miércoles, 1 de febrero de 2012

Posesiones en cadena



Posesiones en cadena


Si usted está pensando en esa, tan repetida en la mente de las mujeres, como es la


de que

más o menos hombres las violan o fuerzan a la fuerza, y está pensando en ella


como una fantasía reprobable, conviene que reflexionemos en las siguientes cosas.


Una. En un mundo sin represión sexual, una cantidad de fantasías, que podríamos


clasificar como

de ciertos rasgos, desaparecerían. Ésta sería una. Sí, porque ellas


la viven, casi con toda seguridad, no sólo por lo que tenga la imagen de obscena y


pagana, sino por lo que tiene de

limpia. Una mujer violada en una fantasía puede dejar


la mente libre para repasar momentos de todo tipo y degradación, sin sentirse ella


degradada; pues, al fin y al cabo, lo que está suponiendo que pasa, está pasando sin su


consentimiento, luego no es culpable.

Quede claro que no se está sugiriendo que a las mujeres les guste ser violadas.

Todo lo contrario, la mujer quiere el placer por el placer, pero tiene prohibido ese

querer.

Dos. En el caso de los machos, en una sociedad en la que

resolver una necesidad


sexual


conduzca, sin mayor esfuerzo, a un feliz desenlace; en el que colmar esa necesidad


no suponga una inversión de energía, prestigio o batalla excesiva, y sí más bien,


el dar sólo cuatro pasos de puro trámite; la idea de violar a alguien, o forzarla porque


no quiere, sería un sin sentido.

Tres. Sólo la olla a presión sin válvula de escape puede explotar en mil extraños

pensamientos. Por lo demás, imaginar o hacerlo con animales ¿qué?. El imaginar o

hacerlo en grupo ¿qué?. El imaginar o hacerlo con látigos y correas ¿qué?. Etc. Etc.

Etc. Y si ahora alguien piensa «en lo que no se puede pensar», que piense bien y vea

que esas cosas son hijas de las prohibiciones. Donde no hay vida enfermiza no hay

cuerpo enfermizo, y por tanto no hay mente enfermiza, así que no le demos vueltas a

los recodos del camino, limitémonos a recorrer éste e ir viendo cómo se resuelve todo.


Del libro LA ESTAFA SEXUAL de Paco Molina

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