Presentación
de libro de Raniero: “EL OLOR DEL COCHE DE MI PADRE”.
Como soy escritor -
¡aficionado¡-, lo mismo que político
-aficionado- (y así dejo explicado lo de mis “títulos” en la invitación a este
acto) voy a titular esta intervención
EL LIMBO DE LOS JUSTOS
El limbo de los justo
es como se denominaba a un lugar
especial que no era ni el cielo, ni el infierno, ni por supuesto el purgatorio,
al cual iban los “nacidos no bautizados”. O sea que ni pecaron, ni sabían
pecar, ni estaban vacunados contra el pecado-en este caso “el original”.
“Limbo” porque aquella
pandilla de amigos y el resto de personas que se citan (¿Mil?) en el libro EL
OLOR DEL COCHE DE MI PADRE vivíamos (por
lo menos los pequeños) en aquellos años 50-por extracción social-en una especie
de limbo.
Y además éramos
“los justos”; ni uno más, ni uno menos,
como muy bien ha sabido memorizar y recobrar para la memoria José Luis González
Vallvé, el autor del libro que hoy presentamos aquí.
De González Vallvé hay que decir que aunque tiene 6 hijos es
Ingeniero de ¡¡¡CAMINOS!!!, no de CAMINO.
Siendo importante dejar
claro que no es del OPUS para entender a la primera que es liberal. Supongo.
Y como tal “liberal” ,
cuando, como sin querer, vierte opiniones políticas, lo hace desde esa óptica,
cosa que no hay que reprocharle pues como muy bien dice uno de los miembros de
esa pandilla de la pequeña ciudad (hallazgo
poético, este de LA PEQUEÑA CIUDAD, que
merece mejor suerte que su mero uso en el discurso), pues como muy bien
dice uno de nosotros, cuando nos vemos al menos una vez al año, por Pascua
Florida, en torno a las Edades del Hombre, para recordarnos que no habrá edad
que rompa la amistad que nos une y nos
da mejor vida, pues como dice ese amigo: “la ventaja que tenemos es que ya
ninguno de nosotros trata de convencer a los demás de nada” .
Y vamos con el libro
El libro MEMORIAS DE
UNA PULGA, es del siglo XVIII y autor anónimo.
Se trata de un libro
libertino, como se intuye, que viene que ni que al pelo para la presentación de
éste de mi amigo José Luis González Vallvé
-ahora más amigo que nunca por haber confiado en mí como uno de los pilares de este acto- a pesar de que
en este momento esté temblando.
Y viene que ni que al
pelo no por el tamaño del animalillo, que José Luis es grande, de hecho es, de
todas las personas que se citan en el libro (¿mil?) la que más lejos llegó y la
más grande en éxito, pongamos que social, de todas, y eso debe quedar claro
No, la asimilación se
produce porque:
“Memorias de una pulga”
lo compré en la librería Religiosa cuando lo prohibido se vendía en la
trastienda, donde se mezclaban Lenin,
sexo, vino de misa y oblea de hostia.
Y como Semuret edita el libro de hoy (o sea, Luis el de la
Librería Religiosa, para los enterados), he ahí la primera ligazón de un libro
con el otro.
Pero es que además,
“memorias de un pulga” se configura como la narración de una pulga que ha
saltado de enagua en enagua, calzón en calzón y corsé en corsé; contándonos,
como imaginan, sus vivencias a partir de esos saltos.
Y así hace José Luis,
que nos va narrando lo que cree su vida adolescente y pre-adolescente, a partir de los saltos que hace su memoria,
de coche en coche, de casa en casa y de rincón en rincón de la pequeña ciudad.
Y se dice que “va
narrando lo que cree su adolescencia” porque todo en estas cosas es muy
subjetivo y así, él cree, por
ejemplo, que la vocación que le lleva a estudiar “caminos” era para no tener
noches “rotas por las urgencias” como su padre médico, pero más me temo yo que
fue distinta actitud de su padre la que le proyectó a ser Ingeniero de Caminos,
y que no es otra que la que nace en el momento en que le hace bajar del coche,
siendo él aún un chavalillo, para que, yendo delante, compruebe con un palito
si los charcos de la carretera “camino Soria”, rumbo a Barcelona, son normales o como los de Zamora .
