LA TÍA
BUENA
El coche, resplandeciente y potente,
iba a una buena velocidad. Como era un modelo silencioso hacía más evidente la
áspera discusión entre los padres de Andrés.
Éste, sentado atrás, leía “ La vuelta al mundo en 80 días” y sintió
que el sabor agradable que producía aquella emocionante lectura se quebró por
el amargo sabor de comprobar una vez más que sus padres se chillaban haciéndose
daño. Fue como si tras una racha de ricas pipas de repente masticáramos una
pocha. La boca se le llenó del desagradable sabor de la amargura
I
Hizo un esfuerzo por concentrarse en el libro, ya se cansarían, lo
mismo que otras veces. Como había metido su cabeza en la lectura igual que el
avestruz la mete bajo el ala, no se dio cuenta de nada, y sólo recordaba su propio nombre pronunciado
a dúo y a gritos por su padre y su madre: ¡¡¡ANDRESSSSS!!!
II
Tenía 12 años. Volvían a casa precisamente después de haber ido a
Zamora a celebrar los cumpleaños del abuelo y el suyo. La casualidad había
jugado de forma tal que él había nacido 73 años después que el padre de su
madre.
Ahora él sabía que era huérfano.
III
No tenía una conciencia clara de cuánto tiempo llevaba en el hospital.
Sí sabía, porque lo había oído, que había estado prácticamente desahuciado y
sólo ahora parecía que su organismo se fortalecía. Sin embargo, su cabeza
vendada recordaba lo más grave: no veía y había dudas sobre si recuperaría
la vista.
IV
La muerte de sus padres, la gravedad de sus heridas, su posibilidad de
quedar ciego, su edad y lo conocida e influyente que era su familia, le habían
convertido en el niño mimado del sanatorio, y sobre todo en el Príncipe
Valiente de las enfermeras, nombre con el que le habían bautizado en un afán
noble de insuflarle valor al tiempo que se describía la realidad. Porque en
efecto, Andrés se estaba portando como un valiente.
V
Para afrontar la fase de recuperación trató de imitar la fuerza y el
valor de tantos héroes como había conocido en sus lecturas. Los fisioterapeutas
quedaron asombrados de su pundonor y coraje, más si tenemos en cuenta que no
veía.
VI
Cuando le comunicaron que sus padres habían muerto quedó paralizado,
bloqueado, imperturbable y como vacío. Sólo las lágrimas, que caían sin parar
por sus mejillas, manifestaban sus sentimientos
Desde que le dijeron que ya tenía uso de razón y aún desde antes,
recordaba a sus padres peleándose, discutiendo, insultándose. “Si no fuera
por el niño ya me habría divorciado de ti”. Cuantas veces le oyó esta frase
a su madre y cuántas la oyó a su padre .
Pero los dos, como uno solo, habían gritado su nombre, ANDRÉS, para
avisarle, seguramente, de que iban a tener un accidente.
VII
Las familias de Andrés, la materna y
la paterna, tras sufrir el dolor por la muerte de la hija y hermana, y la del
hijo y el hermano, según correspondiera; empezaron a sufrir la duda de qué
hacer con el muchacho, quién se encargaría de él.
“Más
le valía haber muerto como sus padres, tan pequeño, huérfano y ciego”.
-“Por favor mamá, no digas eso, es
tu nieto, su padre lo adoraba y nos tiene a nosotros”-la que así hablaba era
Lucía, tía de Andrés, hermana del padre.
-“ Y hoy, ser ciego, con lo de la
ONCE y el cuponazo no es problema”.
-“Eres un impertinente Carlos.
Parece mentira que hables con esa frialdad de tu primo. Mamá este hijo vuestro
está estropeado de tanto como le habéis mimado”.
VIII
Carlos tenía 16 años. Era primo de
Andrés y resultaba, quizás por la edad, una de esas personas incapaz de
compaginar su interior con su exterior, de manera que aparecía frío o bruto, cuando en realidad tenía un
gran corazón. A Andrés le resultaba como un ventilador que refrescaba su
ambiente, con esa forma irreprimida de ser. Solía visitarle y le ponía al día,
aunque le daba igual, sobre cuál era la enfermera que merecía la pena, sobre de
qué médico debía cuidarse o sobre el último número de los cuarenta
principales. Carlos, en sucesivas visitas, le leyó lo que a Andrés le
faltaba para completar “La vuelta al mundo en 80 días”.
