sábado, 1 de julio de 2017

INMACULADA ALLÓ AYALA Y LUIS MUÑOZ HAEDO.


INMA Y LUIS. INMACULADA ALLÓ AYALA Y LUIS MUÑOZ HAEDO.

Ella era muy bonita (ahora es bella), estaba en el culmen de la adolescencia (ahora es preciosa) y tal vez por ser de provincias (de una con pretensiones) quería ir a la última moda.

Él era discreto (ahora triunfador), estaba estudiando su carrera (ahora un gran profesional) y tal vez por ser de provincias (de una pobre) cuidadoso y prudente.

Ha comenzado una década, y él ha conocido a una niña-diez (ahora mujer “cum laude”).

Ella es inteligente, comedida y humilde, y quiere ir a la moda, para no desentonar (ahora nunca desentona).

Y dice (en la casa que le acoge unos días en Madrid). “¡Ay! Si tuviera unos calcetines “verde oliva”” (¿Pensando en el Ché Guevara?).

Y él (ahora todo un esposo) que sin ser depredador, cuando conoció a la chica, se dijo para sí: “Tiene que ser mía”, le informa, con esa carcajadiña de cariño que es música de fondo cuando con él se habla:

“Je je. No creo que necesites nada para estar más guapa de lo que eres; pero si tanta ilusión te hace y te atreves con mis calcetines de la mili…..”.

Hoy hablamos, claro; alto y claro, de Inma y Luis.

¿Queréis saber cómo siguió la historia?.

Ella se puso los calcetines, y él se puso las botas.

Debiendo entender ese “ponerse las botas”, no en el sentido grosero, que no hay nadie como Luis respetando a las amigas.

Queremos decir que se las puso en diferido, pues él, risueño y alegre, pero formalmente serio, quería un contrato indefinido.

No que ella fuera de él, pero sí que ella aceptara que él fuera de ella, ¡para siempre!.

Porque Luis ya se ha fijado en ella (desde el minuto cero), pero ella aún no se ha fijado en él.

A pesar de su notable inteligencia, Inma (16 años) no sabe qué cuando uno se pone los calcetines de otro (y más si son lo de Luis) queda más atrapado de sus encantos que Carracuca, y que la Cenicienta cuando se probó el zapatito de cristal que le ofreció el príncipe.

Y en efecto, Inma, cuando se los quita, tras su fiesta de guerrillera, por fuerza piensa en él.

No le ha dado respeluz ponerse aquellos calcetines (que aunque cuidados y limpios, han sido usados en mil combates sin sentido).

Del dueño de ellos, del chico, recuerda que su semblante es agradable, y sonríe perpetuamente cuando la mira ¡¿embobado?!.

Además es amigo íntimo de su hermano Gonzo, lo cual es credencial y garantía, de buena persona.

Semilla y tierra empiezan a germinar.

Nuestra querida amiga Inmaculada Alló Ayala, más conocida entre los obreros de la construcción por su acrónimo IAA (porque  “IAA…que tía”, es lo que le gritaban desde los andamios  mientras se gestaba la burbuja inmobiliaria) pudo irse en su día, por figura, cara y talento, a triunfar a Hollywood; pero la suerte nos sonrió, ya que un cierto miedo al avión nos la dejó aquí, cerca, con nosotros.

Nuestro querido amigo Luis Fernando Muñoz Haedo, más conocido por Güichi (tal vez por una deconstrucción en la pronunciación de su hermano mayor- y el de todos nosotros- Ramiro), también está aquí de milagro.

Era muy niño y empezó a faltar a clase. Los amiguitos no salíamos de nuestro asombro, hasta que alguien nos dijo. “Ha estado muy malito. Le tuvieron que hacer una punción lumbar (clavarle una jeringuilla en la columna vertebral). Tenía acetona”.  

Inma y Luis, pues, están con nosotros de milagro, por lo que debemos celebrarlo aún más, por todo lo alto, si cabe.

