UN RESPETO A LOS EMPRESARIOS
Para lo que vamos a comentar es
necesario encontrar una definición adecuada de lo que es un empresario.
Tal
vez podríamos decir que un empresario es aquella persona que arriesga su dinero
para ganar dinero, en contraposición con el trabajador, que es quien, como no
tiene dinero que arriesgar, se limita a jugarse la salud para lo mismo, para
ganar dinero.
Esto
del dinero no es un vicio. Es que, o tienes o no vives (bien).
Volvamos sobre la definición de
empresario: Como vemos, consta de dos partes o condiciones. Una consiste en
tener dinero. La otra en invertirlo para multiplicarlo. Es decir, no todo aquel
que tiene pasta es empresario si no lleva a cabo el segundo paso para serlo,
que es invertirla.
Establecido
lo anterior podremos ahora analizar un
fenómeno que crece sin cesar.
La primera vez que tuve noticias de él fue cundo
se lo oí a un sindicalista zamorano. Dijo algo así como que para sacar a
nuestra tierra adelante los empresarios debían arriesgar más.
Pensé que un
lapsus lo tiene cualquiera. Hasta que volví a oír el dislate en boca de más
sindicalistas y de mas sindicatos, y desde todas las provincias, autonomías y
nacionalidades históricas. Y eso cuando no, por boca de agentes sociales
españoles de pelo en pecho (y en moqueta).
Tras
unas noches sin poder conciliar el sueño la rutina salvó mi salud.
Hasta que el
meteorito de nuestra política regional y local, el amigo González Valvé acuño
la célebre frase “Anímese Sr. García”.
Frase que, dado que él no es médico,
podríamos traducir por una invitación a que los empresarios se decidan a tirar
del carro (¿cómo burros?) de la economía de la tierra.
De
nuevo volvió a asaltarme la taquicardia durante una temporada, hasta que otra
vez el paso del tiempo devolvió mi
cuerpo al ritmo habitual, el aburrimiento (un intelectual como yo ni siquiera
puede disfrutar de la tele-basura). Mas eso es normal y bueno. Nada de sobresaltos.
Pero
ahora han sido, todos los jerifaltes de la Junta (de Castilla Y León), los que
solemnemente han proclamado a los cuatro vientos que nuestra autonomía no
tendría problemas si los empresarios arriesgasen más y doblaran sus
inversiones.
Y
hasta aquí podíamos llegar, a que
culpabilicemos a los que tienen dinero de los males que nos aquejan. Ni
hablar.
Si para unos que podían ser felices les hacemos creer que son malas
personas porque no ponen una mercería o amplían la que tienen, lo que estamos
haciendo es amargarles la vida, creándoles mala conciencia.
Y ya ni ellos ni
nosotros, ni nadie podrá disfrutar de lo que tiene.
La
sociedad no tiene por qué depender de unos particulares y menos de sus estados
de ánimo para invertir o no.
Un empresario, alguien con dinero, no tiene
obligación, ni moral, ni ética, ni social, de jugarse lo que tiene poniendo un
negocio.
Agradezcámosles que no se cepillan sus ahorros y a vivir que son dos
días.
Son
los políticos (que se han ofrecido voluntariamente para ello) los que tienen la
obligación de resolver los problemas de todos.
Por cierto, que con los
sueldazos que se autoimponen, bien podrían invertir un poco, si es esa su
teoría política, aunque sea empezando por poner un puesto de castañas (¿no les
gusta arriesgar?).
Si
la especie humana tiene cien millones de años, sólo desde hace unos diez mil
aparecieron los primeros empresarios.
Se deduce de ello que los empresarios no
eran necesarios para nada, pues, si no, aún estaríamos colgados de la rama de
un árbol.
Salimos de la selva sin que nadie arriesgara su dinero que ni
siquiera existía.
Fue el trabajo de la gente el que generó el bienestar
material.¿En nombre de qué va a arriesgar nadie su dinero?.
Empresarios del
mundo, uníos, y haced lo que queráis.
Como ahora.
Francisco Molina. Comienzo de siglo
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