Con un idioma
único empezarían a desaparecer las fobias y filias entre las distintas naciones
y nacionalidades, porque no nos engañemos, lo que de verdad les hace creerse
diferentes a los pueblos es el ver que hablan distintas lenguas.
Un
burdo espejismo, que disipada la insolación del millar de dialectos, dejaría en
evidencia, y más claro que el agua, que todos somos iguales en lo esencial.
Ahora no hay
libertad
Respecto al
otro problema común. Respecto a facilitar o favorecer o no dificultar la
satisfacción del instinto de placer, bastaría con dar libertad (por fin la
libertad).
Libertad (en cuanto al sexo) para pedir, otorgar o denegar, para
solicitar o conceder, sin que nadie se sienta molesto, y acceder sin ofender,
ni matar de celos, ni por celos, relajadamente.
Sí, sería exactamente como
hacen los animales. Pero con la ventaja que nos debe dar el mayor desarrollo de
nuestra inteligencia.
Es decir, ésta estaría también al servicio de la satisfacción
del Instinto de Placer, y no como ahora, que se ha convertido, por culpa de lo
que ostentosamente llamamos Civilización, en nuestro cancerbero y carcelero, al
servicio de la prohibición del poderoso.
Es este tema
tan sencillo y tan peliagudo de resolver como el otro.
Sencillo porque
bastaría con romper las cadenas del miedo a ser libres y probar algo distinto,
y peliagudo porque de nuevo nuestra inteligencia demuestra que no es
para tanto.
Del libro LA ESTAFA SEXUAL de Paco Molina, que busca editorial desesperadamente.
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