Cuando Luis era niño, preadolescente, y luego joven, rubio y acogedor, se dedicó a aprender. A ver, oír, callar, estudiar y tomar nota.

No buscaba destacar en nada, y ahora sabemos que fue por sabia decisión (era, aún Güichi, y ya era un sabio).

Ahora es Luis y destaca por todo.

Cuando llegó su momento, liberó todos los ahorros espirituales, que guardaba ¡cómo no!, en un calcetín, y buscó, seductor, a aquella chavala tan exquisita que conoció en la casa en que compartía habitación, amistades y hermano, mientras estudiaba en Madrid.

Tiempos de  Juanita  y Venturi (tías abuelas de Inma), Gonzo (hermano de ella), y Ramiro (hermano de Luis a quien no olvidamos; como no olvidamos a José Mary Francia, Fernando Casaseca, Antolín Martín, Loli Martín, Lola González).

Inma, una muchachita de Valladolid, y tan muchachita, que con nueve hermanos, se veía a sí misma una de tantas y sin más ínfulas; no sólo era un cofre que guardaba un tesoro (mente, sensibilidad, dulzura) sino que era un tesoro dentro de un cofre…. de oro puro (de puro oro).

El cruce de Gonzalo (honrado, trabajador, inteligente), su padre; y Juven(tina), (luchadora, cirinea de todos los suyos, abierta a la gente), su madre, que descansa en paz; han marcado a Inma con la marca de una categoría de humanos de postín.

Entonces, levanta la mirada de sus pies (tras quitarse los calcetines) y ve a un Luis rubio, con cara de  bueno, guapillo, excelente persona, gran conversador; e Inma, que por vocación, ya era virtualmente experta en biología, se da cuenta de que está ante un espécimen de animal que merece la pena (si es que hubiera pena, que no la hubo).

Al tiempo que Luis, experto en Obras Públicas, vista la oportunidad que le dan, se monta y cabalga, a galope tendido (¡Voto a bríos!) en el Caballo de Longinos, en el Babieca del Cid y en el Blanco de Santiago, y sale al campo de la verdad, enamorado, a enamorarla.

Allí, un 1 de Julio de 1.974 se casan. Allá, un 4 de Diciembre de 1.976 tienen una hija, Paula, que no pretende otra cosa en la vida (amen de ser feliz, que lo es, con su tropita) que al final de la misma: “Sus hijos la valoren como ella valora tener unos padres así”.


Luis contribuyó a construir autopistas con gran sapiencia.

Inma volcada en la docencia, extraordinaria profesora de Ciencias Naturales y Biologías Especiales; contribuyó a construir autopistas del saber, con gran talento, para miles de chicas y chicos en su lugar de residencia, Logroño.

Ese Logroño de insuperables vinos, e insuperables nietos (India, Elio).

Bien entendido que todos los nietos del mundo son insuperables para sus propios abuelos, queriendo decir nosotros que India y Elio ponen con su firma, un broche provisional de oro, que no final, a los 43 años de feliz matrimonio.

Ahora Luis, lector infatigable, se empacha encima con un club de lectura, tal vez para aprender a leer en los ojos de todos (tantos) que le quieren tanto (que le queremos tanto), que así es.

E Inma, contradicción andante, con su corazón de oro, está representando en nuestro Hollywood imaginario (donde pudo ser estrella seductora), el papel de hada madrina de todos los que la necesitan, que son todos.

Y así se van deslizando los deliciosos días de la jubilación por sus vidas.
Inma y Luis son un lujo ambos, cada uno por su lado y ambos en conjunto, constituyendo una pareja equilibrada, profunda, una pareja de extraordinaria calidad.

¡¡¡Gloria eterna:  A la chica sin par y al chico del 8 bajo par ¡!!.


Paco Molina. Cuellar. Edades del Hombre del 2017. 1 de Julio.

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