Y sin embargo
conviene no desperdiciar un dato.
Los celos tienen también una función
terapéutica a favor del instinto de placer.
Expliquemos esta paradoja.
Cada vez se
acepta más lo que se llama el final de un matrimonio y el que uno de los
dos cambie de pareja dando por concluida la relación anterior.
Sin embargo, se
diga lo que se diga, el paso es morrocotudo.
Es duro y difícil, no sólo por los
miedos, temores y dramas familiares que se viven; es duro porque aunque nada de
esto se diera, nadie quiere en este campo hacer daño a nadie.
Por tanto
es difícil abandonar a tu pareja para irte con otra.
Quieres tanto a
quien fue quien más querías, y que puede ser la madre o padre de tus hijos, que
por cuestión de sentimientos no te irías con nadie, no romperías lazos, no
dejarías el hogar.
Ah! Pero aquí
van a aparecer los celos para facilitar la separación.
Fundados o no, van a
hacer que la parte engañada de la pareja se ponga tan borde, tan
hortera, tan intratable, tan antipática, tan insufrible, tan mezquina, tan
insoportable, que al final, con esa conducta, va a facilitar el salto de una
liana a otra.
Y así, el grito de Tarzán no se sabe si es de alegría porque coge
y se agarra a una nueva liana y no se rompe la crisma contra el suelo, o por si
suelta la anterior y abandona un árbol que ya era un árbol ¡caído!.
Los celos han
pujado a favor de la naturaleza, a favor del instinto de placer.
Del libro LA ESTAFA SEXUAL de Paco Molina, que busca editorial desesperadamente.
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