CUERPO
ÚNICO Y HOMOLOGACIÓN INTERIOR
No hay duda de la
importante mejora que supondría para la enseñanza el que todo profesor/a
hubiera tenido qu realizar una carrera específica y el que esa carrera fuera
una licenciatura de cinco cursos.
Ello proporcionaría
una mejor capacitación del profesorado, pues le permitiría un mayor bagaje de
conocimientos cientificos y pedagógicos, tan necesarios ambos según indica la
experiencia.
Dicha carrera, cuya
doble especialidad consistiría en elegir; “materia que se explicaría” y “edad
del alumnado al que se atendería”, sería la madre (única) del cuerpo único
docente.
Esa es la razón de
ser del cuerpo único, la mejora de la calidad de la enseñanza.
Ocurre que, lógicamente
la existencia de esa carrera-para-ser-profesor/a implicaría que todo el
conjunto de docentes, una vez trabajando, tendría que ser tratado económica y
laboralmente de igual manera, es decir, la existencia del cuerpo único llevaría
como consecuencia el “sueldo único”.
Puede que para
algunos el cuerpo único no suponga como consecuencia lo anterior, pues tal vez
conciban como tal la existencia de un solo cuerpo legal, pero con: cabeza (los
catedráticos), tronco (los profesores de secundaria) y extremidades (los
maestros), resolviendo esta aberración con un simple entender que cada categoría
sería una “condición personal” que podría resolver se con méritos y años.
Las personas que así
opinan, por ser escasas en número no invalidan el resto de los razonamientos
que siguen.
Queda, pues,
aceptado, como consecuencia, que decir cuerpo único es decir mismas condiciones
económicas de todo el profesorado.
Pero en esa unión de
conceptos es donde se fragua, precisamente el tumor que envenena el alma, la
razón de ser del cuerpo único; que se recuerda no era otra que la mejora de la
calidad de la enseñanza a través de un profesorado con la máxima cualificación
especifica.
“Cuerpo único igual
a salario único”, es lo que ha hecho que la LOGSE no diera el paso de crear esa
carrera de titulación superior, para ser docente.
El Gobierno era
consciente que ello supondría arbitrar partidas especiales de carácter económico
y tal cuestión no entraba, ni por asomo, en sus planes.
Pero esa ecuación, “cuerpo
único igual a salario único”, no solo crea un enemigo del cuerpo único fuera de
la docencia (en el patrón), lo crea también dentro del colectivo.
Ha de reconocerse
que sobre la concepción del cuerpo único hay un fuerte rechazo en sectores del
profesorado e incluso, también se da el caso, de que entre algunos de los que
apoyan, su apoyo es falso.
En ambos casos la
razón radica (la del rechazo y la del falso apoyo) en cuestiones económicas.
Precisamente, por suponer
“cuerpo único, salario igual”, unos lo combaten, al margen de la mejora
cualitativa que supondría para la enseñanza, pues dicen: “esa unificación económica
tendría que ser a la baja (frenando los
sueldos de ellos) y además, durante el periodo transitorio de su implantación,
los maestros, con unos meros cursillos, adquirirían la licenciatura”.
Estos mismos
motivos, razonados al revés, dan origen a defensores oportunistas del cuerpo único,
que al serlo (oportunistas) acaban cometiendo errores que confirman las tesis
de los anteriores, perjudicando así toda la lucha noble por lograr esa formación
ideal “para dar clases después”.
Ante esta situación,
y este es el motivo de este articulo, parece procedente separar radicalmente
los dos miembros de la ecuación “cuerpo único igual a sueldo único”, para que
el profesorado pueda tener sosiego a la hora de juzgar la idea del cuerpo único
por un lado, y pueda así mismo tener un nuevo horizonte despejado que le permita
vislumbrar qué le mantiene inquieto:
la inquietud tal vez
radique en la no existencia de homologación interior, y la nueva meta común,
genérica mayoritariamente, sería el pretenderla.
