¡Anda la osa! Ahora
resulta que la Justicia ha condenado a una señora extranjera porque pagaba a
hombres españoles con el fin de que se casaran con ella u otras, para pasar así
de ser una "sin papeles" a tener el papel soñado de "señora
de...".
Claro que eso no lo
hacía por convencionalismos sociales, y si para adquirir la nacionalidad española
y quedarse a vivir en este paraíso.
Vino a sentenciar la
justicia, que encima creo que era la zamorana, que eso es hacer trampa y usar
el matrimonio con intereses espurios.
Y aquí es donde queríamos
llegar, porque, ¿acaso existe algún matrimonio que no se haga por conveniencia
o interés?
Bastaría con
recordar como las parejas de hecho —incluso de homosexuales—buscan que se les reconozca
como pareja de derecho, con ánimo de conseguir las mismas ventajas materiales,
para hacer evidente nuestra tesis.
Pero para los incrédulos
o que se han casado, sólo, por amor, repasemos un poco el asunto.
En determinado
momento de la historia la hembra de la especie pasó a ser considerada como
mujer-objeto y pudo, en cuanto tal, ser adquirida en propiedad por el macho.
La razón por la que
se adquiría esta mercancía era porque aportaba soluciones a tres problemas del hombre.
Le garantizaba la
ración de sexo, le garantizaba el tener descendencia y le garantizaba el contar
con unos cuidados de carácter personal excelsos.
Se describe la
cuestión con crudeza para que se entienda como eran nuestros gloriosos
antepasados machos y su política machista.
Respecto a que así
se conseguía una esposa, mediante compra o mutuo acuerdo, baste ver como en la
cultura musulmana lo dicen más claro, cada hombre tendrá tantas mujeres como
pueda mantener.
Pero hay más pruebas
de lo dicho, basta con leer lo que siguen haciendo en culturas atrasadas, o sea
no ricas, para que recordemos como era el tema.
Y así vemos que, no
solo cortan los clítoris para garantizar la fidelidad, sino que los padres apalabran
matrimonios con o sin consentimiento de los contrayentes y con dinero de por
medio.
La dote, la petición
de mano, el ajuar, y mil detalles más, nos hablan de que todo matrimonio era
una operación económica y por tanto el mismo tiene una razón de ser basada en
la conveniencia (para el macho).
Y ya que hablamos de
dote, conviene recordar que, ya hace siglos, se inventó eso que ahora el
marketing utiliza tanto, de darte un regalo, junto con el objeto que dudas en
comprar, para que así te decidas.
Pues bien esa
técnica de venta ya la utilizaban nuestros antepasados cuando unían, a las
dotes naturales de sus hijas, una dote material que hiciera más apetecible el
enlace, es decir, la compraventa, es decir la conveniencia del matrimonio.
Hoy en día y en
nuestras latitudes, ya no hace falta garantizar los cuidados personales,
gracias a la teleasistencia; ni es necesario tener hijos que te ayuden a llevar
las cargas de la casa, que para eso están las pensiones
Queda pues sólo un móvil
para casarse. El de garantizar el refocile, y además en la mejor versión
posible, haciendo el amor con quien amas.
¿Acaso no es el amor
ese sentimiento por el cual lo que siempre gusta hacer, cuando lo haces con
quien amas, suliveya?
Otra cosa es que se
apague o transmute, lo que unido a que la mujer cada vez pinta más en este
entierro, hace que ya vayamos a razón de una separación por cada cinco minutos
en España.
Pero lo cierto es
que seguimos estando ante matrimonios por conveniencia.
Otra cosa es que esa
conveniencia sea que el amor te salga gratis.
Cosa no baladí, que
hay que ver a qué precios esta la coyunda de alto estanding, que eso es la pasión.
Prueba de lo dicho
está en que los pudientes, por dinero o sangre azul, puesto que no necesitan ni
más riqueza, ni más protección, se centran en el principal motivo de interés
del matrimonio tradicional.
Garantizar la ración
de sexo y del mejor. Por eso si se fijan, no se suelen casar con plebeyas, se
suelen casar con pleBELLAS.
PACO
MOLINA
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