sábado, 28 de noviembre de 2015

EL JURAMENTO DEL GRITO

EL JURAMENTO DEL GRITO

En Zamora es de sobra conocido "El juramento del silencio"; ese acto que antes de comenzar  la procesión del Cristo de las Injurias se realiza en el atrio de la Catedral y en el cual los cofrades aceptan voluntariamente no hablar durante el trayecto.

En Zamora es menos conocido, pero de sobra practicado, otro "juramento del silencio", el de la corrupción, el de los intereses creados, el de hoy por ti mañana por mí.

Si el silencio zamorano de Semana Santa surge de la fe cristiana, el silencio zamorano de todas las semanas surge del sistema caciquil heredado del pasado y cultivado como norma a pesar de estar  en democracia.

La única variación reside en que ahora hay más áreas de influencia, más caciques, (en vez de un solo cacique que domina todo, hay mil caciques que dominan en su parcelita de poder).

Esa es la única diferencia actual entre la dictadura y la situación de hoy en día.

Por lo demás, el juramento del silencio de raíz caciquil tiene unas normas no escritas perfectamente claras: "De lo nuestro que sea sucio no hay, ni deben hablar los nuestros. De lo sucio de los demás tampoco conviene hablar demasiado no vaya a romperse el equilibrio de las cuotas de poder, de los cotos del chanchulleo. Así, además podremos estar tranquilos porque el enemigo tampoco tirara demasiado de nuestra manta".

El problema para todos los que viven en este plan y de este plan, surge cuando aparece un grupo como Izquierda Unida en el que sus miembros han hecho el "Juramento del Grito", el juramento de la denuncia de la corrupción, de los tratos de favor, de los enchufes, de las triquiñuelas hechas para conseguir comisiones de agradecimiento, etc.

Como consecuencia de este Juramento del Grito que he de practicar (con orgullo) en primera línea por ser el único concejal en la capital de la provincia, ya he recibido más de un aviso.

Tales avisos proceden, cómo no, de gente que me dice "que soy de ellos y por tanto no debo estropearles el negocio"; o sea que creen que me obliga el Juramento del Silencio Caciquil.

Como muestra última están las declaraciones de un gestor de viviendas, hechas hace días en La Opinión-El Correo de Zamora donde decía que "no se explicaba que alguien de izquierdas (yo) denunciara trato de favor desde el Ayuntamiento hacia su cooperativa".

Repásese la moviola, lo que le indignaba era que alguien "de los de ellos”, denunciara que se permita no cumplir la ley en favor de alguien, pero no le indignaba estar disfrutando de ese acto ilegal de prevaricación.

Su acusación era clara: “Ese no ha respetado el Juramento del Silencio (caciquil)”.

Pero hay más, dentro de lo que son las reglas del juego en Zamora de cierta política y ciertos negocios, quien quiebra el Juramento del Silencio Caciquil la ha de pagar.

Y así también hace poco he tenido que leer en la prensa que debo recordar la parábola de la puta y las piedras:

Recordémosla: "Iban unos hombres y mujeres a apedrear a una prostituta, y Jesús, que pasaba por allí, tras preguntar qué ocurría y oyendo que a la mujer la acusaban de adultera, añadió: "Está bien, que quién esté libre de pecado tire la primera piedra".

Cuentan los evangelios que la mujer salió ilesa.

Desde luego en la sociedad hipócrita y falsa en la que vivimos la frase de Cristo habría supuesto la muerte inmediata de la interfecta, ya que todos hubieran arrojado su piedra para hacer evidente que estaban libres de pecado. ¡Faltaría más!

Decía el escrito dirigido contra mi: "Ojo, quien eres tú para denunciar nada si tú eres un pájaro de cuenta, tú no puedes arrojar la piedra".

Se trataba de un escrito en el que se me enseñaba el filo del cuchillo, pero sin desmentir ni un punto mi denuncia, es decir se me advertía que debía volver al redil del Juramento del Silencio Caciquil, y eso se me decía desde un puesto de mando y desde un escrito donde se presumía de pertenecer a un sindicato de clase.

Con esas amenazas de “Cállate que sabemos cosas de ti", habrá que preguntarse, sindicato de clase; ¿de qué clase?

No es que sea un valiente, pero el Juramento del Grito me obliga y no solo eso, si me callara y tirara la primera piedra se descubriría que soy muy malo.

En Zamora cada vez hay más gente acogida al Juramento del Grito, y los caciques no van a poder estar tranquilos ni en sus áreas de influencia.

Podrán acabar con el empuje de uno (esto es agotador) pero ahí estará el siguiente.


FRANCISCO MOLINA. Publicado en La Opinión de Zamora el 11 de Octubre de 1994

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