sábado, 20 de agosto de 2016

Somos iguales porque necesitamos lo mismo.


Somos iguales porque necesitamos lo mismo.

No somos iguales en la otra vida porque un presunto Dios nos creó y nos acogerá después de muertos. (Por cierto, que si acoge de diferente forma a buenos y malos, es que nos considera distintos y nos hizo distintos. Quede ahí esa contradicción).

No somos seres superiores a los otros porque al poder optar libremente entre lo bueno y lo malo, ¡por lo malo! (lo llamado sacrificio) eso nos haga sublimes. 

A nadie se le ocurre pensar que si una clase de perros, porque decidieran renunciar al principio de placer e incluso, en determinados casos absurdos- como las guerras- al de supervivencia, iban a ser superiores a los demás animales y además divinos.

Morimos y matamos en masa, fundamentalmente, por miedo a que nos maten si no obedecemos o a que por no cumplir la estúpida norma de turno nos marginen.

Renunciamos al sexo por miedo a no cumplir las normas que el Poder puso al grupo, pues una vez instauradas, si no las respetamos, nos convierten en seres despreciables y despreciados por el resto. Marginados, apartados del grupo.

Es decir, en ambos casos tememos castigos que golpean contra el instinto de supervivencia (fuera de la tribu se corren más peligros) e incluso contra el de placer (que una cosa es que la masturbación no sea pecado y otra que sea el paraíso).  

Todo esto por no hablar del castigo con que se nos amenaza para el más allá, lo que hace que en el más acá, el que «no pase nada» se convierta en algo bueno, por contraste.

Así pues, se ve que no hay nada que en buena lógica nos permita creer firmemente, y tras razonar, que somos el eslabón de ningún Dios en la Tierra. 

Si acaso, por lo que hacemos, a veces cruel, casi siempre indiferente y en ocasiones despiadado, hay que preguntarse ¿no seremos el peor de los animales? ¿no seremos el más animal de los animales? ¿el más estúpido?

Los más incautos siguen enganchados al espinoso asunto de que tenemos inteligencia y somos capaces de reír, y que eso debe ser signo de algo sobrenatural. 

Pues si toda la inteligencia que tenemos es esa... ¡como para no reír!.

Porque ¿con qué cara llamamos inteligencia superior a algo que no nos permite discurrir de una vez que esa inteligencia, si es tan superior, nos debería llevar a organizar la vida más inteligentemente?


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