domingo, 16 de octubre de 2016

Celos de hombre


Celos de hombre.

Cuando el hombre ve que su coche de toda la vida se va con otro, sufre los siguientes males: 

Para empezar pierde la ración de sexo (esto hay que recalcarlo hasta la saciedad, porque va a ser el determinante principal del odio, el que lo va a mantener y alimentar); una ración de sexo que era ventaja primordial en la constitución de la pareja (“te elijo a ti porque eres la que más me gusta y así tendré el mejor sexo cada día, dentro de lo que se puede tener”). 

En segundo lugar, pierde las prestaciones materiales que le proporcionaba el vehículo (le trasladaba de sitio, le permitía transportar cosas, le hacía la comida, le cuidaba cuando estaba enfermo, le protegía a los hijos).

Y por último, por no alargar la esencia de lo explicado, que su coche se fugara pasando a ser de otro, es el desmoronamiento de toda una lucha social intentando cumplir “el vía-crucis que exige la sociedad para triunfar en la vida”.

Que tu coche se vaya con otro dueño (o lo que casi es peor con ninguno) es perder esa situación íntima, pero tan necesaria para la autoestima, como lo es la de ser, para tu coche, el mejor conductor del mundo, y que él fuera para ti, el mejor coche del universo. 

Que tu coche se fugue, con o sin nuevo conductor dentro, es aparecer como un fracasado social, y es, sobre todo, tener que volver a empezar la vida, tener que regresar a la inversión de energía para buscar sexo, a la inversión de energía para encontrar pareja que te permita circular por las autopistas de la vida social, es tener que volver a ahorrar para comprarte otro que, encima, además, has descubierto que puede irse luego con un nuevo dueño. 

El odio está ahí, surge a raudales y se torna no sólo agresivo, sino lo que es más preocupante, autodestructivo. 

Siendo esto lo peor, porque indica que las medidas policiales y judiciales no van a resolver el problema, ya que al herido de muerte le importa poco su final, está ofuscado porque “le han destrozado la vida”, frase que resume, mejor que nada, todo lo aquí dicho.

En consecuencia, el hombre pega o hiere o mata, a quien considera culpable de deslealtad, de falta de honestidad, de ser una puta que viene a evidenciar que a él le falta algo para ser o tener la categoría del chulo de la puta, y lo que faltaba, piensa que van a pensar,  precisamente en eso que en efecto le falta, capacidad para satisfacer el instinto de placer de una mujer durante toda la vida de ésta.

Únase a lo anterior la idea, certificada en muchos casos con documentos mercantiles, de que la mujer era suya, para deducir por qué mata (“si no eres mía no vas a ser de nadie, ya lo verás” es la amenaza).

Del libro LA RESTAFA SEXULA dee Paco Molina, que busca editorial desesperadamente.



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