Cuando Willy- que
también tuvo ese alias- me envió el libro y me lo devoré; a la alegría por la
confianza mostrada en mi, mayor si cabe por los círculos políticos que nos
rodean a ambos, se unió una angustia que en seguida van a comprender.
En 1971, mi entonces suegro,
nos regala a su hija, deliciosa criatura, y a mi, un Seat 1500 que él ya no iba
a usar por motivos de edad.
El coche duró hasta el
año 1977, aunque pudo hacerlo hasta nuestros días. Sí, porque la razón por la
que acabó su existencia fue una rotura de cigüeñal debido a que “desde que me
hice cargo del vehículo nunca le cambie,
ni eché aceite, porque nadie me había dicho que había que hacerlo, y una
agujita que allí había, sobre la palabra
sagrada, ACEITE, pues no se inclinó, en aquellos 6 años, demasiado para mi
gusto”.
Comprenden entonces que
respiré aliviado cuando me dijo que yo sólo debería hablar de aquella época
–ambientándola-, y, deduje, ¡no de
coches!
De este libro – EL OLOR
DEL COCHE DE MI PADRE- hay que decir que es un libro sencillo y escrito con
sencillez, que no simple.
Supongo que ustedes
saben distinguir “sencillo” de “simple”. Pero por si acaso..…Miren les recuerdo
lo que es algo SIMPLE ( y para saber lo que es algo sencillo pues cojan el
libro, si se lo permite la crisis).
En estos meses pulula
una canción -que estuvo pujando para ser la del
verano, aunque podría ser la del siglo- en que una voz de hombre (no
podía ser de otra manera, pues los
hombres para ciertas cosas somos únicos) le canta a su enamorada:
“Prefiero,
en vez de pensar en ti, que las yemas de mis dedos te acaricien desnuda”.
Elemental querido
Watson.” Mejor tocar que pensar” ¿no?, obvio
Bueno pues eso es una
letra “simple”, nada que ver con algo “sencillo” como este libro.
Y vuelvo al libro
En el arco de medio
punto que en el futuro habrá que traspasar para conocer la historia de Zamora
desde 1950 a
1965, este libro se ha convertido en uno de sus sillares, en una de sus piezas,
de manera tal que si no hubiera existido, otra piedra estaría en su lugar, es
verdad, ya que si no el arco se caería,
pero, nacido a la luz este libro, ya es
pieza fundamental de esa historia.
Y no estoy exagerando por amistad, es de
sentido común, cualquier piedra de las que componen un arco de medio punto, por
el mero hecho de estar ahí, en él, se convierte en piedra fundamental, pues sin
ella las demás caerían.
Ya dije que me alivió
ver que Raniero no me reclamara como experto en coches dado que no lo soy. Pero
menos aún lo soy en historia, ni en sociología, ni si quiera en memoria, por lo
que deduzco que como Wylly es alguien
muy inteligente, lo que pretende es que alguien hable de lo que él no cita
de aquella época.
Cuando nacimos todos
nosotros, en la piedra bautismal estaba escrito que los enemigos del alma son tres: el demonio, el mundo y la carne :
Los mismos enemigos de
“el alma del régimen”: pues en aquella postguerra quedó prohibido hablar de
dinero, de política y de sexo, que no son más que, en otro lenguaje, el
demonio, el mundo y la carne.
Pero
Hemos dicho sólo:
PROHIBIDO HABLAR, que por lo demás, “política” había y se hacía de sobra, que
lo que caracteriza una dictadura es que,
es política hasta un disfraz de carnaval
(a mi padre, y eso que era Alférez Provisional, le llamaron unos
policías secretos la atención en la Avenida de Requejo – a la altura de la
Marina actual y cerca de la Farola- mientras paseaba en un día radiante de luz
con su Señora-mi madre-, después de misa y
antes de la hora de comer, por llevar a su único hijo de 6 o 7 añitos
disfrazado de Pierrot ¡¡con un antifaz!!).
