jueves, 6 de julio de 2017

EL AMANTE ATEO Y LA MANTIS RELIGIOSA.


EL AMANTE ATEO Y LA MANTIS RELIGIOSA.

Don Amante Ateo y Doña Mantis Religiosa, sufrieron ese sofocón sexual que todos conocemos (más o menos) y que todos identificamos como “el verdadero amor” (Por fin encontré a alguien que quiero, deseo y necesito ¡¡y me corresponde!!).

Como además eran conscientes (y la gente se lo decía) de que eran muy diferentes (él racional y descreído, ella sensible y mística) decidieron constituirse en pareja, pues al parecer cuanto más distintos son los componentes, más complementarios y mejor.

Una pareja se edifica sobre un único mandato bíblico, la fidelidad.

“Si tú me quieres de verdad como yo te quiero a ti, no tienes por qué necesitar a nadie más en tu vida, y menos para un revolcón” .

Así la cosa, Don Amante Ateo y Doña Mantis Religiosa pasaron años felices, y sin que pasaran grandes cosas.

Pero la costumbre todo lo envejece y enmohece, de tal manera  que él creyó que podría “pasar de ella” si se terciaba.

Amén de que irse del lado de una Mantis Religiosa (dulce hembra que tras hacer el amor mata al macho) podría ser hasta recomendable.

Pero lo que son las cosas de la vida, y sobre todo las del amor.

En esas fechas de desapego de él, ella ya tenía un amante (bueno se había enamorado o colado por alguien que en nada se parecía a su antaño Amante Ateo).

Enterado éste de forma casual de esa infidelidad permanente (los dioses ayudan a los descreídos) entró en un proceso de celos que como todos los temas de cuernos constituyen un potro de tortura inmejorable.

No obstante a Don Amante Ateo le dio, para soportarlo todo mejor, por estudiarse a sí mismo (tornandose voluntariamente en conejillo de indias de si mismo).

Ese proceso, que podríamos definir como de celos controlados, tenía como fin, según el sufridor, aportar conocimientos sobre un asunto que incluso en demasiados casos acaba en una absurda, y cruel, violencia.

Y de esa introspección, Don Amante Ateo, enumeró los clavos de su propia crucifixión, a saber:

1.- Envidia. Al saber que otro miraba a su mujer con ojos golosos, redescubrió lo golosa que estaba su expareja (ex porque se había quedado ya sin ella).

2.-Derrota. Que se supiera socialmente que otro le había birlado la mujer le molestaba. Eso de ser perdedor en esta sociedad tan competitiva, jodía lo suyo.

3.-Subalternidad. Que Doña Mantis Religiosa sólo fuera con él cuando no podía estar con el otro, era algo doblemente amargo: Te quedabas sin el dulce porque el dulce prefería endulzar a otro.

4.- Impotencia. Tal vez por esa Ley del Amor (descubierta por Agustín García Calvo) de que la mujer, en esto del amor, quiere o no quiere; mientras que el varón puede amar en un abanico que va del te quiero un poco, al te quiero mucho e incluso al te quiero totalmente; cualquier intento de consuelo para Don Amante Ateo  era imposible.

Expliquémoslo mejor. Según el pensador zamorano AGC, una mujer sabe si quiere (ama) a un hombre o no. Es decir, realizado el examen de conciencia, lo declara apto o no apto (sin ninguna otra variación en la nota. Es como un examen de acceso).

La mujer ama o no ama, sin que quepan fases intermedias, como lo amo mucho, o poco o regular. Siendo la expresión lo amo con locura una forma sublimada de decir lo amo y basta.

Sin embargo el macho de la especie, si puede sentir amores de 1, 2, 3… e incluso de 100 ramos de flores.

De ahí la sensación de impotencia, y desesperación del hombre cuando oye el tremendo “Se acabó; ya no te amo”. 

A partir de ahí la supremacia de la hembra emerge de un modo, desesperante pero irreversible; ella es absolutamente indiferente a todo lo que haga quien ya no es amado.

Así que lo mejor es no hacer nada; salvo aceptar la realidad: Que en este mundo todo lo que empieza acaba.

De nada sirven esas rabietas al estilo de ese niño pequeño que cuando quiere que sus papás le compren algo, y estos le dicen que no, empieza a  llorar, y al poco, al ver que todos siguen la marcha y se alejan del escaparate donde estaba el objeto del deseo, con una indiferencia absoluta a su dolor, entonces esa indiferencia hace que el niño entre en un proceso de rabieta inútil y enfermiza (ridícula pataleta incluida).

Es la impotencia, la incapacidad de producir el menor estremecimiento en la expareja, uno de los tormentos que provocan los celos.

5. Pereza. Pero tal vez lo que produce mayor desasosiego en el celoso, es el tener que empezar de nuevo a buscar pareja; y luego que el que si la encuentra ésta se adapte a sus rutinas (incluso sexuales).

Si porque las rutinas sexuales acaban adquiriendo una fuerza inusitada en todas las  personas, por aquello de los reflejos condicionados de Paulov.

Condicionar cualquier caricia, por sosa que sea, con cientos de orgasmos de la pareja, ha hecho en la vida de ambos que lo soso sea excelso, y claro tener que empezar de nuevo a buscar, por parte del abandonado es un trabajo insufrible.

NOTA: Se Agradece a Don Amante Ateo que haya abierto su corazón de cornudo para estudiar el fenómeno de los celos. Esperando ahora la ciencia sentimental, que alguna Mantis Religiosa confiese qué cosas le duelen mas por culpa de los celos; para reírnos de ellas (y de las del hombre) y dar por hecho que cuando te dejan no pasa nada, salvo que se sea un vago.

Paco Molina. Zamora. 6 de Julio del 2017



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