viernes, 24 de agosto de 2018

LAS RELIGIONES Y SUS FUNCIONES.


LAS RELIGIONES Y SUS FUNCIONES.

Hace pocos días, en Cataluña, un árabe entró en un Comisaría con un cuchillo en la mano y un grito en la boca (“Alá es grande”) intentando matar a una agente de los Mossos.

Ésta, ante el peligro que corría, disparó tres veces y el insospechado visitante murió inmediatamente.

Sobre lo que  motivó al agresor a una acción tan suicida (puesto que, aunque hubiera podido matar al primer agente no habría podido escapar del hecho de que le mataran a él los demás) corren dos versiones.

1ª.-Que se trató de un acto terrorista coordinado con otros, que aún se desconocen, lo que supone la existencia de cómplices, jefes, etc. 

2ª.- O bien que…Como dice su mujer, este hombre fuera homosexual (tremendo pecado en el mundo islámico) y al no poder soportar tal infamia (de la que por otra parte no era culpable) decidió suicidarse mediante un acto que le permitiera al mismo tiempo purgar sus pecados y granjearse la admiración y el perdón de su comunidad, y de su Dios (en este caso Alá).

Pero si se fijan ustedes, las dos versiones tienen un demoledor y destructivo factor común:

Hay un Dios por medio (una religión), que prohíbe cosas, con unos humanos (sacerdotes o asimilados)  que dicen quien es bueno y quien es malo, según ese Dios que sólo ellos saben interpretar  (Y que habitualmente interpretan según los gustos del gobernante de turno).

Curiosamente, los dos dioses más conocidos por estas latitudes (Dios y Alá) tienen la misma obsesión con la conducta sexual de los humanos (Al parecer no se pronuncian sobre el sadismo de la mantis religiosa, o la promiscuidad indecente de los estambres y los pistilos).

Obsesión ésta (la del sexo) muy inteligente y bien buscada, porque al ser el placer sexual un instinto básico en la persona (el otro sería su ansia de seguir viva) el prohibirlo, o limitarlo, o castrarlo, va a condicionar al  99 % de los ciudadanos, ya que al no poder cumplir esas normas tan rigurosas y prohibitivas, se van a sentir verdaderas y sucias ratas,  y por tanto indignos de llevar la contraria a un Gobierno (el Poder) que le pide cosas que benefician sólo a los poderosos (Luchar contra el infiel para conseguir  nuevos territorios, hacer guerras santas, odiar al prójimo, ser racista, etc.).

A cualquiera se le puede ocurrir inventarse un Dios y una religión (incluso hoy en día), pero tengan ustedes por seguro de que sólo prosperará dicho invento, si las consecuencias de esa religión son que esos fieles sean fieles, no únicamente al Dios recién inventado, sino también y sobre todo al verdadero dios, el Poderoso.

El fracasado Golpe de Estado del General Franco en España, derivó en una guerra civil de 3 años porque muchos españoles se unieron al bando que estaba con Dios (no vaya ser que vayamos al infierno en la otra vida).

Y así vemos, en el ejemplo de hoy, que el árabe que asaltó la comisaria catalana, tanto en una versión como en la otra, no lo habría hecho de no existir Dios (o sea, de imperar la cultura de la verdad, que no hay Dios que valga ((la pena)).

Sin Alá no habría terroristas suicidas que creen (porque les han hecho creer) que una vez muertos todo será mejor para ellos, y sin Alá, nadie se sentiría atacado, despreciado o despreciable por ser homosexual.

Ah!! y no se me vengan arriba los católicos o protestantes, creyendo que su Dios es el verdadero porque no es tan fiero.

En efecto, no es tan fiero porque ahora, aunque en los altares tienen un dios estos creyentes, en sus corazones tienen otro (el que le interesa al Poder de turno y del momento), el Dinero.

En el mundo rico, tal vez por serlo, el Dios verdadero es el dinero

“Tanto tienes tanto vales”; y mueres y matas por dinero, y la sagrada familia los es hasta que llega el momento de la herencia o reparto, y aceptamos la guerras por dinero, y ponemos fronteras racistas por dinero, etc.

Nuestro progreso o evolución (hacia el Dios Dinero) se aprecia observando que aún hay rastros de que nuestra religión es tan falsa (o equivocada) como la islamista, en cuanto que aún en amplios sectores se odia y desprecia la homosexualidad, se cuestiona el aborto, no se acepta la  promiscuidad,  a los del LGBTI se les mira como si fuesen enfermos, se lincha culturalmente a quien se  sale del rebaño, etc. etc.

Por tanto, si queremos acabar con el fanatismo, tenemos que acabar (culturalmente hablando) con las fábricas de fanáticos, las religiones.

De lo contrario seguirá el desgarro de querer que el animal humano viva como si fuera divino.

Paco Molina. Zamora. 23 de Agosto del 2018.

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