De dinero tampoco se
hablaba, pero el afán de subsistir obligaba a buscarlo hasta con más de un
empleo, cuando no era saliendo del pueblo, menor de edad, para emplearte en una
casa de sirvienta a tiempo completo.
Y de sexo no se
hablaba, de esto menos que nada, pero el barrio chino de Zamora-la Muralla-era
célebre en toda España, que no en vano en Montelarreina se concentraban todos
los veranos “las milicias universitarias”-futuros Padres de la Patria-, a cada
uno de los cuales la instrucción de la mili, más la instrucción de la
peripatética de turno, le hacía volver a su lugar de origen “hecho todo un hombre” .
Qué satisfacción para
el Patronato de Turismo, de haber existido, y para el gremio de hostelería,
poder contabilizar tanto visitante de uno y otro sexo, que ellas, las del
Barrio, también venían de fuera ya que las de aquí no daban a vasto
Ahora, como van a
perseguir la prostitución deteniendo al cliente debemos recordar que si lo
hubieran hecho entonces hoy día no tendríamos padres de la patria sin
antecedentes penales.
Los citados en el libro
y la pandilla propiamente dicha,
como éramos Hijos, todos, o casi,
de la burguesía y pequeña burguesía, podemos decir que nuestras familias fueron
obedientes y nosotros más aún, claro. Por lo que nos desenvolvíamos en un
ambiente social y familiar, donde estaba claro que los enemigos de la buena
educación eran el demonio, el mundo y la carne y por tanto no se hablaba ni de
sexo, ni de política, ni de dinero.
Todo estaba programado
y tú te limitabas a cubrir cada etapa de la vida de la mejor manera posible:
Había que estudiar una carrera, había que casarse, había que tener hijos y
había que buscar casa (por descontado que se daba por hecho que se tendría
coche y fantaseábamos con el modelo que escogeríamos llegado el momento).
Que no se hablara de
dinero-el demonio- era lógico, “ son problemas del matrimonio y a los niños no hay
que preocuparlos”. Eso unido a que aún siendo años duros se ve que nuestras
familias-las de todos los citados, que son una verdadera pléyade- se podían
defender más o menos.
De política no se
hablaba porque estaba prohibido. Vamos a ver, no es que nosotros temiéramos
hablar, es que no se oía hablar y menos discrepar. Había un mundo y dabas por
hecho que era así porque el mundo era así. Por tanto no cuestionabas nada.
Pero
como estaba prohibido en la dictadura hablar de política, dinero y sexo, y
los enemigos del alma son el demonio, el
mundo y la carne, y ahora estamos en
democracia, vamos a hablar de aquella época repasando esos tres puntos:
EL
DEMONIO- EL DINERO
Era la época del hambre
y aunque los habitantes del limbo de los justos de la pequeña ciudad no la
pasáramos, se veía que dinero no había.
Las ropas se remendaban
y remendaban hasta que el zapatero, o el sastre o la experta de la familia,
certificaban la defunción definitiva de la prenda, por fatiga de los zurzidos.
Únicamente se iba a los
bares o restaurantes con los padres o algún adulto, y en contadas ocasiones.
La paga de los niños y
chicos era sólo lo suficiente como para comprar pipas o Campeche, o polvos de
soda, o bolas de anís, en invierno (con excepción de castañas si ibas con los
padres), y canicas (bolas), cromos y peones, en otras estaciones, más algún
polo en verano.
Era tan escaso el
consumo de esos artículos que las piperas -una figura entrañable del pasado-
las podíamos contar con los dedos de una mano, y en consecuencia las conocíamos
a todas, y las identificábamos con la esquina donde ponían su puesto.
Desde luego: Nadie
vivía por encima de sus posibilidades.
Los trenes tenían tres
clases de vagones: de 1ª, de 2ª y de 3ª.
De lo que deduzco que
había 3 clases sociales; de las que en la “tercera” las mujeres
trabajaban todas, e incluso más que los hombres.
