domingo, 3 de enero de 2016

SALGO DEL ARMARIO

SALGO DEL ARMARIO

Se dice que Fulanito de Tal ha “salido del armario” cuando algún famoso declara públicamente que es homosexual.

Algo similar ocurre con la conocida Menganita de Cual si dice que es lesbiana.

La tensión de la noticia y la trascendencia del armario del que se sale se convierte en "alta tensión", si el "salido" (del armario) resulta tener que ser lo contrario de lo que es.

Así lo hemos visto con la salida de un cura, hace poco, y la de un militar hace algo más.

Todo esto se debe a que si a alguien le gustan cuerpos del mismo sexo que el suyo, eso estaba muy mal visto.

Ya saben ustedes, lo de que si eso va contra natura (como si el celibato o el estar toda la vida con la misma persona y ¡siéndole fiel!, fuera a favor de natura), que si eso es mucho pecado (como si matar no lo fuera), que si menuda perversión (como si pagar cien euros por un vino no lo fuera y gorda), que si patatín que si patatán.

Pero bueno, gracias al demonio, todo esto se va superando y va cambiando a marchas forzadas.

Sin embargo no deja de sorprender alguna cosilla. Por ejemplo, llama la atención que quienes son homosexuales (gays y lesbianas) sean unos santos (y santas) en esto del sexo, pues si les creemos, resulta que sí, que les gusta un cuerpo como el de ellos, ¡pero solo uno!

Es decir, al parecer, se pirran por alguien y ya está.

O sea, que son unos y unas benditas. No solo porque no sean malos, que también, sino porque son Buenos.

Pues ¿qué quieres que te diga? Ah, ¿quieres que te diga eso? Pues te lo digo.

A mí me parece que en esto del sexo todos y todas somos iguales, unos salidos (y no precisamente del armario).

Y tan salidos (no en vano la especie humana cuenta con el privilegio de que nunca está en celo, en el sentido de que siempre está en celo) y tan salidos están los humanos, decíamos, que precisamente por eso estamos asustados de nosotros mismos y por ello todos y todas nos hemos encerrado en armarios.

No sólo los homosexuales y lesbianas están en un armario, menos bobadas.

Aquí está en un armario hasta el más pintado (y no te digo nada la más pintada).

Sera un armario normal, o de matrimonio o con luna, pero aquí se miente como bellacos (y bellacas).

Hay armarios para todos los gustos y por eso las personas parecen distintas (y "distontas"), porque cada cual cree que su armario es el ideal.

Pero dentro del armatoste, ni oste ni moste. Todos y todas igualitos. Con más o menos apetito, pero todos con hambre. ¡Sobre todo a las horas de comer!

Y en cuanto nos parece que no nos oye nadie, cogemos la llave y salimos del armario.

Ejemplo: las páginas de Internet, que por lo oído, las visitan cada vez mas y mas millones de personas. Hablamos de las páginas sucias, claro.

Así que, voy a salir del armario, y a ver si alguien me sigue, y acabamos con el negocio de los que van contranatura persiguiendo lo que natura procura.

Porque, todos somos iguales (ni engañes, ni te engañes, ni que te engañen).

Aunque haya quienes se han adaptado tanto al armario que se han convertido en perchas.

Yo salgo del armario y digo que me gustan muchas más de lo que permite la ley del amor.

Yo salgo del armario y digo que también me gusta el amor (eso de que una te guste sobre todas), pero eso porque, si estás enamorado y te corresponden, las mismas cosillas saben más riquillas (digamos que el sentimiento es la pimienta de la misma "condimenta").

Sigo saliendo del armario y añado que me gustaría verlo todo. Y participar en la mitad. Y disfrutar en la mitad de la mitad. Y entusiasmarme con la mitad de la mitad de la mitad. Y dejar la ópera por la mitad de la mitad de la mitad de la mitad. Y dejar la cultura-intelectual por la mitad de la mitad de la mitad de la mitad de la mitad. Y perderme el partido del siglo por la mitad de la mitad etc.

Pero, ¿qué te voy a decir yo a ti?

Aunque, seguro que piensas y ¿de qué sirve salir del armario en Zamora, si toda ella es un armario? Y encima empotrado.

Vale, pero no uses un armario de tres cuerpos. ¡Eso es trampa!


FRANCISCO MOLINA. La Opinión de Zamora. Imperecedero

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