domingo, 6 de noviembre de 2016

Marxismo, el trabajador es una mercancía más.


VI
LA FUERZA DE TRABAJO DEL HOMBRE ES UNA MERCANCÍA, ALGO QUE SE COMPRA Y SE VENDE. EL “VALOR DE USO” DE ESTA MERCANCÍA ES EL DE SER FUENTE DE VALOR.

Todo el que trabaja para otro le vende fuerza de trabajo, y el que compra dicha fuerza lo hace porque le produce valor. ¡Quién crea riqueza es el trabajo!

Toda mercancía, todo lo que se vende, tiene dos clases de valor.

Uno es el “valor de cambio” (por ejemplo, en el caso de este libro, el valor de cambio es el precio que el comprador ha pagado por él),

y otro es el “valor de uso” (siguiendo con el ejemplo, a lo más casual el valor que le ve Vd. a este libro y que le movió a adquirirlo, es que le viene muy bien usarlo para calzar una mesa que cojeaba).

Pues bien, la razón por la que el empresario “compra” la fuerza de trabajo del obrero es porque la usa para que le cree una riqueza que él solo no podría crear.

Esto conviene recordarlo para que no se avergüencen todos aquellos a los que los electrodomésticos no les dejan ver el bosque de la clase social a la que pertenecen, si es que viven de vender su fuerza de trabajo.

¡Quién crea riqueza es el trabajo! Y hay que repetirlo porque es necesario.

Y es necesario por varias razones: porque es lo cierto, porque es beneficioso para que los que viven de su trabajo, o que no pueden vender otra cosa que su trabajo, recobren su autoestima, y es necesario repetirlo para contrarrestar ese eslogan del capital que en su actual momento de victoria ideológica se está imponiendo, y que no es otro que el eslogan de que el empresario crea riqueza.

Si así fuera, si fuera el empresario quien crea riqueza, la humanidad no hubiera progresado, por la sencilla razón de que hubo épocas y pueblos donde no había empresarios, mientras que lo que siempre existió fueron hombres y mujeres trabajando.

Ni siquiera es cierto en esencia que el empresario cree puesto de trabajo. 

El empresario, en su permitido derecho, opta por invertir su capital con el único y exclusivo fin de aumentarlo, y si crea puestos de trabajo es porque no le queda otro remedio (la prueba está en que cuando lo tiene lo aplica y por ello las máquinas sustituyen a los trabajadores).

Por lo tanto no es correcto decir que el empresario crea puestos de trabajo, ya que se induce a creer algo que no es así. 

Un ejemplo chocante lo puede aclarar: Cuando alguien va a hacer una visita al retrete no se le ocurre decir a nadie que dicha persona “va a crear olor”, se sabe que va a lo que va, y lo otro, es pura carambola.

Esto es importante, porque una cosa es la existencia de iniciativas privadas y otra el que hipnotizados por el supuesto de que “el empresario crea riqueza y puestos de trabajo”, se ponga todo el estado a su servicio, con subvenciones, condonación (perdón) de deudas, permisividad en normas  de seguridad, posibilidad de despidos sin motivo y sin indemnización, grandes ayudas económicas por contrato realizado, etc.

Cada mercancía tiene dos valores, el de uso y el de cambio. 

Este libro que lee tuvo para Vd. un valor de cambio que no es otro que el precio que pagó por él. Pero además tiene un valor de uso, más indeterminado, más personal, que consiste, simplemente, en el conjunto de razones por las que consideró útil adquirirlo.

Todo el que vive de su trabajo, vive porque vende su fuerza de trabajo, y puede vender esa capacidad porque hay alguien que se la compra.

Aquella persona o entidad que compra esa fuerza de trabajo lo hace porque para él (para el comprador) lo útil de esa fuerza de trabajo es el hecho de que crea riqueza, es decir, el empresario o la empresa o el Estado, compra la capacidad de trabajo de una mujer o un hombre ¡porque el valor de uso de la fuerza de trabajo está en que crea riqueza! (El valor de cambio está en la cantidad bruta en euros que reciba el trabajador).

Actualmente hay como un sentimiento de deshonra en sentirse trabajador. 

No es que se quiera presumir de ser vago, es que no se quiere ver nadie en el espejo; pero el asunto es simple, si alguien, que hoy trabaja, no pudiera vivir (no nos referimos sólo a subsistir) sin un trabajo, aunque le incomode, es un trabajador o una trabajadora, por mucho que gane.

Obrero no es sólo el trabajador de mono, lo mismo que trabajador no es sólo el que recibe un salario moderado. 

A esa clase social pertenecen, quieran o no, todos los que para vivir han de vender su fuerza de trabajo. 

Ocurre que, o no son conscientes de ello, o no quieren aceptar eso, con lo que, tanto en un caso como en el otro, lo que acontece es que no tienen conciencia de clase.

Los parados, aquellos que ofrecen su fuerza de trabajo pero nadie se la compra, pertenecen también, obviamente, a la clase trabajadora.


Del libro EL ALEGRE COMUNISMO de Paco Molina.

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