domingo, 6 de marzo de 2016

CUERPO ÚNICO: Una proposición indecente

CUERPO ÚNICO Y HOMOLOGACIÓN INTERIOR

No hay duda de la importante mejora que supondría para la enseñanza el que todo profesor/a hubiera tenido qu realizar una carrera específica y el que esa carrera fuera una licenciatura de cinco cursos.

Ello proporcionaría una mejor capacitación del profesorado, pues le permitiría un mayor bagaje de conocimientos cientificos y pedagógicos, tan necesarios ambos según indica la experiencia.

Dicha carrera, cuya doble especialidad consistiría en elegir; “materia que se explicaría” y “edad del alumnado al que se atendería”, sería la madre (única) del cuerpo único docente.

Esa es la razón de ser del cuerpo único, la mejora de la calidad de la enseñanza.

Ocurre que, lógicamente la existencia de esa carrera-para-ser-profesor/a implicaría que todo el conjunto de docentes, una vez trabajando, tendría que ser tratado económica y laboralmente de igual manera, es decir, la existencia del cuerpo único llevaría como consecuencia el “sueldo único”.

Puede que para algunos el cuerpo único no suponga como consecuencia lo anterior, pues tal vez conciban como tal la existencia de un solo cuerpo legal, pero con: cabeza (los catedráticos), tronco (los profesores de secundaria) y extremidades (los maestros), resolviendo esta aberración con un simple entender que cada categoría sería una “condición personal” que podría resolver se con méritos y años.

Las personas que así opinan, por ser escasas en número no invalidan el resto de los razonamientos que siguen.

Queda, pues, aceptado, como consecuencia, que decir cuerpo único es decir mismas condiciones económicas de todo el profesorado.

Pero en esa unión de conceptos es donde se fragua, precisamente el tumor que envenena el alma, la razón de ser del cuerpo único; que se recuerda no era otra que la mejora de la calidad de la enseñanza a través de un profesorado con la máxima cualificación especifica.

“Cuerpo único igual a salario único”, es lo que ha hecho que la LOGSE no diera el paso de crear esa carrera de titulación superior, para ser docente.

El Gobierno era consciente que ello supondría arbitrar partidas especiales de carácter económico y tal cuestión no entraba, ni por asomo, en sus planes.

Pero esa ecuación, “cuerpo único igual a salario único”, no solo crea un enemigo del cuerpo único fuera de la docencia (en el patrón), lo crea también dentro del colectivo.

Ha de reconocerse que sobre la concepción del cuerpo único hay un fuerte rechazo en sectores del profesorado e incluso, también se da el caso, de que entre algunos de los que apoyan, su apoyo es falso.

En ambos casos la razón radica (la del rechazo y la del falso apoyo) en cuestiones económicas.

Precisamente, por suponer “cuerpo único, salario igual”, unos lo combaten, al margen de la mejora cualitativa que supondría para la enseñanza, pues dicen: “esa unificación económica tendría que ser  a la baja (frenando los sueldos de ellos) y además, durante el periodo transitorio de su implantación, los maestros, con unos meros cursillos, adquirirían la licenciatura”.

Estos mismos motivos, razonados al revés, dan origen a defensores oportunistas del cuerpo único, que al serlo (oportunistas) acaban cometiendo errores que confirman las tesis de los anteriores, perjudicando así toda la lucha noble por lograr esa formación ideal “para dar clases después”.

Ante esta situación, y este es el motivo de este articulo, parece procedente separar radicalmente los dos miembros de la ecuación “cuerpo único igual a sueldo único”, para que el profesorado pueda tener sosiego a la hora de juzgar la idea del cuerpo único por un lado, y pueda así mismo tener un nuevo horizonte despejado que le permita vislumbrar qué le mantiene inquieto:

la inquietud tal vez radique en la no existencia de homologación interior, y la nueva meta común, genérica mayoritariamente, sería el pretenderla.

