EL
SINDICALISTA DEL FRAC
No trata está
escrito de la metamorfosis que han sufrido los “gladiator" de los obreros,
pasando de ser, según el Poder que les iba bautizando, primero como "agitadores
comunistas", luego "delegados sindicales", posteriormente
"interlocutores válidos" y hoy en día honorables “agentes sociales”.
Y no trata de esto
este escrito porque ¿qué mayor satisfacción para la clase trabajadora que el
que se la respete a través de sus representantes?
Tampoco trata este
escrito de que aunque hay sindicalistas que ya van teniendo sueldos de catedráticos,
y el puesto cuasi fijo, debiera instituirse, para ser “liberado-contratado” una
carrera.
En absoluto van por
ahí los tiros, que es bueno que el líder sindical no se deforme en aulas de
adocenamiento y se forje en los pupitres de la lucha.
Menos es este
escrito una impertinencia que apunte a lo chocante que resulta que se haya
pasado, en tan solo 25 años, de echarse al monte en defensa de los currantes a
echarse al Montico (urbanización sinónimo
de hotel de varias estrellas) cada vez que hay que reunirse para esclarecer el
camino que conduzca a la emancipación del proletariado.
Que todo esto es lógico
y necesario, porque necesario es dar sensación de fuerza y éxito, como sabe
hasta el más humilde entrenador de fútbol.
No. no, no. No va
este artículo por esos demagógicos comentarios.
Este escrito se basa
en una idea que la sin par escritora Laura Rivera (de sobra conocida por los y
las lectoras de La Opinión-El Correo de Zamora) esbozó en alguna ocasión.
Comentábamos qué
hacer para conseguir que el Gobierno pagara a los empleados públicos esos
atrasos que les debía, según un juez (y que ya no les debe, según otro).
Y entonces ella se
acordó del cobrador del frac:
La ocurrencia estaba
en que algún sindicalista se pusiera uno de esos trajes ridículo-llamativos, y
como el citado cobrador, le diera la murga al Gobierno hasta que pagara,
persiguiendo a su presidente por las Cortes, por la Moncloa, y adonde quiera
que estuviese.
Y ahora resulta que
un padre, en este mismo periódico, va y se queja de que a su hijo le han tenido
trabajando sin contrato y con jornadas extenuantes de trabajo.
Lo que es el amor
paterno, porque lo que le pasa a su hijo es el pan nuestro de cada día en las
empresas de esta bella provincia.
Trabajadores
despedidos haciéndoles trampas. Contratos con una jornada y la obligación de
hacer más horas sin cobrarlas.
O tener que trabajar
en horas extras sin abonarlas como tales.
Obreros no dados de
alta en la Seguridad Social cuando corresponde o nunca. Economía sumergida.
Etc., etc.. etc.
Y todo esto sin que
quien sufre estas situaciones se atreva a protestar, porque encima se vería en
la calle y sin ese trabajo que tanto le costó encontrar.
Ello en el supuesto
de que no acabe en una lista negra.
Pues bien, ante eso
y el no poder hacer nada, dado que el trabajador no puede denunciar por miedo,
debe surgir la aparición del sindicalista del frac.
Y su misión sería ir
a la puerta de la empresa, vestido de esa guisa, (o ejecutando otra acción
llamativa) para que todo el mundo sepa quién no cumple ni siquiera con la
legalidad vigente de un Estado de Derechas. Perdón, de Derecho.
FRANCISCO
MOLINA. La Opinión de Zamora. Imperecedero
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