Querido Braulio Llamero: Permíteme que te
utilice como punto de apoyo, dado que quizás seas “el columnista” más leído de
la provincia, para hablar de algo interesante.
El
recurrir a ti es porque, en sendas columnas tuyas separadas por dos años y
medio, haces dos menciones que dan juego para lo que sigue.
Decías
hace escasos días, hablando sobre los presuntos suicidas de Lober (por cierto,
“suicidio” que en principio no me creo por razones estadísticas, pues ya es
carambola que el primer intento colectivo de quitarse la vida de la Historia de
España sea descubierto ¡y por dos reporteros de Tele 5¡) bueno, pues decías que
hay que estar muy enfermo para teniendo todo “ir contra uno de los instintos
del ser humano”, el de supervivencia. Y después citabas otros, añadiendo al
anterior, el de Reproducción
Pues
bien, aunque tú no tengas la culpa, pues eso es lo que nos han contado a todos
(incluso en algunas Facultades Universitarias se sigue haciendo), lo cierto es
que ese instinto no existe; citándose como tal sólo con un fin: Ocultar que el
que tenemos es el de satisfacer el placer carnal- nada que ver con la ternera
de Aliste-, pero que por estar los órganos de estas cosas mezclados con los de
la reproducción, se producían los embarazos sin comerlo ni beberlo.
Precisamente
mi libro “LA ESTAFA SEXUAL” nace para hacer ver esa diferencia esencial para la
felicidad humana.
Y
aquí enlazo con tu columna de hace dos años y medio. Entonces tuviste la
gentileza de hacer la crítica de ese libro, en LA OPINIÓN-EL CORREO DE ZAMORA,
en un domingo, bajo el título del “El Sexólogo”. Y decías que si bien no habías
podido leer el libro entero, parecía que yo defendía la idea de que con
libertad sexual desaparecerían todos los problemas del mundo, cuestión que
podría llevar a que me tomasen por el pito...(del sereno).
Sereno
entonces y sereno ahora, mira por dónde estamos coincidiendo, a día de hoy, en
lo fundamental.
Si resulta que tú dices que hay que estar “enfermo” como para
querer ir contra un instinto básico, estás diciendo lo mismo que yo-y yo que
tú-, no más que, como también es instinto básico el disfrute del placer sexual,
en aquel libro lo que decía era que: Al prohibirnos el Poder el disfrute
indiscriminado de ese instinto estaba creando una sociedad enfermiza, siendo el
síndrome más preocupante y evidente de ese mal, la violencia de todo orden que
nos rodea, desde la doméstica a la de la grada de un campo de fútbol, pasando
por las guerras y torturas; por no hablar de la latente que todos rezumamos.
Una
prueba de que ese es un instinto fundamental es el que la sociedad ha tenido
que inventar la figura del “sexólogo”, pues un verdadero experto hay que ser
para “casar” un instinto que pide variedad y libertad con la vida sexual sana
que nos proponen (La cuadratura del círculo ya está inventada, se llama
“fidelidad”).
Y así vemos que, con el fin de que una misma pareja dure “todo lo
que el cuerpo aguante”, se le dan recetas a los contrayentes cada vez más
atrevidas; siendo obsceno el oír a Lorena Berdún – TVE: Dos rombos- invitar a
los enamorados a que pongan en práctica las mismas cosas que hasta hace poco el
mismo Poder definía como aberraciones, casualmente con el mismo fin: Salvar a
la pareja como molécula base de la sociedad del Pensamiento Único. ( “Las
vueltas que da el mundo ay, ay, ay”. Bolero de Algodre)
Pero,
como diría Agustín García Calvo, que también pasea por nuestras zamoranas
calles, “el pueblo respira por la herida y por lo bajo”, y diciendo dos cosas
distintas dice lo mismo cuando llegan los calores: “la primavera la sangre
altera” y por fin llegó “la resurrección de la carne”. Que así sea alguna vez,
que no duele.
FRANCISCO MOLINA. Publicado en la opinión de zamora en el 2005
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