domingo, 26 de febrero de 2012

La sacrificada esposa




La infelicidad



Segundo fallo, la infelicidad. Si la pareja ya está rota pero se mantiene, hasta los más pequeños respiran una angustia que si,  como todas, son llevaderas, también, como todas, va generando violencia, odios y envidias. En fin ¿qué decir de esto?.


Esta situación se da además en tantísimos casos, en que ya la pareja sabe de su fracaso (lo haga evidente o no dentro de las cuatro paredes de la casa), que debe ser considerado un problema social digno de tenerse en cuenta.

En el caso de la sacrificada esposa (término ya acuñado de puro real) la infelicidad no es un término ambiguo, es algo que se torna en un sufrimiento manifiesto: En el mejor de los casos

sacrificio ofrecido en el altar de los hijos y por los hijos. (“Si no 
fuera por los niños...”). Y en el peor, la violencia doméstica- siempre soterrada - puede hacerse visible, contante y sonante, con todo lo que ello supone.


Pero el marido no se libra. Cogido en un cepo, se torna violento compulsivo, con una agresividad que puede surgir de la más nimia de las discusiones (biombos de un  odio inconcreto) y llegar a la más cruel disputa por celos, disputa que tiene su raíz no 
en que presuntamente su mujer se vaya con otros, sino en que él, no es libre y no se puede ir con otras.

La vida se pasa, se intuye su paso y allí no pasa nada.

Del libro LA ESTAFA SEXUAL de Paco Molina

sábado, 25 de febrero de 2012

El matrimonio hizo a la mujer objeto



Fallos que presenta la familia por culpa del carril sexual


En el tren, basta con que falle un rail, para que descarrile.


La inestabilidad


El primer fallo de la familia es la inestabilidad. 

Tiene su gracia que algo que se estructura para darle solución al

amor eterno, sea algo tan frágil, tan temporal.


De hecho, los matrimonios que se formaron por intereses puramente materialistas (en el peor sentido, o sea el económico) son más duraderos y estables que los que en la época actual se dan en mayor medida, como son los casos de emparejamiento por

amor.


Y ocurre así porque, cuando el casarse se debe a una pasión sexual (vulgo enamoramiento), en buena lógica, en cuanto se acaba la atracción o se desvía ésta de objetivo (pasa a hacerte más tilín

otra persona) esa estructura pierde su razón de ser y caduca.


Puede ocurrir no obstante que, para entonces, los intereses económicos ya tengan su relevancia dentro del clan y se aguante con lo que ya está roto. 

O que por el bien de los hijos se haga la vista gorda. Pero en este caso ya estamos ante una situación infernal, que supone un nuevo fallo de la familia como institución.


Los matrimonios por interés tiran para adelante más fácilmente porque son más fieles a las razones del invento. 

Que fueron :Una compra de la hembra, hecha por el varón, para obtener las ventajas ya contadas para él, y recibir ella, a cambio, protección, reconocimiento social y una razón de ser. Pero además, cuando la razón de la unión es lograr cada vez más y más dinero, en vez de cada vez más y más goce, eso puede durar hasta el infinito, porque, como todo el mundo sabe, nunca se tiene el dinero suficiente (que de eso ya se encarga el sistema).

Del libro LA ESTAFA SEXUAL de Paco Molina

jueves, 23 de febrero de 2012

La fidelidad es una ley machista



Contra la fidelidad


La violencia doméstica es un indicio de que hay una revolución en marcha.


Revolución no consciente, sin revolucionarios activos y sin nadie que la lidere (las propias mujeres son las que más valoran la fidelidad como prueba y base del amor)pero que está rompiendo el “statu quo” machista, o sea la tradición según la cual el hombre puede ser infiel y la mujer no.

Esto está haciendo inviable el concepto de fidelidad como prueba de amor sublime.

O si se quiere, convertida la fidelidad en la única prueba de amor, al acabarse éste se acaba aquella y viceversa, con lo que la institución de la pareja se hace inestable, cuando no falsa.

Y ante esta nueva situación revolucionaria (se está rompiendo el orden establecido) las víctimas están siendo, precisa y lógicamente, quienes más necesitan y disfrutan las nuevas libertades, las  mujeres.

Los hombres, sin tenerlas tampoco, lo cierto es que siempre han tenido más señuelos de libertad, pues siempre estuvo bien visto que se tenga esposa y se eche alguna que otra canita al aire.


Por tanto. Sólo hay dos formas de acabar con la violencia dentro del hogar. O abolir el matrimonio. O enterrar el término fidelidad, mediante una nueva cultura donde se le quite el rango metafísico que ahora se le ha dado. Nacería así lo que podría llamarse estructura de pareja abierta.


Todo lo demás es engañarse. Y como la revolución doméstica continuará en marcha, favorecida por el sentido común y la propia naturaleza, seguirá por tanto aumentando la violencia contra las mujeres. 

Porque ellas se están liberando sin saberloy ellos, los machos, están perdiendo presuntos privilegios. Se trata pues de una 
revolución de libro: Estamos ante lo que podríamos catalogar como

La Revolución Doméstica. 

Y la violencia, que como tal genera, sólo desaparecerá rompiendo el orden establecido.


Con una cultura distinta y libertad.


La dificultad está en que eso nos asusta a los hombres y a las mujeres, a las derechas y a las izquierdas, a los verdugos y a las victimas.

Del libro LA ESTAFA SEXUAL de Paco Molina

miércoles, 22 de febrero de 2012

Hay una revolución feminista y una contrarrevolución machista



Costumbres licenciosas


Posiblemente, en periodos anteriores, la violencia doméstica era


eficaz en un principio y triunfaba la doma. 

