jueves, 22 de marzo de 2012

CELOS DE MUJER



Los celos en la mujer


Pasemos a la mujer (al coche, en la sociedad machista) y empecemos por los vehículos recién salidos de fábrica que no encuentran comprador. 

No se puede saber qué sienten, pero la sociedad piensa que cuando un vehículo no lo compra nadie, por algo será. Pasemos ya al coche adquirido, y que se siente feliz porque al tener dueño cumple su primera obligación para el triunfo social, ser útil como esposa, como madre y como ama de casa (equivalente este concepto al de mayordomo de palacio que el verdadero «amo» es el macho).


Pero además, el coche adquirido recibe su ración de placer sexual, sus bielas circulan, sus ruedas rotan, se le cambia el aceite, se le hace sentir vivo. Supóngase ahora que el macho con quien está

le da lo suyo (en goce), entonces, al tener ellas orgasmos más potentes, por reflejos condicionados, se puede atar por lo bajo más y más a su hombre.



Y a mayores vemos que el coche tiene quien le cuide y proteja de otros conductores, que en una sociedad tan hostil y clasista, vete tú a saber cómo son.


Pues bien, pongámonos ahora en el pellejo de ese coche, que por otra parte cada vez tiene más kilómetros, y que de repente (o poco a poco, que eso es lo de menos, se diga lo que se diga) es  abandonado casi al chatarrero (en sensación de la abandonada).


La angustia es tan grande, enorme e insoportable que se hunde el alma de esa mujer hasta el más atroz sufrimiento.


Quedar sin dueño porque te deje el hasta entonces conductor de tu vida (dicho en todas sus acepciones), quedar en el concesionario de los vehículos de ocasión supone:

Hundimiento social. “¿Será que ya no valgo?”, piensa la  abandonada.

Hundimiento económico (por regla general) “¿quien me llevará a revisión, quien me comprará embellecedores, quien me ayudará a sacar a los hijos adelante?”.

Hundimiento moral, piensa que piensan que algo no haría bien en la casa, ¿será que es mala amante? ¿será que es mala cocinera? ¿será que es sucia? ¿en qué falla?.

En eso piensa que piensa la gente.

Y llegamos a lo peor tras la pérdida absoluta de autoestima. Pierde también su ración sexual (a la que si encima se había habituado, cogiéndole gusto, le va a dar pánico renunciar).

“Me has destrozado. Te di los mejores años de mi vida y

me pagas así”. 

Esas frases, tan comunes a todas las dejadas y abandonadas por sus propietarios, exponen, con toda su crudeza, lo que han perdido.


Repasemos ahora cómo se prolongarían esas quejas.


“Y como has destrozado mi vida, cuando y te di lo mejor de mi, resulta que estoy en condiciones de desventaja con las jovencitas. Tengo que conseguir otro conductor que me compre, cuando no soy de las que tienen cinco velocidades, o mi modelo se fabricó sin aire acondicionado, y encima, si busco compañero, puedo parecer una 
buscona, y la gente me puede señalar como una fulana. Y me has dejado cargada con los hijos, y ellos me crean la angustia de si podré sacarlos adelante. Además, al vivir con los niños, mi conducta sexual tiene que ser prudente para no darles mal ejemplo, y para que no piensen que su padre tenía razón al dejarme. Y el sexo y el sexo y el sexo.

Me he quedado sola”.

Esa es la tormenta de ideas que rompen por dentro a un coche abandonado.

Sin embargo, la mujer no mata por celos (aunque recurre a todo lo demás que se le pasa obsesivamente por la cabeza). Este hecho de no ser violentas (no ejercen violencia doméstica y no matan, excepciones aparte y no significativas) tiene más que ver con su carácter de esclavas históricas que culturalmente se les ha asignado (lo que ha educado su mente, haciéndoles ver que con violencia siempre perderían) que lo que pueda pintar el presunto carácter femenino.


Las mujeres están educadas, programadas, si nos fijamos en ello, para sufrir o aceptar el sufrimiento. Lo mismo que, en otro orden de cosas, los obreros. 

Con los obreros el asunto de la violencia es similar. ¿Por qué estos son menos violentos que los amos, los grandes empresarios, o los nobles en su época? Porque intuyen -se lo ha enseñado la historia- que en toda refriega pierden, y por eso suelen ser más prudentes, adaptándose a las situaciones por duras que sean (han sido  educados en la creencia de que la vida es así y así debe de ser porque no hay otro remedio).


Viven con la resignación transpirando por sus poros.

Sin embargo, el macho respecto a la hembra y el patrón respecto a los obreros, reaccionan con inusitada violencia cuando estos se sublevan, porque perciben que si dejan de ser los amos, no sólo pierden valoración social y autoestima, sino que pierden propiedad, una propiedad que consideran suya, exclusiva y lograda con gran esfuerzo (propio o de sus antepasados).

Y así, si a un terrateniente le quitan sus tierras no dudará en matar para recuperarlas o vengarse, pero si a un obrero le despiden o le confiscan desde los bancos sus cuatro ahorros, lo atribuirá a la fatalidad que acompaña a los oprimidos, sean estos, obreros 
respecto a patrones o mujeres respecto a machos.


Del libro LA ESTAFA SEXUAL de Paco Molina

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