jueves, 8 de septiembre de 2016

La promiscuidad nos salvó


La promiscuidad nos salvó.

Aunque para que se produzca un embarazo nos cuentan que hacen falta dos, no es así. 

Lo que se necesita es un espermatozoide que entre en un óvulo. 

Acontecimiento que se produce por probabilidades (por carambola); cosa que queda clara si reparamos en que el macho mete en la vagina millones de espermatozoides de cada tacada. ¡Para que sólo acierte uno! Si acierta.

Queda pues desmontada la idea de que para el embarazo hacen falta un hombre y una mujer. 

En términos científicos lo correcto sería decir que hacen falta  un espermatozoide y un óvulo (o sea nada de un macho y una hembra), y en términos aún más precisos, hay que entender que hacen falta un óvulo (la mujer) y millones de espermatozoides (para que alguno acierte, cuestión que no debe ser tan fácil, pues de lo contrario se produciría uno sólo por eyaculación). 

O sea, si en cada encuentro sólo jugaran un óvulo con un espermatozoide, aquí no se quedaba embarazada nadie.

El proceso es éste: 

Un óvulo recibe el acoso de millones de espermatozoides y así, a veces, queda fecundado. 

Por tanto ¿dónde está escrito que esos millones de espermatozoides tengan que ser de unas mismas gónadas, o de unos mismos testículos, o de un mismo hombre?. 

Es más ¿dónde está escrito que sólo tengan que ser los millones de espermatozoides que lleva en su cartuchera un varón, y que no puedan ser más y más millones que aportan otros? ¿dónde está escrito, salvo en la santa represión, que no puedan ser varios los padres de la criatura?.

Del libro LA ESTAFA SEXUAL de Paco Molina, que busca editorial desesperadamente.


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