lunes, 12 de septiembre de 2011

Perder la cabeza



Perder la cabeza.

Hablamos de lo que todos haríamos de ser libres. O cuando sin ser libres ocurre que, como ellas maravillosamente dicen, “se pierde la cabeza”. 

Es decir cuando se deja de sufrir esa constante acción represiva que está metida en el "coco", pues ahí nos la han puesto los represores.

Porque en efecto, qué bien expresa cada uno su verdad, y sobre todo el género más oprimido (el de las mujeres) cuando con su infinita intuición (o sexto sentido del perseguido) se disculpan ante su dueño y dicen (todas lo mismo): “Perdona. No sé qué me pasó. Tome unas copas y... perdí la cabeza”.



“Perdí la cabeza y mi cuerpo, sin cabeza, hizo lo que le apetecía. Porque al ntener cabeza no recordé -dice cada esposa a su Señor- todo lo que no debo hacer (por orden del Poder): 

No debo entregarme al sexo, que es sucio y cosa de putas. No debo
`poner en riesgo mi estabilidad emocional (y social). No puedo ser indigna madre de mis hijos. NO. NO, NO....”


La verdad de cada uno está clara. Cuando por haber bebido, u otra cuestión, perdemos la cabeza y podemos caer....¡caemos!. Qué fácil es caer, pero qué difícil que se produzca la caída.

Esta es la gravedad de la Ley de la Gravedad, que los cuerpos caen por su propio peso....pero sólo si pierden la cabeza.


Es decir si son libres.....de su cabeza. Y por tanto, de las Normas y Valores de la Civilización de la Explotación y el Aburrimiento, de la incivilización.


Del libro LA ESTAFA SEXULA de Paco Molina.

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