IX
Pasaron los meses y a la tragedia
del accidente IMPREVISTO, se unió la tragedia de la detención de Carlos, PREVISTA
(¿).
Resultaba que hacía unas semanas
había caído en el tenebroso pozo sin fin de la heroína. Su necesidad de dinero
para conseguir la dosis, unido a su carácter cariñosón y familiar, le impulsó a
buscar la pasta lejos de casa, haciendo grupo con una pareja de antiguos y
decadentes hippies..
X
Cuando a Andrés le quitaron la venda
de una manera definitiva seguía sin ver. Ello no obstante no le hundió. Los
médicos pusieron la esperanza en una operación, la gente le mimaba, las
enfermeras le animaban, se sentía protagonista y centro del mundo, y además, tenía
miedo a abrir los ojos y no ver a sus padres.
Le
compraron unas gafas de sol para que no aparecieran en la cara aquellos ojos
sin expresión que perturbaban el ánimo de quien le miraba.
XI
El problema que creó en la familia
la detención de Carlos, unido a otros problemas más cotidianos, hicieron que
Lucía determinase acoger a Andrés en su casa.
Ello a pesar de que Lucía tenía una
niña de poco más de un año y estaba separada de su marido.
Era profesora de Enseñanzas Medias,
vivía en Madrid y había insistido en ser ella la que se llevara a Andrés. Sus
amplias vacaciones, unidas al hecho de que el chico seguiría en Madrid cerca de
los médicos, especialistas de prestigio que necesitaba, hicieron que el
conclave familiar aceptase la insistencia de ella.
Así, tras el verano y ya en Octubre,
Andrés empezó a conocer a tientas el piso donde viviría con Carmeliña y su madre
Lucía -tía Lucía-. Durante unas
horas al día también estaría en el piso
una asistenta.
XII
Por el día la chica atendía a la
pequeña y hacia todo lo de la casa. Lucía se acercaba a casa casi dos horas
durante las comidas y siempre que se lo permitía su horario. A Andrés le
apetecía que su tía estuviera en casa, se sentía más seguro. Así empezó a
esperar los fines de semana con ganas.
Al principio, esos fines de semana,
siempre venía alguien más de la familia a verle y a atiborrarle de regalos.
Pero lo que más agradecía era oírles hablar. “Que hablen, que hablen, así
noto moverse la vida”, se decía.
Por lo visto debía haber crecido
mucho con sus más de cinco meses en el hospital y el paso del verano, según
comentaban todas las visitas. Él sin embargo no tenía ni un dato propio sobre
cómo era ahora. Temía hasta el tocarse, por miedo a descubrirse cicatrices,
pues pensaba que tanto tiempo en los quirófanos tenía que estar marcado en la
piel.
XIII
Le gustaba el olor de Lucía y sentía
algo extraño, que podía catalogarse de muy agradable, cundo la notaba cerca.
Su tía le iba dando cada vez más
responsabilidades para que se sintiera involucrado en la vida. No obstante
ella, le leía libros, le ayudaba en los ejercicios de recuperación que ahora
podía hacer en casa, le vestía, le daba en fin, la movilidad y la vista que le
faltaban. También le daba, y sobre todo, cariño,
Incluso le pedía a veces que
sujetara a su propia hija Carmeliña, a él que apenas podía moverse.
Andrés sintió crecer su admiración
por su tía Lucía, a la que recordaba muy guapa, y más moderna que su madre.
Lucía tenía 27 años.
XIV
Empezó a querer no sólo que su tía estuviera en casa, sino también que
no hubiera nadie más. Bueno, salvo la pequeñarra, claro. Además le resultaba
muy agradable el olorcillo que desprendían madre e hija cuando era la hora de
mamar. Todo se inundaba de un especial aroma a leche materna.
Empezó a sentirse a gusto y a esperar con ganas que llegaran
determinados momentos, empezó a gustar de la vida, a entusiasmarse, a ir, en
definitiva, resucitando.
XV
Un día vino el ex marido de Lucía. Le dijo a Andrés que ya no era un
niño, que era todo un muchacho y muy atractivo. Luego, para hablar, se fueron
los dos, el antiguo matrimonio, al cuarto de ella. La niña, que estaba en el
salón, lloró, pero nadie vino a atenderla. Andrés, sin saber precisar por qué,
se sintió mal, cabreado, furioso.
Cuando se fue tío Alfonso, Lucía pidió disculpas a Andrés por no haber
venido cuando lloró la niña. “No podía entonces”. Andrés captó que ella estaba
triste. Luego, mientras atendía a la niña se lo confirmó.
