Vamos a ver
cómo los celos nacen de la estructura machista, es decir de uno de los pilares
básicos del orden establecido.
Se ponía más
arriba el ejemplo de imaginar que comprábamos un coche, con más o menos esfuerzos,
coche al que luego dedicábamos toda nuestra vida.
Sigamos por ahí.
El
coche es un objeto, el coche es nuestro. Pero como en toda posesión, sobre todo
cuanto más valiosa es la cosa poseída, el dueño pasa a ser también poseído
por lo poseído (Tal vez, recordando la dependencia de los que tienen perros
de sus perros, sea más sencillo entender esto).
Bueno, pues
en esa situación, el coche ya es tuyo (y tú algo de él); lo utilizas para lo
que quieres y cuando quieres, incluso los asientos cogen tu forma (sobre todo
el del conductor), las marchas entran a tu estilo, la simbiosis es
perfecta.
Ahora, supón
que el coche que compraste tú, se va con otro.
Siendo lo de menos si es
porque el otro te lo robó y luego tu popó no quiere volver contigo, o porque
le guiñó un ojo al primer conductor que pasaba por allí , o lo que peor es, que
tu flamante coche se ha convertido por voluntad propia en un coche de alquiler
al que puede acceder cualquiera sólo con pagar la carrera y encima sin tener
que mantenerlo, en el sentido de aguantarlo (con lo que eso te costaba a
ti).
No tener la
certeza de que el coche que se ha comprado no se va a ir con otro es una
situación insoportable para cualquier propietario.
Que encima pensará
que el otro no pagó lo que él pagó, que no le tiene que hacer el rodaje que
tuvo que hacer él, que no le tendrá que poner los embellecedores que él le
añadió, etc, etc,
La ventaja,
para el propietario, de la propiedad privada, está en que lo que se posee es
inerte y por lo tanto no puede cambiar de dueño salvo que el dueño lo
ponga en venta.
Esa ventaja desaparece, e incluso se hace imposible la
propiedad privada, si los objetos pudieran irse con otro.
Así, en esas
condiciones, nadie querría tener nada en propiedad.
¿Me voy a gastar mis
ahorros en comprar acciones en la bolsa, para que luego esas acciones, por
su cuenta y riesgo, pasen a ser de otro porque ellas se van con él? Vamos, ¡ni loco!.
Pues
desengañaros, ese es el problema de la pareja (y por ende de la familia
y en consecuencia de los celos, y por tanto de la Humanidad, en este aspecto.).
Resulta que
el macho decide apropiarse de las hembras, con lo cual las convierte en
objetos.
Una vez que las mujeres van a estar en el mercado-sexual para ser
compradas o vendidas como esposas o como prostitutas, se encuentra, el hombre
auto-llamado sapiens-sapiens, con el problema que tendría si los coches
pudieran cambiar de dueño por su propia voluntad; se encuentra con el problema
y la dificultad de que una mujer, al no ser un objeto, es capaz de desaparecer
e irse con otro.
¿Cómo
resolver eso por parte del Poder? ¿Cómo lograr que una mujer propiedad de
Fulanito de Tal no se vaya con Benganito de Cual, y que rompa el contrato de
venta y compra que en su día hizo su
padre? y ¿cómo conseguir que lo firmado ante notario (la boda pública) no se
falsifique cambiando el nombre del
propietario original de la hembra por otro distinto?
El problema
parecía difícil de resolver, pero alguien, o el devenir de la experiencia,
demostró una gran inteligencia, y no sólo dictó unas normas o leyes por las
cuales la adúltera era castigada a muerte (con lo cual se le quitan las ganas
de huir a cualquiera) sino que también inventó un candado, un sistema
antirrobo que se coloca dentro del coche para que no te lo quiten (perdón
dentro de la mujer, para que no se vaya con otro).
Se trata de un antirrobo
llamado religión (las adulteras son putas, las putas son malas madres,
las malas madres van al infierno del más allá y al purgatorio del más acá).
Del libro LA ESTAFA SEXUAL, de Paco Molina, que busca editorial desesperadamente.
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