinosaurios) y quien las tiene buenas siguió (humanos).


2.-Así mismo la razón por la que el macho esclavizó a la hembra es para controlar la reproducción, no por envidia como digo aquí (ver mi libro LA ESTAFA SEXUAL)

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