Para cerrar el bucle de
la conexión “demonio-dinero” baste recordar que no hay golpe de estado sin
capital que lo respalde y dignifique, y entonces tampoco fue aquello una excepción.
EL
MUNDO –LA POLITICA:
Las costumbres giraban
en torno a lo que ahora sabemos era el Nacional-Catolicismo:
El periódico
preponderante en nuestro ambiente era el ABC, que tenía muchas “afotos”.
El ABC tenía una
noticia recurrente que por insistencia
me dejó perplejo, a pesar de que por la edad y el ambiente, yo de
política no tenía ni idea.
Y me dejó perplejo
porque se repetía con frecuencia. Se refería a la “fuga de cerebros en China”.
Eran tantos los cerebros que se fugaban y tantos días aparecía la noticia de
esa fuga de cerebros, que tuve la fugaz idea de que China debía ser un país de
superdotados -cosa que se confirma ahora
cuando vemos que tiene más dinero que nadie-
Es más si en aquella época, de la que
hablamos, las chicas de la pequeña ciudad y las de toda España, salían una vez
al año enarbolando huchas con forma de
cabeza: de un negro, de un amarillo y un cobrizo, pidiendo “para salvar a los
negros, los amarillos y los cobrizos”, a lo mejor ahora serán los chinos los
que salgan en breve en Pekín pidiendo limosna para ayudarnos a nosotros a salir de esta crisis, con huchas en que la
cabeza del negro sea “Obama”, la del amarillo “Rajoy” y la del cobrizo “ZP”. Y es que Dios castiga sin piedra ni palo.
Ver hábitos por la
calle y no sólo de curas, era normal, pues había promesas o juramentos que
desembocaban en ese tipo de vestimentas, tanto en hombre como en mujeres. “Si
sana mi pariente me pongo habito de…” debía prometer al santo de turno la
gente, y como luego el padre de José Luis curaba al enfermo, le atribuían el
milagro a Dios, y “hábito al canto” (muchos más de mujeres que de hombres -los
de estos solían ser de Nazareno- camisa morada y cordón amarillo al cuello a
modo de corbata ).
También existían otras
figuras negras; era la gente cumpliendo con el ritual de los lutos: riguroso,
de alivio y de medio luto. Y en los hombres el lazo negro en la manga del
abrigo o la chaqueta, recordando la
maldita muerte de un familiar.
Se descansaba entre
semana, sólo los jueves por la tarde (día de chachas y militares sin
graduación, y de escolares bulliciosos), y al colegio o al instituto se iba con
pasamontañas o verdugo para combatir el frio. (por cierto, pienso ahora, porqué no podía ir con antifaz en carnaval
con 6 añitos y si de verdugo a los 10?). ¡¡¡Ay qué ridículo hace quien dicta
prohibiciones en cuanto el tiempo dobla la esquina ¡!!.
Era también algo
chocante lo del Director Espiritual, una
especie de ángel de la guarda a gusto de la devota de turno. Se trataba de un
confesor que se cogían en exclusiva aquellas damas que veían peligrar su alma o
que simplemente gustaban de adorar al santo por la peana
Los hombres ¡¡y los
niños, para educarnos!! teníamos prohibido o recomendado no entrar en la
cocina. “Los chicos no deben pisar la cocina-decía mi abuela-eso es de niñas”
Los curas llevaban
sotana y tonsura - afeitada la coronilla- y al ver uno por la calle había que
besarle la mano.
Los paseos de dos en
dos de los seminaristas hasta el Alto delo Curas, con sus bandas rojas,
recordaban las filas simpáticas que ahora a veces nos tropezamos en el camino
cuando nos cruzamos con una ristra doble de parvulitos acompañados de la
maestra porque van a ver algo fuera del colegio, solo que entonces eran mozos
como Dios manda o mandaba.
Había gran seguridad y
no había otra obsesión que jugar: de pequeños a todo y a medida que pisábamos la adolescencia a
dejar que las chicas jugaran con nosotros, en el sentido de “está jugando
conmigo”. Eso sí sin malicia, por pura torpeza infantil.
