miércoles, 18 de noviembre de 2015

Plebeyas o pleBELLAS


Plebeyas o pleBELLAS

¡Anda la osa! Ahora resulta que la Justicia ha condenado a una señora extranjera porque pagaba a hombres españoles con el fin de que se casaran con ella u otras, para pasar así de ser una "sin papeles" a tener el papel soñado de "señora de...".

Claro que eso no lo hacía por convencionalismos sociales, y si para adquirir la nacionalidad española y quedarse a vivir en este paraíso.

Vino a sentenciar la justicia, que encima creo que era la zamorana, que eso es hacer trampa y usar el matrimonio con intereses espurios.

Y aquí es donde queríamos llegar, porque, ¿acaso existe algún matrimonio que no se haga por conveniencia o interés?

Bastaría con recordar como las parejas de hecho —incluso de homosexuales—buscan que se les reconozca como pareja de derecho, con ánimo de conseguir las mismas ventajas materiales, para hacer evidente nuestra tesis.

Pero para los incrédulos o que se han casado, sólo, por amor, repasemos un poco el asunto.

En determinado momento de la historia la hembra de la especie pasó a ser considerada como mujer-objeto y pudo, en cuanto tal, ser adquirida en propiedad por el macho.

La razón por la que se adquiría esta mercancía era porque aportaba soluciones  a tres problemas del hombre.

Le garantizaba la ración de sexo, le garantizaba el tener descendencia y le garantizaba el contar con unos cuidados de carácter personal excelsos.

Se describe la cuestión con crudeza para que se entienda como eran nuestros gloriosos antepasados machos y su política machista.

Respecto a que así se conseguía una esposa, mediante compra o mutuo acuerdo, baste ver como en la cultura musulmana lo dicen más claro, cada hombre tendrá tantas mujeres como pueda mantener.

Pero hay más pruebas de lo dicho, basta con leer lo que siguen haciendo en culturas atrasadas, o sea no ricas, para que recordemos como era el tema.

Y así vemos que, no solo cortan los clítoris para garantizar la fidelidad, sino que los padres apalabran matrimonios con o sin consentimiento de los contrayentes y con dinero de por medio.

La dote, la petición de mano, el ajuar, y mil detalles más, nos hablan de que todo matrimonio era una operación económica y por tanto el mismo tiene una razón de ser basada en la conveniencia (para el macho).

Y ya que hablamos de dote, conviene recordar que, ya hace siglos, se inventó eso que ahora el marketing utiliza tanto, de darte un regalo, junto con el objeto que dudas en comprar, para que así te decidas.

Pues bien esa técnica de venta ya la utilizaban nuestros antepasados cuando unían, a las dotes naturales de sus hijas, una dote material que hiciera más apetecible el enlace, es decir, la compraventa, es decir la conveniencia del matrimonio.

Hoy en día y en nuestras latitudes, ya no hace falta garantizar los cuidados personales, gracias a la teleasistencia; ni es necesario tener hijos que te ayuden a llevar las cargas de la casa, que para eso están las pensiones

Queda pues sólo un móvil para casarse. El de garantizar el refocile, y además en la mejor versión posible, haciendo el amor con quien amas.

¿Acaso no es el amor ese sentimiento por el cual lo que siempre gusta hacer, cuando lo haces con quien amas, suliveya?

Otra cosa es que se apague o transmute, lo que unido a que la mujer cada vez pinta más en este entierro, hace que ya vayamos a razón de una separación por cada cinco minutos en España.

Pero lo cierto es que seguimos estando ante matrimonios por conveniencia.

Otra cosa es que esa conveniencia sea que el amor te salga gratis.

Cosa no baladí, que hay que ver a qué precios esta la coyunda de alto estanding, que eso es la pasión.

Prueba de lo dicho está en que los pudientes, por dinero o sangre azul, puesto que no necesitan ni más riqueza, ni más protección, se centran en el principal motivo de interés del matrimonio tradicional.

Garantizar la ración de sexo y del mejor. Por eso si se fijan, no se suelen casar con plebeyas, se suelen casar con pleBELLAS.


PACO MOLINA

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