ALMA COMUNERA
Cada vez que se acerca “Villalar”
surgen los mismos comentarios. Que si esto de hacer patria no tiene mucho
sentido; que si los comuneros eran unos
burguesazos; que celebrar una derrota es un despropósito, y algún otro
etcétera.
Pero no parece que haya que ponerse tan fino,
y es más de pueblo, de pueblo llano, el tirar para adelante y , apoyándose en
el dicho de que “cultura es lo que queda después de haber olvidado lo poco que
se ha estudiado”, buscar el lado bueno del asunto.
A un ateo no se le ocurre renunciar a la
fiesta de San Pedro, ni a un creyente a la de Carnaval, por un quítame haya
esas pajas, así que no sólo no renunciemos a la Fiesta de Villalar de los
Comuneros, sino que acojámosla con lo mejor que tiene.
Para el común de los mortales, los comuneros
se defendieron contra el poder absoluto de un monarca absoluto, por tanto la
imagen que dan es buena, pues, “¿acaso no hay que predicar con el ejemplo?”.
Y hablando de absolutismo, recordemos a
Einstein. Le concedieron el Premio Nobel años después de haber efectuado dos
grandes descubrimientos físicos; el “efecto fotoeléctrico”y la “teoría de la
relatividad”. Pues bien, se lo concedieron por el primero, siendo rotundamente
más trascendente e importante el segundo. ¿La razón? Los poderosos de la época
habían presionado para que no se ratificara con el Nobel la teoría de la
relatividad. Eso explica por qué el nuevo Papa, antes de salir elegido y por si
no salía, habló de la “dictadura del relativismo”, condenándola. Claro, si no
hay ninguna verdad absoluta ninguna dictadura se puede justificar ni así misma.
Y volviendo a los comuneros, es obvio que
entre ellos y el monarca absoluto, los buenos eran los “nuestros” ya que todo
absolutismo es pernicioso en si. No se olvide que lo contrario al relativismo
es la intolerancia.
Además, celebrar una derrota no está mal. De
hecho la mayoría de la gente celebra derrotas. Se hace por inteligencia, pues
si se celebraran sólo victorias habría pocas celebraciones. Pero es más, en
Castilla y León celebrar una derrota debe ser obligatorio pues aquí no parece
que se haya ganado nada, al menos por parte del pueblo llano. Eso por no decir
que de hecho los comuneros “ganaron” ya que hoy su historia es vitoreada por el
pueblo (“Castilla entera se siente comunera”, gritan las gentes), al tiempo que
el vencedor, el poderoso de verdad, no inspira la menor simpatía.
La fiesta de los comuneros tiene algo de lo
que su nombre destila. En la campa, cada uno campa a sus anchas y la “romería
pagana” no marca diferencias entre los participantes. Todo se tiene en común.
Si hace frío o llueve todos tiritan por igual, y si hace un sol de justicia la
música constante y de la tierra hace que la fiesta sea más fiesta y la derrota
siga convirtiéndose en victoria.
Y hablando del terruño. No perdamos de vista
que el Poder siempre ha intentado aplicar el “divide y vencerás”, haciendo a
los pueblos creerse diferentes cuando no lo son (por eso hay que potenciar la
propia lengua, pera “marcar las diferencias que no existen”); y que por eso no
hay que caer en la trampa de “hacer patria” en ese sentido. Pero si hay que
saber que la salida económica a un mundo desquiciado obliga a resolver los
problemas de supervivencia configurando
“habitats” no excesivamente grandes. Sólo en ellos será posible desarrollar un
mundo rural ecológico, un ahorro de energía, una solidaridad entre las gentes,
y sobre todo, un elemento de reivindicación colectiva para conseguir que todas
las “naciones” o regiones o lo que sea, tengan la misma riqueza, y así acercar
la meta de que quienes tengan lo mismo sean las personas, que es lo fetén.
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