lunes, 1 de febrero de 2016

LA MITOMANÍA Y LOS POLÍTICOS

LA MITOMANÍA Y LOS POLÍTICOS

La mitomanía es una enfermedad (y la política puede que otra).

La mitomanía es el nombre que se le da al padecimiento que sufre aquella persona que miente sin parar y sin poder evitarlo.

Aunque la mitomanía, en realidad, es la única enfermedad que no padece o sufre el enfermo, más bien la disfruta.

Debe quedar claro que el “mitómano” (afectado de mitomanía) miente continuamente, venga o no a cuento.

Es decir, la diferencia con alguien sano, como usted o yo, es que nosotros lo hacemos, lo de mentir, según nos interese y según nuestros intereses.

Otra cosa que debe quedar clara, es que la mentira es a las relaciones sociales como el aceite al motor de un coche, algo imprescindible para que no se queme la culata, ni se rompa el cigüeñal.

Pero en el caso del mitómano, la mentira es el pan nuestro (suyo) de cada día.

“Suyo”, porque es él quien miente, y “nuestro”, porque somos nosotros quienes tenemos que comulgar con sus ruedas de mentira.

Si quienes estamos sanos mentimos según convenga, lo mismo que giramos el volante al llegar a una curva, los mitómanos mienten, aparentemente, sin ningún sentido concreto.

Pero ese bosque de mentiras que confeccionan a su alrededor, resulta que les protege, porque desde fuera del mismo no sabes nada de lo que en él, dentro de él, hay.

Sin embargo la enfermedad, con serlo, tiene un fin, un objetivo general y social, de ahí el nombre de “mitómano” para quien la padece.

Y eso que busca el mitómano con sus continuadas mentiras, es muy sencillo: busca aparecer ante el resto de los mortales como mejor persona de lo que es, en el sentido de: fíjate qué importante soy.

Busca aparentar, y así, en paralelo y como síntoma de su enfermedad, suele hablar “en tono alto”, para que todo el mundo oiga, o se entere, de los estudios que tiene (y que no tiene), de los viajes que hizo (y que no hizo), de los bienes que posee (y que no posee), de las importantes amistades que cultivó (y que no conoció). Etc.

La mitomanía es pues una “caricatura” del gremio de los políticos en general, sobre todo si viven de la política.

Y no se dice esto, únicamente, porque el político mienta antes de las elecciones, durante las elecciones y después de las elecciones.

Se dice porque en política hay demasiados, muchedumbre, que mienten como el mitómano, tratando de crear un mito en torno a su persona, a si mismos.

El político miente para presumir (incluso a veces sobre títulos que no posee), para parecer mejor de lo que es (ocultando su ignorancia para obtener  un puesto mejor del que merece), para aparentar lo suficiente como para vivir de las apariencias.

Pero como el político no está enfermo, une a sus mentiras, por un lado los autoengaños (miente hasta el punto de creerse sus propias mentiras), y por otro las coces a quienes le puedan “hacer la competencia” (Si en el país de los ciegos el tuerto es Rey, metámosle el dedo en los ojos al compañero).

Y así nos vemos como nos vemos: Que al Señor Don Pedro Sánchez (PSOE) los suyos de su calibre (rango) le ponen zancadillas para que no sea Presidente del Gobierno español por envidia de él, que tras perder mucho puede ganar todo.

Y así nos vemos que en general, muchos políticos de alcurnia de todos los partidos, prefieren que gobierne el PP (recortes contra la clase obrera) antes que un tal Don Pablo Iglesias (Podemos) pase en dos años de ser un niñato con coleta, según ellos, a ser Vicepresidente del Gobierno de España, y encima sin cortarse un pelo (la coleta).

Por no hablar de los revolucionarios que no quieren que Don Alberto Garzón (IU) sea ministro de un Gobierno que tome otro rumbo.

En la vida privada hay que mentir para que esta sea privada, pero en la pública hay que decir la verdad para que esta sea pública, así que menos mitomanías, señorías.


FRANCISCO MOLINA. Zamora. 1 de Febrero del 2016

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