BALNEARIO
“VIRGEN DE LA CONCHA”
El Hospital “Virgen
de la Concha” es un hervidero de gente. La cafetería parece la de un aeropuerto
colapsado. Los ascensores los de unos grandes almacenes, las salas de espera
verdaderos casinos e incluso las
habitaciones constan de uno o más enfermos
rodeados de familiares y amigos por todos partes menos por una llamada médico.
El frenesí resulta
llamativo e incluso, posiblemente positivo, antes que un silencio sepulcral, y
unos enfermos solos en un ambiente depresivo.
Pero llega el viernes,
y desde después de comer el cambio es radical.
Desaparece todo el
mundo, menos el paciente claro, que para sí quisiera.
Aunque también
muchos son dados de alta porque, señoras y señores, futuros clientes, desde la
hora de la siesta de los viernes hasta la del desayuno del lunes, lo que era un
Hospital se convierte por arte de birlibirloque en un “balneario".
La explicación que
se da es que al desaparecer las operaciones y las consultas, dos grandes "polos de atracción" se
apagan y decae la concurrencia.
A eso añadiríamos,
quienes tenemos la mente poblada de malos pensamientos, que al llegar los días
de descanso, la gente descansa hasta de eso que se dio en llamar una obra de
misericordia (visitar a los enfermos).
Mas, lo cierto es
que se instala en el ambiente un silencio que es el negativo del ruido y trajín
de los demás días.
Aquello pasa a ser
un balneario, con paz, sosiego y cuidados médicos, que para eso están los de
guardia.
Todo se para y se
paraliza.
Viene al caso
recordar aquí uno de los gritos que se daban en una manifestación de Benavente
por su Hospital, que más o menos decía:
"Queremos un Hospital, y si está vacío mejor".
Y viene a cuento
porque lo bueno de los hospitales es que estén vacios, que no se amorticen
nunca, que se oxide el material por falta de uso.
Pero lo que no pega
es que lo que durante cinco días a la semana es un bullicio incansable de gente,
haciendo unos de empleados del centro, otros de enfermos, otros de familiares,
y los de mas allá de curiosos, hasta dar la impresión de que aquello va a acabar
con los nervios de cualquiera; de golpe y sopetón, pase a una calma chicha
desconcertante, donde al cliente salvo que se ponga a morir, como mucho
"lo enfrían" hasta el lunes.
No es esta una crítica
a ese centro, pues es de suponer que en todos ocurre lo mismo.
Esto es un hacer ver
que quien está malucho no ve que su cuerpo "celebre" los días de
fiesta.
Así que por tanto,
un hospital debería estar a tope de funcionamiento todos los días del año.
Que no se me alteren
los que en esos sitios trabajan diciendo que ellos también tienen derecho a
descansar. De acuerdo. Pero es que resulta que la solución pasa porque
descansen mas.
Sin entrar a ver
cuales si o cuales no, de los profesionales de los centros hospitalarios,
tendrían que acogerse a la medida que se expondrá, pero cogiendo por ejemplo a
los médicos, ¿No sería preferible para ellos y sobre todo para nosotros en
cuanto pacientes potenciales que solo trabajaran cuatro días a la semana
montando turnos a cambio de que los hospitales no bajaran el ritmo nunca, salvo
que, bendita diosa fortuna, no hubiera pacientes?
La fórmula permite
no parar de curar. Acaba con las listas de espera. E incluso les permite a los
profesionales del gremio descansar también algún fin de semana que otro, si es
que ese es su sueño.
¡Ah! ¿Que eso supone
contratar a mucha gente? ¿No estamos todo el día buscando yacimientos de empleo
para bobadas?, pues esta no lo es.
Además, como dice un
zamoramiento “que haya un parado es un crimen, que el parado sea un médico es
un asesinato".
FRANCISCO
MOLINA. La Opinión de Zamora. 17 de Octubre del 2002
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