En el tren,
basta con que falle un raíl, para que descarrile.
La
inestabilidad.
El primer
fallo de la familia es la inestabilidad.
Tiene su gracia que algo que se
estructura para darle solución al amor eterno, sea algo tan frágil, tan
temporal.
De hecho, los
matrimonios que se formaron por intereses puramente materialistas (en el peor
sentido, o sea el económico) son más duraderos y estables que los que en la
época actual se dan en mayor medida, como son los casos de emparejamiento por
amor.
Y ocurre así porque cuando el
casarse se debe a una pasión sexual (vulgo enamoramiento), en buena lógica, en
cuanto se acaba la atracción o se desvía ésta de objetivo (pasa a hacerte
más tilín otra persona) esa estructura pierde su razón de ser y caduca.
Puede ocurrir
no obstante que, para entonces, los intereses económicos ya tengan su
relevancia dentro del clan y se aguante con lo que ya está roto.
O que por
el bien de los hijos se haga la vista gorda. Pero en este caso ya estamos
ante una situación infernal, que supone un nuevo fallo de la familia como
institución.
Los
matrimonios por interés tiran para adelante más fácilmente porque son más
fieles a las razones del invento.
Que fueron: Una compra de la hembra, hecha
por el varón, para obtener las ventajas
ya contadas para él, y recibir ella, a
cambio, protección, reconocimiento social y una razón de ser.
Pero
además, cuando la razón de la unión es lograr cada vez más y más dinero, en
vez de cada vez más y más goce, eso puede durar hasta el infinito, porque,
como todo el mundo sabe, nunca se tiene el dinero suficiente (que de eso ya se
encarga el sistema).
Del libro la ESTAFA SEXUAL de Paco Molina, que busca editorial desesperadamente.
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