La mujer se doblegaba. La mujer se plegaba y la armonía 

del hogar se basaba en el sufrimiento atroz de la esposa o su adaptación al infierno.


También ocurría en tiempos pasados que el mismo discurrir de la vida tenía postradas a las señoras en casa, transmutadas en madres y únicamente en madres, sin autonomía ni para sentirse hembras.


Ahora los tiempos han cambiado, y las costumbres, usando un lenguaje reaccionario, podríamos describirlas como licenciosas (dentro de lo más natural). 

Y dentro de esa naturalidad y avance social, la mujer trabaja fuera de casa, viaja, va a la moda, opina, conoce gente, ve en el propio salón de casa películas escabrosas y se casa por amor.


Pero todo esto es un inconveniente para que el macho de la pareja conserve su poder de seducción, o incluso su poder a secas.

Todo esto propicia situaciones de infidelidad.

Sea esta real o simplemente imaginada por la cabeza de quien va ser desbancado en la posesión de su mujer-objeto-chollo.

Y así, quien va a perder privilegios, en esta revolución doméstica en marcha, reacciona con violencia para evitarlo (no en vano, la mayoría de los crímenes se cometen en procesos de separación, esté o no consumada ésta).



El castigar la infidelidad- la pérdida de su mujer objeto- es el móvil del crimen.


Eso es lo que pasa por la cabeza del asesino.



El dolor que produce esa pérdida (se insiste, real o imaginada) está metido hasta lo más profundo en el celoso. 

Y lo trastorna, hasta el punto de despreciar, en el momento del arrebato sangriento, su propia vida e incluso la de sus hijos.

Del libro LA ESTAFA SEXUAL de Paco Molina

Valiente visión de los celos



Revolución doméstica


La violencia doméstica, es decir todos los actos que abarcan desde un mero reproche en la pareja hasta el asesinato de un gran número de mujeres por quien fue su hombre, constituye un fenómeno social que hay que estudiar sin miedo.


No basta con analizar sólo y por separado los crímenes que se cometen, y menos considerar estos como obra de seres ajenos a lo que consideramos la normalidad.

Lo mismo que no basta con aplicar medidas preventivas, protectoras o compensadoras.



Síntoma de una revolución


Aunque el conocido principio de que la violencia es la partera de la Historia no tiene por qué ser siempre cierto, hasta ahora sí lo ha sido. Meditemos pues sobre el porqué de esa violencia que históricamente acompañó cada proceso revolucionario, y nos será más fácil entender lo que hay detrás de la violencia machista.

Suele caerse en el error de considerar que quien genera violencia, en una revolución, es la parte social que lucha por los cambios que modificarán el orden establecido a su favor. Es decir, se piensa que aquel a quien beneficia un cambio revolucionario es quien genera la violencia.

Pero no es así. Es justo al revés. El sujeto violento siempre ha sido el sector social que, como consecuencia de esa modificación del orden imperante, ha pensado que perdía privilegios. Todo el mundo puede encontrar entre sus conocimientos ejemplos de cambios revolucionarios en los que al principio no hubo violencia, y que sin embargo, cuándo se pudo reorganizar el sector perjudicado, todo acabó en inusitados derramamientos de sangre.


Pues bien, en la estructura de pareja, cuando ésta amenaza deshacerse, quien siente que pierde ventajas es el macho que la integra. Se rompe para él un orden  establecido que le favorecía

y, rabioso, trata de mantenerlo con malos tratos.

 Hasta que impotente en muchos casos, opta por la venganza cruel y sin límite.


Se minimiza mucho este asunto, cuando por otro lado es  fundamental aceptar que lo ocurrido tuvo que ver con un problema de celos.

Fijémonos por tanto en ellos. Los celos se generan porque quien los sufre considera que ha sido, está siendo o va a ser engañado, y en consecuencia que será abandonado por el otro.

Que su mujer se va a ir con otra persona, es lo que vive en su interior el celosos.

Lo mismo ocurre con la mujer y sus celos. Pero habiendo sido ella, históricamente, el sujeto paciente en la estructura de pareja, su reacción no va a ser de violencia física.


Comprender esto es esencial para todo lo que sigue, siendo también muy importante el entender que lo de menos es que sea real la infidelidad de la mujer, porque verdadera o imaginaria, en la mente del celoso se vive como cierta.


Por tanto, estamos ante un hecho incuestionable. La maltratada o asesinada lo es por haber sido o podido ser infiel, ya que así lo cree su amo y señor.


Que hoy los emparejamientos se produzcan por amor, es decir que el contrato de fidelidad se haga libremente, agudiza, en vez de resolver, el problema, ya que en cuanto se atisba un rasgo de infidelidad se presiente el abandono, y por tanto la ruptura del contrato

.


Y esto es imperdonable según el código machista, por honor, y sobre todo por egoísmo. 

La situación que proporciona al hombre la estructura de pareja le garantiza ración de sexo, hijos si le vienen bien y ventajas materiales de todo tipo. 

Y todo eso, pero más que nada, la ración garantizada de placer, si se pierde, trastorna a quien hasta entonces vivió esas innegables ventajas, esos privilegios.


Cualquier mujer sabe cómo


se pone él si ella le niega sexo.


Fijándose en las culturas menos evolucionadas, todo lo dicho se ve perfectamente sin mayor esfuerzo mental. Y sobre todo, tenemos una evidente muestra de la trascendencia de la fidelidad en la institución de la pareja, en que en muchas latitudes a las niñas, para que sea buenas como esposas, es decir fieles, se les quita el clítoris. 

en nuestra cultura, en el ritual del matrimonio civil, ¡incluso en él!, se pide a los contrayentes fidelidad.

Del libro LA ESTAFA SEXUAL de Paco Molina