Este era un noble que
recibe de su administrador la noticia de que está arruinado.
Naturalmente
preocupado, pregunta el terrateniente a su empleado, qué se puede hacer, y respondiéndole
aquél que, de entrada, reducir gastos, el aristócrata contesta: “Ah muy bien,
pues dejaremos de darle chocolate al loro”.
De entonces acá, la
expresión “eso es el chocolate del loro”, se utiliza para indicar que
determinado tipo de ahorro no sirve para nada por raquítico.
Dentro de ese orden
de cosas, cuando algunos proponemos reducir el gasto político (dinero que se
llevan los políticos) se nos argumenta, incluso en organizaciones de izquierdas,
que eso sería el chocolate del loro.
Por otra parte
recordemos la afirmación de Agustín García Calvo de que “los políticos dicen lo
que ya está dicho”, que es una verdad como una casa.
Lo que nos permite colegir
que las personas que se dedican a la política y ostentan la condición de cargos
públicos, salvo honrosas excepciones, son unas cotorras.
¿Y por qué son
cotorras y por qué dicen lo que ya está dicho? Sencillamente, porque cobran
mucho. Veámoslo.
Los poderosos
defienden que el político esté bien remunerado, argumentando que son los padres
de la patria y servidores de lo público, pero en el fondo quieren que los
políticos estén bien pagados, para poder contar con profesionales de clase
media que tentados por la pasta, opten por hacer carrera política, y ello les permita
a los ricos seguir escondidos en casa.
Pero cuánto mejor
sería que por estar mal pagada la función política tuvieran que ser los propios
ricos los que figuraran en las listas electorales de los partidos, incluso a nivel
local nuestros queridos caciques. Que claro estaría todo.
Lo chocante es que
la izquierda también defiende que el político esté bien pagado.
Dice la tesis de la
izquierda que si el político no cobra bastante los obreros no podrían dedicarse
a la política (y solo podrían hacerlo los hacendados).
Argumento éste, aparentemente
irrefutable, si no fuera porque lo refuta diariamente la tozuda realidad.
En efecto, desde que
ser político está muy bien pagado no hay un obrero que llegue a cargo público, por la sencilla razón de que
el puesto está muy disputado.
Amén de que un obrero
lo es en la medida en que sus circunstancias laborales, empezando por el
sueldo, sean adversas, pues de lo contrario será clase media.
La corrupción en el
PP tiene su origen en que quienes en él hicieron carrera, ante el temor a dejar
de ser políticos algún día, quieren asegurarse tan buena vida en el futuro como
la que tuvieron en la poltrona. Tan buena al menos como la de político en
activo.
Y algo parecido, sin
corrupción, vemos estos días en el PSOE, donde eternos archiduques del psoismo
se han cargado a un dirigente elegido por la militancia, porque a lo mejor
hacía un gobierno contra el PP, distorsionando el orden establecido.
Llegados aquí se
puede apreciar que ahorrar el chocolate de, en este caso, la cotorra tiene
doble valor.
Primero porque es un
ahorro en sí, y segundo porque es moralizante, purificante y estimulante, que
el pueblo vuelva a comulgar con la clase política, en vez de comulgar con las
piedras de molino que ésta, desde su confort, le quiere hacer tragar a las gentes.
Si UNIDOS PODEMOS (donde
está IU), obliga a sus cargos a que no ganen más de 2.000 € al mes, esa debería
ser su propuesta; que si gana las elecciones, el sueldo máximo del político
raso no supere esa cantidad.
Reducir además el
número de liberados y de personal de confianza, supondría tal estímulo para la
ciudadanía que aumentaría el número de asesores gratuitos y de cirineos que
ayuden a gobernar.
Suprimir el Senado y
las Diputaciones así como los organismos inventados como cementerio de elefantes-cotorras,
es algo que en modo alguno impediría el buen gobierno de España.
Lo mismo que prohibir
el mayling (eso de que los partidos te envíen sus papeletas a casa como
propaganda de ellos y que las pagues tú) supone ahorro y más democracia.
Si el cacique de
Tirano Banderas (la novela de Valle Inclán) decía que contra el pueblo
sublevado había que disparar balas de plomo, y contra los dirigentes de la
sublevación “balas de plata” (para comprarlos en vez de matarlos ya que
desmoraliza más a las masas, un traidor que un mártir) hemos de convenir que el
pagar bien a los políticos es estar disparando, desde el Poder, con una ametralladora
de balas de plata contra los representantes del pueblo.
Difícil no caer
herido.
Paco
Molina. Zamora. 11 de Octubre del 2016.
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