Y esta feliz
circunstancia, la diferencia de tiempos para el goce, ayudó a que la
reproducción siempre fuera superior a los fallecimientos (cuestión clave por lo
lenta que es la preparación del recién nacido para valerse por sí solo).
Piénsese que
si sólo gustara uno y si sólo se necesitara un mismo tiempo de
satisfacción (largo o corto), tanto por parte de la hembra, como del hombre,
se habría encontrado la humanidad con dos problemas para la victoria en la
lucha (inconsciente) por la supervivencia .
Primero. A la
hembra sólo le apetece un macho y ese no tiene ganas por lo que sea, entonces
las posibilidades de embarazo se reducirían drásticamente (de hecho ya procuró
la civilización, cuando inventó la estructura de pareja, que ésta tuviera por
narices que tener descendencia)
Segundo
problema. Si la pareja masculina fija es de esperma fofo (menos millones de
espermatozoides, o menos vitalistas que la media) las posibilidades de quedar
preñada la hembra bajarían drásticamente.
(Téngase en cuenta que hablamos del
periodo en que fue crucial para nuestro género que se dieran esas carambolas
tan buenas para multiplicar los embarazos).
Por otro
lado, no se queda manco el macho respecto a la hembra en su contribución al éxito,
pues, de corto recorrido para lograr su meta, compensa eso con su
disposición continua a cambiar de pareja.
Corroboran
aún más estas tesis la existencia de mujeres multiorgásmicas y la disposición
femenina para aguantar más de un orgasmo con facilidad. Pues con esas
cualidades, las hembras de la especie, están en mejor disposición para
seguir la juerga, con el mismo u otros, y por tanto, en disposición de
quedar, sin saberlo, embarazadas.
Del libro LA ESTAFA SEXUAL, de Paco Molina,que busca editorial desesperadamente.
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