“Mira Andrés, cuando seas mayor respeta a las mujeres que no temas, no
te aproveches de sus debilidades si las tienen, y ante todo se dulce. La
pasión con la que queremos que nos cubran a las
mujeres es la dulzura”
Andrés no entendió muy bien el mensaje, no tenía aún siquiera 13 años,
pero si captó el estado de ella: Estaba abatida, golpeada en el alma. Y todo
por culpa de aquella visita.
-¿No querías estar separada?- preguntó él.
-Alfonso y yo sólo podemos estar separados. Lo que duele es que eso
siempre se sepa a destiempo, y que las cicatrices parezcan ser inevitables.
XVI
Los días iban pasando de una manera homogénea, ensamblando las piezas
de aquella casa, ensamblando las piezas de aquellas vidas. La rutina que Lucía
había tratado de imponer para favorecer la recuperación de Andrés, se iba
adueñando de la situación.
“Porque Andrés, pensaba Lucía, tenía que recuperarse de unas heridas
que le habían dejado sin “su” cuerpo, de una ceguera que le había dejado sin
“su” mundo, de una orfandad que le había dejado sin “sus” padres y de una edad
que le había dejado sin “su” niñez”
Andrés tenía que recuperarse de tantas cosas que Lucía centró su
esfuerzo y energía en ser el Cirineo que le ayudara a llevar aquellas pesadas
cruces. Y hasta tal punto convirtió esa tarea en su deber, que hasta cuando
ocasionalmente venía a verla se ex marido, solía ceder a sus egoísmos, con tal
de evitar cualquier brusquedad que alterara el pulso de la casa.
XVII
Andrés había aprendido a mimar, a querer especialmente, algunos
momentos del día y algunos días por sus momentos. Entre los primeros estaba la
hora de la tele: Tras la cena, con la niña acostada, entonces su tía hablaba
con él; hablaba mucho y muy pegada a él en el sofá. Entre los segundos estaban
los sábados, día en que ella le ayudaba a bañarse; se creaba a esa hora una
atmósfera especial, con una enorme humedad relativa del aire debido al vapor
que desprendía el agua caliente, y una enorme intimidad relativa del ambiente,
debido a causas que Andrés no sabía discernir.
Lucía sugirió cambiar el baño de los sábados a los viernes y empezar
ese mismo día 20 de Noviembre, viernes.
XVIII
-“Tía, ¿se me notan mucho las cicatrices?”.
-“Que va!. Te operaron los mejores cirujanos y eso si que se nota. Lo
que se no se notan son las cicatrices. ¿Por qué lo preguntas?”.
Esta conversación la mantenían envueltos en la calurosa bruma del
cuarto de baño, lleno de luz, vapor y calor. El estaba desnudo, en la bañera,
aún de pie, y ella le pasaba la esponja por el cuerpo.
-“¿ Por qué lo preguntas?”
-“Tengo miedo a dar asco. Fíjate, desde antes de aquél día - se
refería al del accidente- no me toco”.
-“Pero Andrés, vida mía, estas loco. Pero si eres un chico majísimo. Y
además, con la gimnasia de la fisioterapia tienes un cuerpo de muchacho de 15
añotes, más que uno de 13 que tienes”.
-“ ¿ De verdad? ¿Te gusto?”
-“Eres muy guapo, Andrés, muy guapo”.
El pene de Andrés empezó a crecer, irguiéndose enhiesto. El no sabía
lo que pasaba, aunque si sentía algo profundamente extraño. Ella, que había
admirado la rápida evolución que había experimentado su sobrino en los últimos
meses, contempló, excitándose, el estirón del miembro. Y como si alguien le
guiara la mano, le frotó la esponja por los genitales.
Él bajó la mano y palpó algo de si mismo que le pareció extraño
-“¿Qué me pasa?”
-“No te pasa nada. Ocurre lo que ya te dije, que ya eres un hombre”.
-“Tengo hinchado el pito”
-“Sí, está muy tieso. Pero eso no
te tiene que producir angustia; te tiene que producir alegría y placer”
La palabra placer
pareció colocar mejor las cosas dentro de la cabeza del chico, que en
principio no sabía lo que notaba.
-“Me siento extraño”
-“Estate tranquilo. Eres ya un adolescente y lo que te está pasando te
tenía que pasar. Tienes ya caracteres sexuales secundarios: sombra en el
bigote, algunos pelos en los sobacos y bastantes más en los testículos. Aquí (y
se los cogió con la mano). Y lo que tú llamas tener el pito hinchado, no es
más que una erección viril”
-“¿Y por qué se produce?”
