LA MAROMA
¡Madre del Verbo! Resulta que en la
Semana Santa de Zamora aún no se sabe quien tiene que pagar las bandas de
música. Es algo así como si a estas alturas en Benavente no tuvieran claro quien debe apoquinar la maroma del Toro
Enmaromado. Increíble.
La música es a las procesiones como
la maroma al Toro Enmaromado; la esencia. La música es la que pone la carne de
gallina, en un desfile procesional o en un desfile militar, en el recodo de un
río o en la furia de una discoteca, en el acompañamiento de un beso o en el
dolor de un funeral.
Sin duda, cuando el hombre era más bonobo que bobo, cuando
estaba en lo que de boca en boca se transmitió como un paraíso (terrenal sin
duda) pues sólo se dedicaba a la satisfacción de sus instintos básicos-vivir y vivir el placer-, sin duda
fue en esa época cuando aprendió a reír, a bailar e inventó la música, que a
todo eso llevó la alegría.
Si será fundamental el sonido
musical en las procesiones, como en el desfile de las majorets y el carnaval,
que cuando alguna no lleva banda, bien que
se busca algún sonido que marque el paso, de los pies o del corazón , o
de ambos (recuérdese el ruido de hachones golpeando el suelo o el silencio del
Silencio).
Por tanto estamos ante la maroma
de la fiesta y en consecuencia debe pensarse que puede haber Semana Santa sin
Junta pero no sin música. Incluso creo que podría haber Semana Santa sin pasos,
ni cofrades y solamente con las bandas tocando la música que todos asociamos a
esos buenísimos días.
No se exagera. El célebre dicho
de “Zamora en Semana Santa, quien no
liga es un manta” ha calado por doquier. Por cierto que no estaría mal que el
Patronato de Turismo lo acogiera. Es precisamente por ese sabor pagano por lo
que las instituciones tienen una coartada (la producción de ingresos gracias a
los visitantes) para dar bastantes millones al año a un acto divulgativo de una fe, que como todas rezuma
ideología de una determinada marca.
Es tan importante económicamente
esa Semana de Pasiones ( nadie quiere que se la toquen) que cualquier
propaganda sobre ella es buena, por eso hay que felicitar a quienes se
rebelaron y cubrieron sus “mesas” con sábanas. Porque gracias a ellos no sólo
se ha conseguido una propaganda gratuita sobre que aquí tenemos esa atracción,
sino que también se ha subrayado el lamentable estado de esta provincia que no
tiene ni para pagar las bandas de música de sus mejores fiestas. Los ataques a
los dueños de esas procesiones fueron desmesurados, como si prácticamente
hubieran cubierto los pasos no con unas sábanas cualquier sino con las
mismísimas sábanas “el burrito blanco”, con el consiguiente pecado de escándalo
por falta de delicadeza y provocación.
Y hablando de pagar, ¡hermanos!
Si dice el refrán que “el que paga manda” dedúcese que “el que manda debe
pagar”. Y ¿no se volvieron, ante el problema, todos los ojos semanasanteros al
obispado, e incluso éste, dándose por aludido, “mando a parar”? Pues es él quien debe cubrir los déficit de la Semana
Santa, pues si hosteleros, comerciantes y el público en general se benefician
del invento, no les digo nada quienes ponen la franquicia.
Pero ¿hay dinero? Si “por el
hilo se saca el ovillo”, por la maroma se llega a Mahoma, y así pudimos leer en
este periódico que el obispado es uno de los pocos promotores que está
tirando adelante con el Plan Cabañales para construir una urbanización, justo
donde morirá el puente de
“entre-alcaldes” de hacerse allí. Cosa que si ocurre (y no olvidemos que “pontífice” viene de puente) da para pagar a
todas las bandas juntas, ya que sería,
para el obispado, como si le viniese Dios a ver.
FRANCISCO
MOLINA. Año 2004 en La opinión de Zamora
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