miércoles, 17 de febrero de 2016

LA CARIDAD DE LA ENSEÑANZA

LA  CARIDAD  DE  LA   ENSEÑANZA

Sr. Director:

Quisiera comentar con la opinión pública dos cuestiones, la huelga de profesores y la tan cacareada reforma de las enseñanzas.

Los profesores hemos empezado una prueba de fuerza contra el concepto que tiene el Gobierno sobre nuestra profesión, reivindicando asuntos que se refieren a las condiciones de trabajo (jornada, responsabilidad civil, adjudicación de plazas, etc.) y otras que se refieren a la valoración de ese trabajo.

Sobre la valoración del trabajo que realizamos, nuestra petición es muy simple.

No hemos sido nosotros los que dijimos lo que tenían que ganar los funcionarios semejantes (en características, titulaciones, etc.), a los profesores.

Eso lo dijo la ley pertinente; lo único que ahora hacen los docentes es decir “quiero ganar lo mismo que mi homólogo, es decir, quiero ganar lo mismo que lo que gana otro funcionario análogo a mí..., y si el Estado estima que dos funcionarios de similares categorías deben recibir distinto sueldo que explique el por qué de ello”.

Y así se llega a otro punto de la indignación que lo produce el actual trato, porque claro, no solo es grave que estés percibiendo una importante cantidad menos al mes, es que, además, si pasas por el aro y aceptas cobrar menos lo que estás aceptando es que la profesión de enseñar, las tareas del profesor, son tareas menos importantes que las que realizan los funcionarios homólogos; es decir, es aceptar, simplificando, que es mas importante el trabajo en un despacho con una secretaria a tus órdenes, que el trabajo en una aula con decenas de alumnos y a evitar desórdenes.

No obstante, las mejores razones para la huelga las están dando precipitadamente, los dos sectores que la han criticado.

Por un lado el Gobierno al decir que las cantidades económicas que se piden son descabelladas.

Las cantidades son las que .corresponden por homologación y ¡porque son grandes!, es precisamente por lo que son irrenunciables (si fueran pequeñas podrían dejársele de propina al Gobierno, por las cosas bien hechas.

El pretender detener la huelga con descuentos, por lo demás lógicos, es causa perdida, pues todo lo descontado se recuperará en el primer mes, tras la homologación pedida).

También las asociaciones de padres (no todas) desaprueban la huelga por sus repercusiones negativas actuales y futuras.

Pues bendita sea la huelga, que está haciendo comprender que el trabajo del profesor (enseñar, vigilar y guardar) tiene importancia social, con lo cual la protesta de los padres se convierte en un argumento más en favor del nuestro:

La profesión de profesor no es inferior a la de otros funcionarios análogos, luego ¡homológuese el sueldo!

La Administración solo parece tener un argumento para pagar menos a un profesor que al funcionario semejante, y ese argumento no es otro que el decir, “ustedes tienen razón..., pero son muchos”.

Es decir, el Gobierno pide a los profesores que sean caritativos y que acepten voluntariamente lo que no aceptaron médicos, militares, notarios, jueces, diputados, jefes de negociado, policías, etc.

El Gobierno no sabemos si cree en la calidad de la enseñanza, pero al parecer si cree, iluso él, en la CARIDAD de la enseñanza, para que le cuadren las cuentas. (¿De los aviones de guerra F-18?).

Y los padres también parecen más preocupados por la caridad de la enseñanza (“el caso es que mi hijo vaya pasando curso aunque las cosas estén manga por hombro”) que por la calidad de la enseñanza.

Y no es que crea que pagando más a los profesores mejore la calidad de la enseñanza, no lo se, pero si me atrevo a decir que solo podrá haber calidad homologable con el sentido común cuando los alumnos no tengan más de 25 horas semanales de clase, cuando tengan menos asignaturas por curso y cuando tengan menos temas por asignatura y curso, unido a que en cada aula haya menos alumnos.

Porque la cuestión es ésta, ¿que se quiere?, fracaso escolar, alumnos desilusionados y angustiados, innumerables conocimientos (?) prendidos con alfileres, etc., o unos buenos resultados, con chicas y chicos volcados en aprender y con conocimientos sólidos sobre menos cosas.

¿A que parece que todos prefieren lo segundo?.

Pues no, y no ello propongo que si la huelga de este mes y del próximo no consigue su propósito, la indefinida del mes de mayo se cambie por la amenaza de dar aprobado general en toda España.

¡La Administración no podría soportar que no existiera el fracaso escolar!


Francisco Molina. El Correo de Zamora. 1988

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