-“Porque te sientes a gusto.¿Verdad?”
-“Sí tía, sí. Y cuando pasas la mano por ahí siento cosquilleo”
-“Claro Andrés, es el placer que hace que los hombres busquen a las
mujeres para procrear”.
-“Y ¿qué tiene que ver el placer con la procreación?”
-“Ya sabes cómo se tienen niños, porque lo hemos hablado. El pene
coloca dentro de la vagina de la mujer el semen con los espermatozoides; pero
para poder entrar en ese agujero de la mujer, tiene que estar así, como está el
tuyo ahora, duro. Porque si no está duro se dobla y no entra, lo mismo que un
hilo no puede enhebrar una aguja sino lo ponemos tieso con saliva.”
-“Pero sigo sin entender qué tiene que ver el placer con la
procreación”
-“El placer hace que el pene se os ponga en erección, y si sigue el
placer hace que el pene dispare semen, como una pistola de agua, a ráfagas.”
-“Entonces ¿me ha crecido porque he sentido placer?”
Lucía que no era una experta en hombres y su asignatura era Latín,
creyendo lo que decía respondió: “Sí”.
-“ Pero....yo no se lo que es el placer, y además, ¿por qué iba a
sentir placer?”
-“A lo mejor porque te gusto”.
La espontaneidad de ella era como si obedeciera a un imán extraño y
oculto, lo mismo que también parecía ocurrirle a su naturalidad, la cual hacía
que siguiera acariciando muslos y nalgas del sobrino.
-“Recuerdo que eras la tía más guapa que tenía y que se lo decía a
mamá, pero he olvidado como es tu cara”.-Alargó las manos para palparla y
recordó que quien le había enseñado, entre bromas y veras, a ejercer de ciego
palpando las caras fue su alocado tío Carlos.
XIX
Debía haber otro imán, también extraño, que a su vez arrastraba a
Andrés hacía algo completamente indefinido.
Por eso tal vez, cuando sus manos acabaron de recorrer la bonita cara
de Lucía, bajaron por el cuello y los hombros, lo que hizo que ella se
irguiera y se pusiera a respirar tan
profundamente que produjo descargas eléctricas en el ambiente. Andrés siguió
bajando las manos, y redondeó y presionó, lo cual repitió aún otra y otra vez.
-“Son las tetas. Estoy desnuda por si me salpicas”
-“Son muy grandes”.
-“No son muy grandes. No, no me aprietes los pezones....de dar de
mamar a la niña los tengo ahora muy sensibles”.
-“Al acariciarte siento placer. ¿Sigue mi pito tieso?”
-“Si Andrés”
-“¿Y cuánto placer hay que sentir para que salga el semen con los
espermatozoides?”
-“Depende de cada hombre”.
-“Siento placer al sentir tu carne en mis manos. ¿Si te sigo
acariciando las tetas me saldrá el semen?”.
-“No, es necesario que además algo frote tu sexo o que tu sexo se
frote contra algo”.
-“Tía”
-“¿QUÉ?”-Los ojos de ella estaban en el órgano tieso y erecto del
sobrino, y las manos de éste, en los inflados y llenos de leche, pechos de la
tía.
-“¿Esto es pecado?”.
-“¿Por qué iba a serlo?”—Respondió, alegrándose de que el chico fuese
ciego y no viera como se ponía colorada al formarse un cortocircuito entre su
conciencia y la humedad que fluía por su vulva: Estaba tremendamente mojada.
-“Una vez vi una película de dos rombos y lo único que salía que no se
ve en las otras películas, eran cuerpos desnudos”.
-“Todo esto es natural. Sí, estamos desnudos los dos. Pero tú porque
te están bañando y yo para no mojarme”.
-“Pues si no es pecado.....”.-El chico se calló haciendo que una de
sus manos dejara de hacer el cuenco en las tetas de ella y subiera a recorrerle
la cara de nuevo-“ ¿Algún día harás que me salga el semen?·
-“Si quieres....Aunque lo puedes hacer tú”.
-“Sí, ¿Cómo?”.
-“Frotándote”
-“¿Cómo?”
Ella le cogió la mano y se la dispuso en torno al juvenil y empalmado
miembro. También ella misma le deslizó la mano desde el rugoso y gran escroto
hasta el flamante glande de prepucio circuncindado.
