viernes, 31 de octubre de 2014

LA INJUSTICIA DE LA JUSTICIA


LA INJUSTICIA DE LA JUSTICIA

Vivía la Humanidad una situación paradisiaca (nos ayudábamos unos a otros para conseguir satisfacer nuestras necesidades básicas: deseos de larga y placentera vida) pero por culpa de la aparición de la propiedad privada, se tuvo que inventar la justicia.

En efecto, sin justicia, sin leyes que protejan a los débiles, los fuertes, al principio, y los poderos, después, se quedarían con lo de los demás.

Emerge así todo el tinglado de lo que ahora se conoce culturalmente como “la justicia”, el derecho.

Que la razón de ser de la justica es proteger a los débiles de los abusos de los fuertes lo ratifica la sabiduría popular cuando popularizó la expresión como grito de indignación de: “No hay derecho”,.

Por tanto es hora de que en el catecismo de las reivindicaciones se incorpore, a la defensa de la Educación y la Sanidad Públicas, la demanda de una Justicia Justa. Porque eso es igual de importante o más para la sociedad.

Para saber qué es una Justicia Justa debemos recordar el origen de la Justicia, que era proteger a los débiles. Y es por esa tarea tan del pueblo, por lo que la Justicia española está como está, “abandonada de la mano de Dios”.

Porque la falta de medios de la Justicia es deliberada por parte de los poderosos para que así ellos puedan campar a sus anchas, y si les descubren, que puedan eludir a la Justicia porque esta (una tortuga) corre detrás de los Ferrari de los corruptos y no los alcanza nunca o a tiempo.

La Justicia es un centauro cuyo cuerpo de caballo son las leyes, hechas por los políticos (y de las que no vamos a hablar para abreviar, pero que se deben mejorar), y cuya otra parte, la humanoide, son los medios materiales y personales con los que cuenta. Escasísimos, irrisorios, insultantes.

Sólo hay 5.000 jueces en España y la mitad de fiscales. Sobre estos dos tipos de profesionales hay acusaciones de clasismo, y en casos, como de vendidos al sentenciar deliberadamente a favor de los poderosos.

Pero salvo contadas excepciones no es así, ocurre simplemente que los resultados de los juicios serían otros si tuvieran más medios para investigar, más tiempo para dedicar a cada caso (a veces ni se les sustituye cuando por enfermedad o vacaciones, no trabajan) y más inspectores y expertos de todo tipo que les asesoren.

Por tanto, lo que habría que hacer es multiplicar su número por cuatro o por cinco, si no más. Esto permitiría que tuvieran, cada uno, más tiempo para cada asunto pudiendo evitar los engaños “legales” de los fuertes y sus potentes gabinetes de abogados.

Con este aumento de fiscales y jueces, además, la justicia podría ser casi instantánea, a tiempo real, regla básica del derecho y de la reparación de daños.

Condenar a quien robó una gallina es fácil porque fácil es verificar si fue o no cierto. Pero castigar a un defraudador con cuentas en el extranjero, etc. es algo mucho más complicado y por tanto algo fácil de que acabe en el célebre sermón  de “en caso de duda a favor del reo” (y hay que absolverlo).

Multiplicar el número de jueces y fiscales, arrebataría además, el aire de elitismo que pudieran tener al ser tan pocos, y creerse, sin querer, especiales. Mi padre fue catedrático cuando sólo había uno por materia y provincia pequeña, y por tanto alguien socialmente significativo, yo lo soy ahora que hay muchos y por tanto no resulto importante al no haber púrpura para tantos.

Complementar todo esto con muchísimo más personal de justicia y medios materiales solventes, convertiría a la justicia en justa, pero eso, claro, no lo quieren los poderos porque eso, la Justicia Justa, se creó para proteger a los débiles de los poderosos.

Paco Molina. Zamora. 29 de Octubre del 2014

 

 

 

 

 

 

 

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