Hay que
recalcar que eso que llamamos ternura puede ser algo que surge de la
mezcolanza o engarce o fusión de los instintos de placer y supervivencia, ya
que tiene algo de ambos.
No en vano si se tiene delante una personita, cuanto
más bebé mejor, sentimos como un instinto o afán protector, que por un lado es
de afecto y por otro nos lleva a querer contactar con ella, o cogiéndola
en brazos, o toqueteando su naricilla en una broma, o jugueteando con sus
diminutos dedos.
Y eso, que
sin duda es ternura o algo muy por ahí cerca, se da así mismo con los enfermos,
a los que queremos infundir ánimos, a quienes notamos que les queremos más que
los días de diario, y a quienes tenemos también tendencia a tocar, con un
gesto furtivo, como un roce por la cara, o con otro más persistente cual es el
de tenerles cogida la mano.
Por tanto,
queremos recordar, al llegar a estas alturas, que lo que se defiende aquí es
algo más bonito que lo actual, más bello
de lo que hay, más tierno que lo conocido.
Porque entre lo vigente ¿qué ha sido
de esa ternura que sentimos por bebés y enfermos; por qué razón ha desaparecido
cuando nos relacionamos con otras personas?
¿Es que esas personas cuando están sanas,
desarrolladas y en plenitud, nunca inspiraron a los demás homo sapiens
nada, o es más bien que la vida, dura, competitiva y feroz de unos contra otros
-por culpa de la cultura que llaman civilización- ha matado ese sentimiento que
otros llaman de solidaridad?
Aclarado lo
anterior sigue una propuesta para salir del actual y árido desierto social.
Del libro LA ESTAFA SEXUAL de Paco Molina, ue busca editorial desesperadamente.
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