martes, 11 de octubre de 2016

EL CHOCOLATE DE LA COTORRA.


EL  CHOCOLATE  DE  LA  COTORRA.

Este era un noble que recibe de su administrador la noticia de que está arruinado.

Naturalmente preocupado, pregunta el terrateniente a su empleado, qué se puede hacer, y respondiéndole aquél que, de entrada, reducir gastos, el aristócrata contesta: “Ah muy bien, pues dejaremos de darle chocolate al loro”.

De entonces acá, la expresión “eso es el chocolate del loro”, se utiliza para indicar que determinado tipo de ahorro no sirve para nada por raquítico.

Dentro de ese orden de cosas, cuando algunos proponemos reducir el gasto político (dinero que se llevan los políticos) se nos argumenta, incluso en organizaciones de izquierdas, que eso sería el chocolate del loro.

Por otra parte recordemos la afirmación de Agustín García Calvo de que “los políticos dicen lo que ya está dicho”, que es una verdad como una casa.

Lo que nos permite colegir que las personas que se dedican a la política y ostentan la condición de cargos públicos, salvo honrosas excepciones, son unas cotorras.

¿Y por qué son cotorras y por qué dicen lo que ya está dicho? Sencillamente, porque cobran mucho. Veámoslo.

Los poderosos defienden que el político esté bien remunerado, argumentando que son los padres de la patria y servidores de lo público, pero en el fondo quieren que los políticos estén bien pagados, para poder contar con profesionales de clase media que tentados por la pasta, opten por hacer carrera política, y ello les permita a los ricos seguir escondidos en casa.

Pero cuánto mejor sería que por estar mal pagada la función política tuvieran que ser los propios ricos los que figuraran en las listas electorales de los partidos, incluso a nivel local nuestros queridos caciques. Que claro estaría todo.

Lo chocante es que la izquierda también defiende que el político esté bien pagado.

Dice la tesis de la izquierda que si el político no cobra bastante los obreros no podrían dedicarse a la política (y solo podrían hacerlo los hacendados).

Argumento éste, aparentemente irrefutable, si no fuera porque lo refuta diariamente la tozuda realidad.

En efecto, desde que ser político está muy bien pagado no hay un obrero que llegue  a cargo público, por la sencilla razón de que el puesto está muy disputado.

Amén de que un obrero lo es en la medida en que sus circunstancias laborales, empezando por el sueldo, sean adversas, pues de lo contrario será clase media.

La corrupción en el PP tiene su origen en que quienes en él hicieron carrera, ante el temor a dejar de ser políticos algún día, quieren asegurarse tan buena vida en el futuro como la que tuvieron en la poltrona. Tan buena al menos como la de político en activo.

Y algo parecido, sin corrupción, vemos estos días en el PSOE, donde eternos archiduques del psoismo se han cargado a un dirigente elegido por la militancia, porque a lo mejor hacía un gobierno contra el PP, distorsionando el orden establecido.

Llegados aquí se puede apreciar que ahorrar el chocolate de, en este caso, la cotorra tiene doble valor.

Primero porque es un ahorro en sí, y segundo porque es moralizante, purificante y estimulante, que el pueblo vuelva a comulgar con la clase política, en vez de comulgar con las piedras de molino que ésta, desde su confort, le quiere hacer tragar a las gentes.

Si UNIDOS PODEMOS (donde está IU), obliga a sus cargos a que no ganen más de 2.000 € al mes, esa debería ser su propuesta; que si gana las elecciones, el sueldo máximo del político raso no supere esa cantidad.

Reducir además el número de liberados y de personal de confianza, supondría tal estímulo para la ciudadanía que aumentaría el número de asesores gratuitos y de cirineos que ayuden a gobernar.

Suprimir el Senado y las Diputaciones así como los organismos inventados como cementerio de elefantes-cotorras, es algo que en modo alguno impediría el buen gobierno de España.

Lo mismo que prohibir el mayling (eso de que los partidos te envíen sus papeletas a casa como propaganda de ellos y que las pagues tú) supone ahorro y más democracia.

Si el cacique de Tirano Banderas (la novela de Valle Inclán) decía que contra el pueblo sublevado había que disparar balas de plomo, y contra los dirigentes de la sublevación “balas de plata” (para comprarlos en vez de matarlos ya que desmoraliza más a las masas, un traidor que un mártir) hemos de convenir que el pagar bien a los políticos es estar disparando, desde el Poder, con una ametralladora de balas de plata contra los representantes del pueblo.

Difícil no caer herido.

Paco Molina. Zamora. 11 de Octubre del 2016.



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