Somos animales.
Esa es la lección que debemos de aprender (y enseñar): Que somos iguales.
Y que somos iguales, porque todos y todas tenemos esos dos instintos básicos y definitivos que tienen los animales.
El paso siguiente para demostrar que todos somos iguales (por triste que sea demostrar lo evidente) es hacer ver que los humanos somos una especie animal más.
Tengamos cabeza, no seamos cabezotas
Ábrase un pequeño paréntesis para resolver el quebradero de cabeza que origina el pensar que, porque tenemos cabeza, somos algo más que animales.
La inteligencia, que a algunos les hace considerase superiores (no será por la suya) no es más que algo que «nos cayó en suerte» como arma de defensa; como arma protectora que nos ayuda en la lucha por la supervivencia, y ello tras darse mil experimentos
y un millón de fracasos en otras especies; o sea de carambola.
No teniendo esta estructura de defensa nada que no tengan, por ejemplo, el caparazón en la tortuga, las largas piernas en la jirafa y los colmillos en el elefante. Es más, de la misma manera que caparazón, largas piernas y colmillos condicionan la existencia
y el modus-vivendi de tortugas, jirafas y elefantes, la inteligencia nos condiciona a los humanos.
Dándonos ventajas como especie (parece que estamos en mejores condiciones de sobrevivir que todas las demás) y también desventajas como individuos de esa especie, pues seguro que es la nuestra la que mayores sufrimientos, sacrificios y
Dándonos ventajas como especie (parece que estamos en mejores condiciones de sobrevivir que todas las demás) y también desventajas como individuos de esa especie, pues seguro que es la nuestra la que mayores sufrimientos, sacrificios y
malos tratos ha infringido y hace padecer a sus propios miembros.
Y todo ese calvario sólo para llegar hasta aquí y estar como estamos, con grandes avances en Formación Profesional y
Y todo ese calvario sólo para llegar hasta aquí y estar como estamos, con grandes avances en Formación Profesional y
enormes retrocesos en Formación Profelicidad.
Somos iguales porque tenemos la s mismos instintos básicos que ellos.
Del libro LA ESTAF SEXUAL de Paco Molina
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