Homologación interior

Se puede llamar así para distinguirla de la de las celebres huelgas del 88, que denominaremos “homologación exterior” y que supondremos alcanzada (de hecho, cuando algunos sindicatos gritan: “abajo los sexenios, viva Canarias”, ya piden una homologación distinta).

La homologación interior consiste en mantener clara la idea de que sigue habiendo situaciones económicas injustas, aunque ahora no lo sean por comparación de docentes con funcionarios, pero si lo son si comparamos docentes con docentes...

Si se entiende esa injusticia, centrales sindicales tiene la Santa Madre Constitución, que han de saber responder a esa insatisfacción del profesorado.

Antes de describir en qué consiste la homologación interior, hay que recalcar que el luchar por ella es un derecho que no tiene la menor vinculación con el cuerpo único, y por tanto, el oponerse a éste (sea desde el Gobierno o desde el conservadurismo), no va a poder frenar la fuerza que surja para lograr la homologación interior; ya que dicha fuerza procede de una energía propia, tendrá unos seguidores propios y estos serán abrumadora mayoría, pues a casi todos perjudica la actual deshomologación interior.

Deshomologación interior en Secundaria

Resulta una tomadura de pelo que en el mismo nivel educativo y con las mismas tareas encomendadas, haya dos categorías de profesores; por tanto es necesario, en aras de la justicia social más elemental, que, de momento, todo el profesorado de secundaria tenga nivel 26; lo cual supone, para los que no sean catedráticos una subida de 15.000 ptas. mensuales.

Ello no anula la existencia de la “condición de catedrático”, en cuanto a otras diferencias económicas y las de valoración que se hacen en favor de quien la posee, pero permite reducir distancias entre ambas categorías, lo cual, como primer paso, es posible y licito el pedirlo.

Deshomologación interior de primaria

Aceptando, por tradición y por no entrar en otro debate más metafísico, que preparar una clase de Primaria lleva menos tiempo que prepara una de Secundaria, y que el hacerlo en este nivel es más rápido que en la Universidad; aceptando eso por economía de combate, lo cierto es que, entonces, en la medida en que en la Universidad a se dan 9 horas semanales, en Secundaria 17 y en Primaria 25, resulta que ya están corregidas las diferencias entre los distintos trabajos.

Es decir, con esos horarios lectivos, las presuntas diferencias en la dificultad, quedan corregidas y por tanto cada semana resulta, para un profesor/ a de cualquier nivel igual en cuanto energía a invertir.

Las tareas globales ya son iguales y los salarios, por tanto, también deben serlo; en consecuencia en una primera etapa de homologación interior se debería propugnar que el profesorado de Primaria pase del nivel 21 al 24, lo cual supone una subida mensual de 15.000 pesetas.

(Esta lucha no cerraría las vías lógicas que llevan a conseguir, en reivindicación distinta, un horario para el profesorado de primaria de 20 horas semanales, toda vez que 25 respecto a 17 en secundaria y 9 en Universidad son un abuso de discriminación negativa).

Cambios de niveles

Como se ve la homologación interior, en su primera fase, consistiría en reivindicar unos cambios de niveles, que tanto en Primaria como en Secundaria se traducirían en aumentos de 15.000 ptas./mes.

Salvo el colectivo de catedráticos, el resto de los docentes estaría ilusionado con esta lucha.

Todo ello se refuerza por la última encuesta entre enseñantes que denotaba a las claras sentirse mal remunerado.

La cantidad en juego era demandada por la plataforma unitaria sindical prosexenios, ya que en ella el tramo inicial llevaba 15.000 pesetas más de las que luego prosperaron.

La gran ventaja añadida de la homologación interior está en que nace, crece y se reproduce (si algún sindicato quiere) al margen del cuerpo único, evitándose así las reticencias que produce unir dinero a formación inicial con licenciatura.

Francisco Molina Martínez. Catedrático de Secundaria. “Escuela Española”. 14 de Mayo de 1992


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