Veamos el
caso de la pareja que aún funciona sexualmente y la reacción del abandonado
cuando uno de los dos se larga con otra persona (o simplemente se va de casa).
En estos
casos, la frase más típica de ellas lo dice todo: «Me voy a ir con el primero
que pase”.
¿A qué o para qué?, tenemos obligación de preguntarnos. Y la
respuesta sólo puede ser una, “a tener sexo”.
Sería absurdo
que lo que buscaran, en el primero que pase, sea más fidelidad, más
compromiso, más cariño, que el tenido en la relación que precisamente
había comenzado bajo el frontispicio del amor verdadero.
En el caso
del macho, la reacción será más virulenta, sobre todo si está encoñado;
porque va a perder una ración sexual, trabajosamente lograda y además de alta
calidad para él.
Es decir, va a tener que volver a empezar y ponerse a buscar
como un perro en celo y sin garantías.
Ha perdido su botín, ha perdido una propiedad que le daba cantidad de
placer gratis.
Se quedan
siempre, los abandonados, sin sexo, y en ellos surge el rencor, el odio, la
ruindad del arruinado; pero no arruinado
de dineros sino de placeres, o sea peor.
Su vida se convierte en un infierno.
Están ciegos de furia y sufrimiento, han perdido algo fundamental: la
garantía de que algo crucial, como el placer, estaba asegurado.
Lo cual
recuerda la trascendencia del sexo, pues si, sin tener todo el necesario,
si siendo incluso no sólo escaso sino de
poca monta el que se tenía, aun así es imprescindible para vivir,
¡qué tremenda fuerza y necesidad de él
habrá!, por todos los demonios.
Tras el odio
y la violencia de los celos está la amargura y el miedo a la pérdida de un alimento
cotidiano, fácil y barato, de carácter sexual.
Del libro LA ESTAFA SEXUAL de Paco Molina, que busca editorial desesperadamente.
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