-“Haciendo este movimiento, el placer llegará a ser el suficiente como
para que salga tu semen, lo mismo que cien
grados es la temperatura suficiente para que hierva el agua.”
-“Quiero que sea hoy”-dijo el muchacho, y un silencio de intimidad
invadió la cálida estancia. Con una torpeza que confirmaba que era la primera
vez, pero con un aprendizaje que indicaba que el placer es un buen maestro,
Andrés masturbaba su miembro viril con inusitada contundencia.
Como un reloj de pasión, descendiente de los relojes de arena, las
sacudidas, las caricias del joven, se convertían en ritmo pendular que iba
marcando el tiempo; tic, tac, tic ,tac....
-“Aaaahy,aaaaaaaahy,aaaaaaaaaaaaaaahy”-El semen salió lanzado hacia
arriba, y como si tuviera retroceso, el cuerpo del muchacho, embriagado de
placer cayó hacia atrás. La sensación del orgasmo fue tan intensa y fuerte, y
tan dentro de su cabeza, QUE RESULTÓ COMO SI EL SISTEMA NERVIOSOS SE ILUMINARA.
Abrió los ojos, que sin duda había cerrado por instinto y....sintió el
relámpago de la luz y el rayo de una visión.
Pegada contra la pared de enfrente, de pie, con las piernas separadas
y las dos manos entre ellas, Lucía estaba raptada por el deseo. Cerró los ojos,
y al abrirlos, no del todo pues le molestaba la luz, le vio vibrar y
estremecerse, mientras ella resbalaba
pared abajo hasta el suelo, dejando sus piernas abiertas ante él.
-“Tía”
-“¿Qué tal, Andrés”
-“Tía”
-“¿Te ha pasado algo?”- y se levantó rápida.
-“Tíaaaa!!!!!”.
-“Andrés!!”
Y al verla venir hacia él, esbelta, tan guapa, y con el embrujo que le
producía el placer, Andrés gritó aún más entusiasmado de alegría.
-“Veo. Veo. Veo.”
-“¿De verdad?.¿De verdad me ves?”
-“Si tía. Te veo. Te veo. Qué maravilla”
-“Es fantástico Andrés. Es fantástico. Voy a llamar a casa a contarlo
para que se enteren todos. Oh! Dios mío. Gracias, gracias”- y salió corriendo,
así, desnuda, a su habitación, para llamar por teléfono.
Según marcaba, comentó a gritos. “Andrés, pensar que cuando tu padre
era como tú les decían que si se masturbaban perderían la vista y tú, su hijo,
la ha recobrado pelándosela. ¡Es fantástico!”.
XX
-“Dígale a mi madre que se ponga”-Y mientras Lucía esperaba que al otro lado del teléfono sonara
la voz de la abuela de Andrés para darle la gran noticia, éste entró.
-“Tía”-Ella volvió la vista; lo vio desnudo, hermoso y brillante,
tendiéndole la mano. No hizo falta ni una palabra; Lucía, que estaba sentada al
borde de la cama, se giró y extendió en ella, recibiéndole sobre el cuerpo.
–“Diga. Diga”-, gritó el teléfono antes de que lo colgaran. En silencio siguió
todo lo demás, generando del cariño pasión, del deseo placer, de la juventud
furia.
Cuando amanecía, ella, sudorosa, sabía que él seguiría pasando por
ciego mientras pudiera; estarían así juntos todo el tiempo posible.
Él, sin conocer el interior de ella, se lo pidió:- “No digas a nadie
que veo”.
-“No lo haré si tú no quieres”.
-“Eres una tía buenísima”
-“Si. Y tú un chico muy pícaro. Con razón dicen que no hay peor
ciego que el que no quiere ver.
XXI
Meses después, cuando atiborrados de amor y felicidad, decidieron
informar al mundo de que Andrés había recuperado la vista, Lucía, que era
agnóstica, es decir que no creía en Dios pero temía que existiera, propuso que
fueran a Lourdes y dijeran después que se había producido un milagro.
De risa, Andrés cayó de la cama donde estaban y se golpeó la cabeza,
perdiendo de nuevo la vista.
Lucía le animó diciéndole que no se preocupara, que ella le curaría,
sabía cómo.
Dispuso todo para una sesión de SEX-SHOCK o electro choque
sexual...-pero esta vez siguió sin ver..y es que aunque parezca mentira NO TODO LO ARREGLA UNA TÍA BUENA
Paco
Molina Martínez
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