Era tal el orden imperante
que hubo alguna primavera u otoño en que al acabar de hacer los deberes del
día, yo, por ejemplo, si mis padres no estaban en casa, me iba a escondidas,
dejando la puerta simplemente entornada
-los niños no teníamos llaves aún, de puro mocosos- procurando regresar antes
que ellos.
Socialmente había un
método educativo - extramuros de los centros de enseñanza y las familias- que
cumplió un gran servicio en la formación de quienes entonces estábamos “sin
saberlo, socializándonos y aprendiendo”.
Era lo que se llamaba
“VAMOS A ECHARLO A PIES”
Se utilizaba este
sistema para elegir los componente de 2 equipos, para lo cual se procedía así.
Si se iba a jugar, por ejemplo, al
fútbol, como todos sabíamos quiénes eran los dos mejores del grupo (más
o menos), se decía “que Tal y Cual echen a pies”; y entonces Tal y Cual –los 2
mejores- se ponían a cierta distancia y se acercaban, pie a pie, de manera que
al último que le cupiera, en el hueco
que les separaba, un pie justo o medio, empezaba eligiendo.
Naturalmente cogía para
su equipo al mejor de los que quedaban, y de la misma manera hacia luego el que
perdió en esto de los pies, etc. Este sistema no desperdiciaba la EXCELENCIA
porque el que escogía, aunque tuviera
inquina al “excelente”, lo “pedía” para su equipo pues de lo contrario lo
cogería el rival (cada cual se iba con quien le elegía porque no había
ideología a la que servir)
Aquello hacia que a
cada uno de nosotros nos quedara una constancia perfecta de lo que opinaba el
grupo de nuestra capacidad en tal o cual juego, sin más.
La Radio era el medio
de distracción ideal, con AMA ROSA- serial donde los haya- y, a parte de los
espacios que se citan en el libro, el
de un tal Pepe Iglesias el Zorro que entre
sus personajes contaba con el Finado Fernández, y su “Tenía un coche con marcha
a atrás; ¿ y de qué le sirvió todo
eso?...de nada”
Las mujeres y las
chicas usaban faldas-nunca pantalones.
Bueno para hacer
gimnasia, las chicas, que estaban separadas de los chicos en los institutos, se
ponían “pololos” como bien sabíamos al irlas a espiar, más por aventura que por
otra cosa, que los pololos rozaban las rodillas: o bien por arriba o bien por
abajo.
Como fenómeno social
hay que decir que la aparición de la “falda tubo” tuvo su importancia, pues
hablamos de años en que aún no se había esfumado la costumbre de rezar el
rosario en casa en determinadas circunstancias, dicho esto como contraste
costumbrista.
La falda tubo y el
descubrimiento de las corvas-que no las curvas de los coches de Raniero- fue
como el corte de la cinta que inauguraba un nuevo momento sociológico: la
dictadura duró tanto que SUFRIÓ cambios por fuerza .
Los charlatanes hacían
las delicias de todos en las plazas, vendiendo estilográficas Parker valoradas
en 100 pesetas, que se clavaban como dardos en un madero y no necesitaban
renovar la tinta, y que costando 100 las
vendían, ni por 75, ni por 50, ni por
25, ni por 10, ni por 7. ¡¡Por 5
pesetas!! y encima te regalaban una maleta.
Hoy hubiera sido un
apartamento en Torrevieja.
Aquellos charlatanes
fueron el preludio de los políticos de hoy en día.
El icono sexual de la
época, cuando no había ICONOS ni sexo era Brigitte Bardot, a quien conocíamos
de oídas.
Y
vamos con LA CARNE-EL SEXO
En esto estábamos “más
turbados” que en cualquier otra cosa
Era tan furtivo y
escaso, ese mundo, e iba tan unido a un sentimiento de culpa, que se podía
decir que la vida de los adolescentes respondía a los cánones de un cilicio
constante e inconsciente, que nos permitiera purgar nuestros torvos
pensamientos y nuestras torpes acciones (que así se llamaban estas cosas que
bullían a borbotones por nuestras venas ya que
aún no teníamos colesterol) .
