jueves, 20 de julio de 2017

MALDITOS ESPERMATOZOIDES.


MALDITOS  ESPERMATOZOIDES.

Según la civilización Occidental, y uno de sus pilares, la Iglesia Católica Apostólica y Romana, los enemigos del Hombre son el Demonio, el Mundo y la Carne.

Nada que objetar salvo la aportación que aquí se hace.

Considero que la experiencia nos obliga a añadir un cuarto enemigo:

¡¡¡Los espermatozoides!!!

Según la ciencia oficial, el deseo sexual sólo tiene como fin la perpetuación de la especie, y en ese orden de cosas los millones de espermatozoides que el macho deposita (un tanto excitado) en la vagina de la mujer, han de cumplir una noble misión: rodear al óvulo femenino por todas partes menos por una (que es  la buena) hasta que alguno de los expedicionarios consiga el fin para el que fue creado: dejar a la hembra en cinta.

Una historia, esta, un tanto estrafalaria, pues si los órganos que buscan el placer sexual estuvieran alejados de los de reproducción, no habría perpetuación de la especie salvo “manu militari”.

Por el contrario el meollo del asunto es así., o así lo parece.

En los testículos (dos por tío) que a su vez están dentro de una bolsa llamada escroto, hay sendas fábricas de espermatozoides.

Estos simpáticos personajes, en cuanto su propietario o portador, ve un mujer que le gusta, empiezan a gritar sin ninguna consideración, ni reparo: “Queremos un hijo tuyo (con ella). Queremos un hijo tuyo” (Lo mismo que hacen las fans con sus ídolos).

Ese ensordecedor griterío llega al cerebro en forma de cosquilleo infame, que únicamente se amortigua o apacigua, abriendo la espita y permitiendo que esa jauría de desaprensivos diablillos se vaya a tomar (vientos).

Consistiendo, el problema de la civilización en las propuestas que ésta hace para “abrir la espita”.

Una es la masturbación masculina no asistida (vulgo, “hacerse una paja”). 

Método que, o es pecado o no está bien visto porque no deja de ser “el último recurso en busca de paz” (el clavo ardiendo al que te agarras a falta de placer sexual compartido).

Naturalmente, la otra forma de abrir la espita de estos demonios del mal que son los espermatozoides, es hacerlo en compañía.

Cosa no tan fácil como parece o como se dice (como muy bien demuestra la existencia de la prostitución).

Porque hay mil cosas a tener en cuenta:

Que si con la colaboradora necesaria hay que establecer un compromiso; que te tiene que gustar físicamente aunque lo importante es su interior; que tienes que procurar que ella también disfrute; que si como el sexo no es tan cotidiano como tomar un café siempre hay un plus de peligrosidad emocional; que si hay que ser fiel, etc. etc.

Con lo cual, al no ser sencillo dar salida a los millones de espermatozoides que se rebelan contra su dueño y señor (encima de que los fabricas y cuidas dentro de esa maravilla de la ciencia que es el “escroto invernadero” que los mantiene a una temperatura constante e ideal para ellos) nos encontramos con que los millones iniciales se van incrementando sin parar con los recién fabricados en el día de hoy.

Ese crecimiento en el número de bichitos no se sabe si es exponencial, pero si lo es en sobremanera, y ya no sólo gritan (los nuevos unidos  a los viejos) que quieren salir a conocer mundo, si no que te hacen ver la vida con chispeantes lucecitas y brillantes colorines, de tal manera que alucinas.

Y los alucinógenos son malos, que lo dicen los sabios y el orden establecido.

Quedando así demostrado y puesto de manifiesto (no hay más que aguantar a un tío salido) que los enemigos del Hombre son cuatro: el demonio, el mundo, la carne y sus propios espermatozoides.

Por tanto, alejémoslos de nosotros ¡¡¡extraditémoslos!!!

Paco Molina. 20 de Julio del 2017.


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