miércoles, 21 de septiembre de 2011

La sobredosis de religión crea adictos fácilmente.


La sobredosis de religión crea adictos fácilmente.

Aclarado ya que lo de la diversidad es defecto y no virtud, que es tragedia y no enriquecimiento, carguemos contra la idea de que es

innato al ser humano un cierto sentimiento religioso.



Medítese. ¿No es cierto que el presunto hecho religioso se incita e inocula desde todos los rincones? Repasemos: Se le pone al ser humano el nombre de un santo. 

Si se salva de eso, oirá que sus padres son creyentes. Si tampoco eso ocurriera, descubrirá que vive en una calle, en una ciudad o en un país que tiene una historia religiosa. 

Si aún así fuera escéptico, descubrirá que hay un Estado religioso (el Vaticano) al que los demás países respetan; aún más, verá que a todos les enseñan religión o religiones, y os de todas las organizaciones religiosas se les que para cualquier acto grandioso (una guerra) o privado (una desgracia) se invoca el nombre de Dios, de Alá, o de Buda. 

Cada uno en la versión que sea, que ya se han encargado los Mandamases de que haya Dioses, Caras de Dioses o interpretaciones de Dios, para todos los gustos. 

Pero sí ¡hasta las fiestas laborales! son, casi todas, de índole religiosa; sí hasta a los liberados llaman en vez de liberados, sacerdotes. 

Y podríamos seguir, ejemplo tras ejemplo,
poniendo en evidencia 

esta propaganda indirecta en pro-del-hecho-religioso.


En consecuencia, ¿es posible dar dos pasos en la vida sin que se tope cualquier mortal con el mensaje de que hay Dioses y que te castigan si eres malo? 

Imposible, y así es como surge la falsa evidencia. Si en todas partes tienen religión, si todos creen, si la Fe nos rodea implacable por allá donde vamos, resulta que algo tiene que haber.


El célebre, llamémosle X.


Qué fuerza tiene esa fuerza que hasta algunos ateos se dicen

agnósticos (no se plantean si Dios existe) seguramente porque es más acertada esa postura (por si las moscas ) que declararse Sin Dios, no vayan a cargársela si existiese.


Y si todo este hecho cultural, cuya intención es hacer creer a la persona que debe ser creyente por la cuenta que le tiene, es algo que se da hoy en día ¿qué decir de cómo verían las cosas nuestros antepasados cuando el que mandaba no dudaba en presentarse, él mismo, como Dios o enviado de Dios o Representante de Él en la Tierra?


Del libro LA ESTAFA SEXUAL de Paco Molina

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