¿Cómo se explica si no
el que se llegara a jugar en un campo reglamentario -como el de futbol de
tierra del instituto de la época, EL CLAUDIO MOYANO- partidos interminables de
20 contra 20 con una pelota del gorila?
O en el “acerón”, aún
existente en Príncipe de Asturias en un edificio con dos torrecillas, junto al
Café de las Artes . Llamábamos “el acerón” a la entrada de carruajes y tenía
una forma especial, marcando con un desnivel la curva del coche de caballos que
debería usarlo: Pues bien ahí, con las porterías formando un ángulo de 180º,
qué barbaridad, podíamos estar horas y horas jugando un partido hasta quedar
partidos.
Si a Raniero le dio por
quedarse con la idea de los coches que iban apareciendo por aquellas calles
deliciosamente vacías, otros, la mayoría y a lo mejor también él, preferíamos
otro tipo de carrocerías. (“Mira qué carrocería tiene esa tía”, era frase de la
época).
Por eso se debe
recordar que:
1.-En el mundo de la
carne, el mundo de los mayores era aún
más cerrado a nuestras vidas -incluso tenían una frase en clave: “ojo
que hay ropa tendida”, con la que se alertaban unos a otros SOBRE si había
algún mocoso cerca de la conversación inoportuna.
Sólo recuerdo una
excepción. Un Mayor muy campechano- que se cita en el libro (¿y a quien no se
cita?) Marciano
Y que era el dueño de
una fábrica de esas que si querías te recubrían los objetos con plata
(galvanoplastia).
Solía dirigirse a
nosotros-la pandilla- porque conocía a nuestros padres, y un día frente a dónde
hoy esta Zara (me acuerdo de la impresión que me produjo la anécdota) nos dijo
a nosotros -mocosos aún y sin venir a cuento:
“Yo me podría acostar
con cualquier tía de Zamora, pero con la mujer que tengo, para qué”. Sublime.
¿Sería verdad su dicho,
habría una promiscuidad oculta entre los mayores?
2.-Dice Vallvé, en el
libro, que el Insti- el fabuloso Claudio Moyano, entonces el único Instituto de
la provincia, era “laico”. Bueno un pequeño lapsus que tal vez produjo al
compararlo con el otro centro rival, el Corazón de María, pero en el Instituto
(a pesar de que la Señora Felisa, bedel que vivía en él, que maravilla de
mujer, decía: “si quieres tener un hijo bruto ¡mételo en el instituto!”), a
pesar de eso, una vez por curso se suspendían las clases una semana (la
anterior a Semana Santa) y nos daban unos ejercicios espirituales tenebrosos y
morbosos a más no poder, donde nos quedaba claro que cada vez que pecábamos
contra el sexto mandamiento “crucificábamos a Cristo de nuevo”. (infiernos
aparte).
Una salvajada doble
porque por un lado no queríamos hacer daño a nadie, pero por otro no lo
podíamos evitar. Vamos, para que se entienda, es como si el Obispo les dice a
ustedes que cada vez que votan al PP
crucifican al Hijo de Dios
En consecuencia cuando
nos dábamos al placer solitario porque no quedaba otro remedio nos limitábamos
a degustar: “orgasmo con reducción de remordimiento”.
Esa sensación de culpa
en Zamora era gigantesca- y no porque los hijos que no tuvimos quedaran en las
cloacas- sino porque gracias a nuestra Semana Santa sabíamos que crucificar a
Cristo era una judiada de padre y muy señor mío, y no queríamos eso por nada del
mundo.
Con los ejercicios
espirituales venían curas muy preparados -preparados para comerte el seso (eso
de la cabeza)-, tan preparados que fueron cambiando el rollo de la crucifixión
indirecta de Cristo por el que estaba científicamente probado que el pecado
solitario eran malo para la salud.
Eran curas cuneros que
luego eran los que, junto con los de aquí, te confesaban para la misa de
campaña. Pues bien, me consta, por anécdota que no puedo contar por falta de
tiempo, que al menos el 10% de los curas eran de los que “veían la paja en el
ojo ajeno y no la viga en el propio”.
