Otro trauma
es el de la mujer o el hombre que, contra su pesar, no logra ser fiel y en
silencio angustioso o en carne viva, se cree que ha destrozado una familia .
Es llamativo
que para la guerra eso ya lo han resuelto nuestros jefes, y a nadie se le
ocurre pensar que cuando se mata al enemigo se ha roto una familia.
Mas
bien se nos dice que se han salvado siete.
¿Por qué no se hace en lo del
adulterio lo mismo, cuando en este caso se haría con toda la razón del mundo?
¿Acaso cada infidelidad o divorcio o ruptura no habría que premiarlos, al ser
pruebas de que ésta estructura social- la pareja cerrada- es ingrata, injusta y
enfermiza?
Hay más
traumas a cargar a la estructura social vigente:
Como el trauma de creerse feo
y por lo tanto en desventaja ante lo amoroso.
O no atractiva, y pensar
que no hay en ti bases suficientes para enamorar (a otro u otra) para toda la
vida y fundar una familia.
O qué decir de esos jóvenes (y no tanto) que
confiesan abiertamente que se toman unos tragos o se chutan alguna droga “para
desinhibirse y atreverse así a tratar con los chicos o las chicas en las
fiestas”.
Seguro que tu
sabes algo de todo esto.
Seguro que tienes esas sensaciones de inseguridad que
lo que te aseguran es que no eres ni la mejor, ni el mejor para vivir
una apasionada historia de amor, que sea a la vez bella y de fuego, bonita y
salvaje, eterna y siempre vitalista, en fin, el no va más, y en la que no
necesitéis ambos a nadie para ser
felices y que la ilusión sea eterna e imperecedera.
Y para colmo,
salvo en las películas, eso no pasa. O en el mejor de los casos, pasa
hasta que se convierte en monotonía (cuando no aburrimiento). Entonces
es fácil que te empieces a desmoralizar, y que te hayas quedado a esas alturas,
en cuestión de sexo, a verlas venir.
Del libro LA ESTAFA SEXUAL, de Paco Molina, que busca editorial desesperadamente.
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