CALLE
E INSTITUCIONES
En política, y sobre
todo en el ámbito de la izquierda, suele distinguirse entre la acción
agitadora, que sería la que se desarrolla en las calles (manifestaciones,
concentraciones, huelgas, etc.), y la acción institucional, que es la tarea que
se desempeña en Parlamentos, Diputaciones, Ayuntamientos y cualquier otra
administración pública.
Sin embargo, a
través de cosas aprendidas de Agustín García Calvo (que son tantísimas) creo
que se debe analizar todo esto un poco más, para no hablar del sexo de los ángeles
(que como son espíritus puros no pueden tener algo tan impuro).
Dice AGC que la
palabra es la acción (y no hay otra forma de acción, añadimos nosotros). Y
tiene razón. Véase.
Cuando me dirijo a
ustedes, por ejemplo, ahora, con este escrito, estoy “haciendo algo” y
proponiéndoles “hacer algo” (que acepten como bueno lo que les comento, y en
consecuencia y en adelante, vayan por la vida con estos razonamientos debajo
del brazo).
Cuando el legislador
hace las leyes, lo que nos dice es lo que debemos de hacer. Es decir, está
actuando sobre nuestras vidas. Él, con su palabra (escrita) realiza la acción
de crear leyes, y nosotros vamos condicionando nuestras “acciones” por la
acción del político (que metido en las instituciones, la materializó).
Pero ¿me está usted
diciendo que es lo mismo presentar un mero escrito al Gobierno, pidiéndole que
se mejore el sistema de pensiones, y estas, que el que haya una manifestación
de 10 millones de personas solicitando lo mismo?.
Pues si, es lo
mismo, en cuanto que ambas cosas son acciones (incluso son la misma acción,
porque se hace lo mismo: pedir mejores pensiones).
Pero entonces ¿dónde
está la diferencia?. Pues simplemente en que la acción (que es la misma) cuando
va acompañada de la manifestación se hace más evidente para el legislador (es
decir, se lo piensa).
Por tanto, cuando un
sector de la izquierda dice que hay que hacer más política de calle (estar en
las calles con la gente) y menos política institucional, intuye lo que dice
pero no sabe lo que dice (con perdón).
Si el político, que
hace las leyes, hiciera las que quiere la gente (es decir, con sus palabras
dictara lo que quiere el pueblo) no tendrían por qué realizarse “acciones de calle”
(que no son más que palabras amplificadas por el amplificador del número de manifestantes).
Toda esta confusión tal
vez ocurre porque cuando se afirma que hay que hacer política de calle y
política institucional, se está poniendo el dedo en el problema fundamental de
la política.
El cargo institucional
se acaba apoltronando (la poltrona llena el bolsillo y vacía la mente) y en
consecuencia experimenta una transubstanciación que le torna en “razonable”, “responsable”,
“comprensivo” y cómplice del orden establecido. Se ablanda y se convierte en
blando.
Por eso, contra él,
debe existir la “acción en la calle”, a modo de despertador que le grite, para que
su palabra, su “acción” sea, dictar las leyes que el pueblo quiere.
Pero que quede
claro, que por lo demás, la acción es la palabra, y no otra cosa; que las otras
cosas no son más que palabras (acciones) dichas con más fuerza.
Para que se entienda
de golpe. ¿Sería una acción una manifestación gigantesca que no dijera (sin
palabras) lo que quiere?.
Si un político no se
durmiera en los laureles, y transformara su palabra en leyes justas, no haría falta
la política de calle.
Paco
Molina. Zamora. 28 de Mayo del 2016
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