CRÍTICOS
EN CC.OO
Dado que el sector
oficialista de CC.OO ha dicho que el sector crítico pretende "manipular"
(en el sentido de mangonear) el sindicato en favor de IU, y dado que eso no
deja de ser un insulto que salpica a los que somos de las dos cosas, en defensa
propia y para que se entienda mejor lo que pasa, se hace este escrito.
Resulta que hay un
Congreso de CC.OO y como en todo congreso de cualquier asociación hay que
dibujar cómo se quiere que sea y funcione esta.
Ante esto, en CC.OO
ha surgido un debate entre dos concepciones de lo que debe ser el sindicato
que necesitan los trabajadores.
Esas posiciones son
tan dispares que por eso el debate se puede calificar como un duro debate.
Sin embargo son,
como se ha dicho, únicamente confrontaciones de ideas.
Repásese cuáles y
que la gente juzgue qué le convence más.
Los unos (entre los
que me encuentro) quieren la democracia como sistema de funcionamiento, control
y guía del sindicato (democracia para discernir los convenios, para ver quién
se libera, para determinar si se deben fusionar ramas, para grandes temas,
etc.).
Los otros quieren
que la democracia consista sólo en elegir a los jefes, y estos "ya dirán,
decidirán y mandaran".
(Por cierto si se aceptara
la democracia de los críticos —la plena— no podría haber mangoneo ya que
cualquier partido político tiene menos afiliados que CC.OO).
Los unos creen que
para defender a los trabajadores hay que aplicar la máxima de "a Dios
rogando y con el mazo dando", es decir, hay que pelear porque los convenios
colectivos sean lo mejor posible ("dar con el mazo") pero también para
que las leyes no perjudiquen al trabajador ("a Dios rogando").
Los otros dicen que
las leyes son cosas de la política y un sindicato no se tiene que meter en
luchas políticas.
Los unos creen que
para apostar por los trabajadores CC.OO debe de ejercer la unidad de acción con
quien se tercie en cada momento, con tal de que beneficie a parados y
currantes.
Los otros solo quieren
un amor: UGT.
Los unos creen que
un Sindicato no es una Iglesia, ni un Ejército, ni un Cuerpo de Notarios, y que
por tanto cualquier afiliado debe poder presentarse en listas electorales políticas
aunque tenga cargo sindical y que sólo si sale elegido debe optar por un cargo
u otro.
Los otros apuestan por
las "incompatibilidades cursis" y dicen que un cargo (e incluso
"carguito" de CC.OO) no puede ni siquiera presentarse a concejal de
su pueblo. En su cursilería pro pureza llegan a prohibir que alguien que fue
jefe en CC.OO, pueda decirlo, como mérito, para unas elecciones políticas.
Los unos opinan que
lo de Maastricht va a ser un desastre para los que viven de su trabajo y los
que tienen pequeños negocios.
Los otros ven en
Maastricht la tierra prometida a la que vamos, además, porque no se puede ir a
otra parte (¡qué chollo!, el único camino posible lleva al Paraíso).
Los unos creen que
un sindicato tan pluralista como CC.OO debe tener órganos de dirección
pluralistas.
Los otros dicen que
para trabajar se hace mejor siendo todos de la misma cofradía.
Los unos consideran
que dentro de CC.OO debe haber corrientes sindicales y de opinión, y que para
que una corriente exista basta con que confirme que ha nacido y no es raquítica.
Los otros dicen que
una corriente no debe existir hasta que la bauticen y confirmen los jefes.
Los unos creen que
los Comités de Empresa y las Juntas de personal deben ser los organismos que
inviten a la unidad, en torno a ellos, de los trabajadores.
Los otros dicen que
no, que sea el sindicato el que barra (para casa).
Los unos piensan que
CC.OO, debe estructurarse para luchar por lo esencial para los trabajadores:
menos paro y mejores condiciones laborales, y luego, si queda tiempo y dinero,
se podrían ofrecer servicios.
Los otros no lo ven
así: dicen, “lo que atrae la afiliación son los servicios, así que ¡vivan los
servicios! (desde "fondos de pensiones" hasta cursos sobre "la
caída de la hoja").
En resumen, unos
quieren que CC.OO, sea como era, mejorando, y los otros quieren que CC.OO, sea
como UGT, justo además cuando UGT ha perdido contra CC.OO las elecciones
sindicales (a pesar de la mala fama política de CC.OO).
En definitiva se
trata de dos maneras de concebir el sindicalismo y por tanto ambas licitas, así
que nos debían de insultar menos, "los otros a los unos".
No obstante conviene
recordar que en el peor de los casos CC.OO pasaría de ser el mejor sindicato al
ser el menos malo, lo cual no es poco (y vendrán tiempos mejores).
FRANCISCO
MOLINA. La Opinión de Zamora. 19 de Enero de 1996
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