Homologación
interior
Se puede llamar así
para distinguirla de la de las celebres huelgas del 88, que denominaremos “homologación
exterior” y que supondremos alcanzada (de hecho, cuando algunos sindicatos
gritan: “abajo los sexenios, viva Canarias”, ya piden una homologación
distinta).
La homologación
interior consiste en mantener clara la idea de que sigue habiendo situaciones
económicas injustas, aunque ahora no lo sean por comparación de docentes con
funcionarios, pero si lo son si comparamos docentes con docentes...
Si se entiende esa
injusticia, centrales sindicales tiene la Santa Madre Constitución, que han de
saber responder a esa insatisfacción del profesorado.
Antes de describir
en qué consiste la homologación interior, hay que recalcar que el luchar por
ella es un derecho que no tiene la menor vinculación con el cuerpo único, y por
tanto, el oponerse a éste (sea desde el Gobierno o desde el conservadurismo),
no va a poder frenar la fuerza que surja para lograr la homologación interior;
ya que dicha fuerza procede de una energía propia, tendrá unos seguidores
propios y estos serán abrumadora mayoría, pues a casi todos perjudica la actual
deshomologación interior.
Deshomologación
interior en Secundaria
Resulta una tomadura
de pelo que en el mismo nivel educativo y con las mismas tareas encomendadas,
haya dos categorías de profesores; por tanto es necesario, en aras de la justicia
social más elemental, que, de momento, todo el profesorado de secundaria tenga
nivel 26; lo cual supone, para los que no sean catedráticos una subida de
15.000 ptas. mensuales.
Ello no anula la
existencia de la “condición de catedrático”, en cuanto a otras diferencias económicas
y las de valoración que se hacen en favor de quien la posee, pero permite
reducir distancias entre ambas categorías, lo cual, como primer paso, es
posible y licito el pedirlo.
Deshomologación
interior de primaria
Aceptando, por
tradición y por no entrar en otro debate más metafísico, que preparar una clase
de Primaria lleva menos tiempo que prepara una de Secundaria, y que el hacerlo
en este nivel es más rápido que en la Universidad; aceptando eso por economía
de combate, lo cierto es que, entonces, en la medida en que en la Universidad a
se dan 9 horas semanales, en Secundaria 17 y en Primaria 25, resulta que ya están
corregidas las diferencias entre los distintos trabajos.
Es decir, con esos
horarios lectivos, las presuntas diferencias en la dificultad, quedan corregidas
y por tanto cada semana resulta, para un profesor/ a de cualquier nivel igual
en cuanto energía a invertir.
Las tareas globales
ya son iguales y los salarios, por tanto, también deben serlo; en consecuencia
en una primera etapa de homologación interior se debería propugnar que el
profesorado de Primaria pase del nivel 21 al 24, lo cual supone una subida mensual
de 15.000 pesetas.
(Esta lucha no cerraría las vías lógicas que
llevan a conseguir, en reivindicación distinta, un horario para el profesorado
de primaria de 20 horas semanales, toda vez que 25 respecto a 17 en secundaria
y 9 en Universidad son un abuso de discriminación negativa).
Cambios
de niveles
Como se ve la
homologación interior, en su primera fase, consistiría en reivindicar unos cambios
de niveles, que tanto en Primaria como en Secundaria se traducirían en aumentos
de 15.000 ptas./mes.
Salvo el colectivo
de catedráticos, el resto de los docentes estaría ilusionado con esta lucha.
Todo ello se refuerza
por la última encuesta entre enseñantes que denotaba a las claras sentirse mal
remunerado.
La cantidad en juego
era demandada por la plataforma unitaria sindical prosexenios, ya que en ella
el tramo inicial llevaba 15.000 pesetas más de las que luego prosperaron.
La gran ventaja añadida
de la homologación interior está en que nace, crece y se reproduce (si algún
sindicato quiere) al margen del cuerpo único, evitándose así las reticencias
que produce unir dinero a formación inicial con licenciatura.
Francisco
Molina Martínez. Catedrático de Secundaria. “Escuela Española”. 14 de Mayo de
1992
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