Pasemos a la
mujer (al coche, en la sociedad machista) y empecemos por los vehículos recién
salidos de fábrica, que no encuentran comprador.
No se puede saber qué sienten,
pero la sociedad piensa que cuando un vehículo no lo compra nadie, por algo
será.
Pasemos ya al coche adquirido, y que se siente feliz porque al
tener dueño cumple su primera obligación para el triunfo social, ser útil como
esposa, como madre y como ama de casa (equivalente este concepto al de
mayordomo de palacio o encargado de tener éste en funcionamiento y en orden,
que el verdadero "amo" es el macho).
Pero además,
el coche adquirido recibe su ración de placer sexual, sus bielas circulan, sus
ruedas rotan, se le cambia el aceite, se le hace sentir vivo.
Supóngase ahora
que el macho con quien está le da lo suyo (en goce), entonces, al tener
ellas orgasmos más potentes, por reflejos condicionados, se puede atar por lo
bajo más y más a su hombre.
Y a mayores
vemos que el coche tiene quien le cuide y proteja de otros conductores, que en
una sociedad tan hostil y clasista, vete tú a saber cómo son.
Pues bien,
pongámonos ahora en el pellejo de ese coche, que por otra parte cada vez tiene
más kilómetros, y que de repente (o poco a poco, que eso es lo de menos, se
diga lo que se diga), es abandonado casi al chatarrero (en sensación de
la abandonada).
La angustia es tan grande, enorme e insoportable que se hunde
el alma de esa mujer hasta el más atroz sufrimiento.
Quedar sin
dueño porque te deje el hasta entonces conductor de tu vida (dicho en
todas sus acepciones), quedar en el concesionario de los vehículos de ocasión
supone:
Hundimiento
social.
“¿Será que ya no valgo?”, piensa la abandonada.
Hundimiento económico (por
regla general) “¿quien me llevará a revisión, quien me comprará embellecedores,
quien me ayudará a sacar a los hijos adelante?”.
Hundimiento moral,
piensa que piensan que algo no haría bien en la casa, ¿será que es mala amante?
¿será que es mala cocinera? ¿será que es sucia? ¿en qué falla?. En eso piensa
que piensa la gente.
Y llegamos a
lo peor tras la pérdida absoluta de autoestima. Pierde también su ración sexual
(a la que si encima se había habituado, cogiéndole gusto, le va a dar pánico
renunciar).
“Me has
destrozado. Te di los mejores años de mi vida y me pagas así”.
Esas
frases, tan comunes a todas las dejadas y abandonadas por sus propietarios,
exponen, con toda su crudeza, lo que han perdido.
Repasemos
ahora cómo se prologarían esas quejas de quienes han sido repudiadas.
“Y como has
destrozado mi vida, cuando ya te di lo mejor de mi, resulta que estoy en
condiciones de desventaja con las jovencitas. Tengo que conseguir otro
conductor que me compre, cuando no soy
de las que tienen cinco velocidades, o mi modelo se fabricó sin aire
acondicionado, y encima, si busco compañero, puedo parecer una buscona, y la
gente me puede señalar como una fulana. Y me has dejado cargada con los hijos,
y ellos me crean la angustia de si podré sacarlos adelante. Además, al vivir
con los niños, mi conducta sexual tiene que ser prudente para no darles mal
ejemplo, y para que no piensen que su padre tenía razón al dejarme. Y el sexo y
el sexo y el sexo. Me he quedado sola”.
Esa es la tormenta de ideas que rompen por dentro a
un coche abandonado.
Sin embargo,
la mujer no mata por celos (aunque recurre a todo lo demás que se le pasa
obsesivamente por la cabeza).
Este hecho de no ser violentas (no ejercen
violencia doméstica y no matan, excepciones aparte y no significativas) tiene
más que ver con su carácter de esclavas históricas que culturalmente se les ha asignado (lo que
ha educado su mente, haciéndoles ver que con violencia siempre
perderían), que lo que pueda pintar el presunto carácter femenino.
Las mujeres
están educadas, programadas, si nos fijamos en ello, para sufrir o
aceptar el sufrimiento. Lo mismo que, en otro orden de cosas, los obreros.
Con los
obreros el asunto de la violencia es similar. ¿Por qué estos son más pacíficos
o menos violentos que los amos, los grandes empresarios, o los nobles en su
época?
Porque intuyen -se lo ha enseñado la historia- que en toda refriega pierden, y por eso suelen
ser más prudentes, adaptándose a las situaciones por duras que sean (han sido
educados en la creencia de que la vida es así y así debe de ser porque no hay
otro remedio). Viven con la resignación transpirando por todos sus poros.
Sin embargo,
el macho respecto a la hembra, y el patrón respecto a los obreros, reaccionan
con inusitada violencia, porque ellos perciben que si dejan de ser los amos,
no sólo pierden valoración social y autoestima, lo que sienten con más dolor es
que pierden propiedad, una propiedad que consideran suya, exclusiva y
lograda con gran esfuerzo (propio o de sus antepasados).
Y así, si a
un terrateniente le quitan sus tierras no dudará en matar para recuperarlas o
vengarse, pero si a un obrero le despiden o le confiscan desde los bancos sus
cuatro ahorros, si es que los tenía, lo atribuirá a la fatalidad que acompaña a
los oprimidos, sean estos, obreros respecto a patrones o mujeres respecto a
machos.
Del libro LA ESTAFA SEXULA de Paco Molina, que busca editorial desesperadamente.
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