LA ÚLTIMA
CENA
Se comprende que la presunta ola
de calor no es la mejor época para hablar de la Semana Santa. Pero bueno, en
Zamora, este anacronismo no pasa de ser
un pecadillo venial si tenemos en cuenta que por menos de nada resurge
el acontecimiento.
El Jueves Santo es el día
elegido. Desde hace unos años esa tarde, una panda de amigos de la adolescencia
que ahora vivimos cada uno donde Dios nos dio a entender (Miguel Angel Pertejo,
Ezquiel Hidalgo, Juvinchi Juvenal, Asterio Mayo, Fernando Casaseca, Javier
Prieto, los hermanos Ramiro y Luis Muñoz Haedo-nietos del Maestro
Haedo-,González Valvé y menda, más las mujeres de algunos de ellos, Eva, Lola,
Mercedes, Charo, Mabel, Mary Luz e Inma) nos reunimos por eso de pasarlo bien
(sin hablar de política claro).
Fernando Sandeli y su mujer Mª Jose, así como
José Maria Francia no pudieron unirse esta vez a ese contacto anual cuya
coartada es la Semana de Pasión, en torno al fogón.
El caso es que después algunos
nos fuimos a ver el Miserere a la Plaza de Viriato. Cogimos sitio, sin llegar
pronto, pegados a las piedras de la Diputación. Hacia un pelín de frío. Viruje,
exactamente. Con unas pipas y pipileras, que no en vano estaban las hijas e
hijos de Javier Prieto y los Haedo, más una puesta al día de algunos asuntos de
la ciudad, llegó la procesión.
Se apagaron todas las luces para eso del realce,
menos las del bodrio de las Arcadas, que como son el escaparate de lo
nuestro (y no saben hasta que punto) estaban a todo vatio. Tal aberración
se subsanó en pocos minutos y todo quedó a oscuras. Tendría gracia que fuera
una institución la que faltara al protocolo de las bombillas apagadas.
Pensé,
menos mal que entre los que estuvieran viendo todo desde los balcones de la
Diputación, dueña de las Arcadas, alguno sabría donde estaba el interruptor de
tan singular monumento zamorano.
Mas...En pocos días empecé a oír
que durante el canto éste de carácter fúnebre del que hablamos, se había
celebrado dentro de la Diputación un ágape o vino español o tente en pie.
La
gente lo transmitía con una cierta indignación. Algún medio de comunicación
mencionó el evento, hablando de unas doscientas personas invitadas.
Ahora, Laura Rivera nos cuenta
en rueda de prensa que ese día, mientras los más creyentes conmemoraban el
sacrificio de Cristo en la Cruz para salvarnos, tras esa cena donde dijo “Tomad
y comed que éste es mi cuerpo-refiriéndose a un pedazo de pan-, y tomad y bebed
que ésta es mi sangre-ofreciendo una jarra de vino”,mientras eso se
recordaba patrocinado por los católicos practicantes, los “apóstoles de la
buena vida” se metían una Cena Fría de más de un millón de pesetas a cuenta de la
plebe.
A 5000 pesetas por convidado de
piedra ( caraduras como el pedernal) una cena fría es para dejar helado a
cualquiera. Cierto es que esa noche la juerga está generalizada en la ciudad y
que gracias a esas y otras autoridades los establecimientos pueden permanecer
abiertos hasta la del “cinco de copas” (¿Cuántas llevarían estos sepulcros
blanqueados saliéndoles gratis) y empalmar con el día siguiente, pero más
cierto es que el éxito de la Semana Santa de Zamora está en que hay gente que
se la cree y entonces hacen una buena interpretación (dicho sin ánimo de
ofender) de lo que se representa. Lo mismo que es cierto que estos tragaldabas
se agarran como posesos al escapulario con tal de arañar un voto, defendiendo
esas creencias en todos los campos de la política el resto del año.
Más les valdría atarse una piedra al
cuello y tirarse al Duero (por cierto, aguas abajo) antes que escandalizar a su
pueblo con estos detalles de verdaderos fariseos.
“Bienaventurados los que reducen los fondos de Interreg a Zamora,
porque sino estos políticos nuestros se nos mueren de colesterol”.
Y por Dios, que esta sea la
Ultima Cena.
FRANCISCO MOLINA. La opinión de Zamora .Año 2004
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