Lo que está
en juego es dejar claro que, entre lo que tarda una mujer y lo que tarda
un hombre, hay un desfase de tal calibre que resulta patético oír en los
consultorios sexológicos dar
consejos para conseguir que vayan al
paso los dos enamorados.
Y así,
recomiendan al macho que utilice el lunes para explorar la
situación, porque al parecer, dicen, la mujer debe tener una disposición física
y ¡anímica! para hacer el amor.
Luego, el martes, el hombre,
mediante cariñosas e inteligentes caricias, irá poniendo a la mujer en
situación.
El miércoles, ya será tiempo de desnudarse ambos,
aunque andándose él, aún, con ojo.
Para así el jueves ser, el
varón, más audaz en las exploraciones, caricias y juegos (para lo cual ya hay
manuales sobre cunnilingüismo, felaciones y otros pecadillos que el Poder,
hasta hace poco, llamaba perversiones).
Y el esperado viernes (se
acerca el fin de semana) ya se puede meter lo de él en lo de ella, aunque eso
sí, acto seguido, lo prudente es autorecitarse la alineación del equipo
de fútbol favorito.
Este absurdo trata de que el excitado novio se desexcite pensando
que no hace lo que hace, para aguantar así más, en pleno coito.
Con un poco
de suerte, el sábado, ambos subirán al cielo, juntos o por separado (que lo del orgasmo
simultáneo ha debido perder mucho prestigio por desesperación de los concursantes).
Y el domingo de esta Semana de Pasión será ¡cómo no! Domingo
de Resurrección, porque la Resurrección de la Carne debe ser para ambos el
acabar estos trabajos forzosos y esta angustia de “¿Lo he hecho
bien?¿Habré estado a la altura de las circunstancias?”.
Del libro LA ESTAFA SEXUAL, de Paco Molina, que busca editorial desesperadamente.
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