Esos ejercicios
espirituales cerraban una cuaresma - con su abstinencia y todo- donde debíamos
tener un espíritu masoquista (hijo del pecado sin duda) -porque- y este juego
lo olvida mi amigo Raniero- usábamos los recreos de la temporada de invierno,
en hacer con las bufandas trenzas que a modo de zurriagos nos permitían
sacudirnos sin piedad en una guerra de dos bandas: los cursos de los mayores
contra los menores (así, a lo bestia, sin equilibrar fuerzas)
3.- Se creía que no
existían las relaciones clandestinas pues, pensábamos, si un chico besaba a una
chica se pondrían tan colorados cada vez que se vieran que se lo notaríamos.
Qué bendito fue el día
en que no se sabe cómo, descubrimos que todos también pecábamos contra el sexto
mandamiento. Qué alivio.
4.- Las chicas no
estaban en nuestro mundo. Y de eso, como no había ESO, ni idea: pensábamos.
Eran otro mundo, otro limbo, tal vez, pero no se, más limbo que ninguno.
Pero también aprendimos,
en aquella época, que en cuestión de sexo no se podía poner la mano en el fuego
por nadie, y lo descubrimos cuando uno de la
panda, aparentemente ajeno a estos devaneos, fue descubierto (dicen)
metiéndose mano con una mayor que él y
ajena a nuestro mundo.
A las chicas, a medida
que iban apareciendo en nuestras vidas, las cortejábamos en Semana Santa cuando
a cara descubierta y vestiditas con ropas negras de sus madres, les
susurrábamos desde las pequeñas aceras de las pequeñas calles de la pequeña
ciudad :
“Estás de negro que dan ganas de matar a tu
padre”
5.- Hay que mencionar la dislocante presencia de
quienes Raniero, con extrema delicadeza, llama “chicas que ayudan en casa”, y
que eran denominadas chachas o
sirvientas o criadas, y dormían en la casa de los Señoritos, si eran fijas.
Ese convivir, en
ocasiones siendo chicas de tu casi edad y por tanto con la misma problemática,
hacia extremadamente curiosa la convivencia sin que milagrosamente pasara nada.
Así
que en definitiva se puede decir que los novios llegaban vírgenes- al menos
ellas- al matrimonio.
Pero hablar de la noche
de bodas es abandonar la infancia, así que acabo.
Y
ACABO CON UNA última pincelada de aquella Zamora.
Y la doy con una anécdota que resume
bien todo.
Habíamos coincidido en
Auto-Res, Raniero y yo, viniendo de Madrid (luego.. ya era la época final del libro). No se si venía
alguien más de la pandilla.
En esto el autobús
superó el Alto de los Curas y empezó a entrar en la ciudad y uno de los dos, no
recuerdo el orden, empezó a decir, siguiéndole el otro alternativamente,:
“Otra vez en Zamora”, “
Otra vez las mismas casas”, “los mismo árboles”, “los mismos perros”, “las mismas farolas”,” la misma avenida”, “las
mismas tres cruces”, “las mismas caras”, “los mismos amigos”, “las mismas
novias”, “los mismos padres”, “lo mismo
siempre”, “lo mismo siempre”.
Y reímos felices.
Éramos felices. Fuimos felices, Que suerte tuvimos: habíamos vivido en el limbo de los justos de la pequeña ciudad.
Pacomolina-28 de
Octubre del 2011.
Hola Paco. Asistí a la presentación del libro de Vallvé. Por supuesto, lo compré y hoy, domingo día 30, ya lo he leído.
ResponderEliminarFelicitarte por tu brillante intervención en la Casa de Cultura, felicitar a Vallvé por su recuerdo, excesivamente parcial, a un concreto sector social y felicitar también a ese sector social que parecía que se había diluido entre la ciudadanía y que ahora Vallvé lo rescata. Para el ilustre zamoranO, está claro, no existieron otros que no fueran esas familias "de toda la vida" con mombres y apellidos, obviando a todos los demás que, sin duda, también contribuyeron a conformarla. En fin. No obstante, mis felicitaciones.
Muy bueno Concha, eso lo he vivido aunque no leído.
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