Perder la cabeza
Hablamos de eso que todos haríamos de ser
libres. O cuando sin ser libres, ocurre que, como ellas maravillosamente dicen, “se
pierde la cabeza”. Es decir cuando
se deja de sufrir esa constante acción represiva que está metida en
la cabeza pues ahí nos la han puesto los represores.
Porque en
efecto, qué bien expresa cada uno su verdad, y sobre todo el género más
oprimido (el de las mujeres) cuando con su infinita intuición ( o sexto sentido
del perseguido) se disculpan ante su dueño y dicen (todas lo mismo): “Perdona.
No sé qué me pasó. Tome unas copas y... perdí la cabeza”.
“Perdí la
cabeza, y mi cuerpo, sin cabeza, hizo lo que le apetecía. Porque al no tener
cabeza no recordé -dice cada esposa a su Señor- todo lo que no debo
hacer (por orden del Poder): No debo entregarme al sexo, que es sucio y cosa de
putas. No debo poner en riesgo mi estabilidad emocional (y social). No puedo
ser indigna madre de mis hijos. NO. NO, NO....”
La verdad de
cada uno está clara. Cuando por haber bebido, u otra cuestión, perdemos la
cabeza y podemos caer....¡caemos!.
Qué fácil es
caer, pero qué difícil que se produzca la caída.
Esta es la gravedad
de la Ley de la Gravedad, que los cuerpos
caen por su propio peso....pero sólo si pierden la
cabeza. Es decir si son libres.....de su cabeza. Y por tanto de las Normas y Valores de la
Civilización de la Explotación y el Aburrimiento, de la incivilización.
Del libro LA ESTAFA SEXUAL de Paco Molina, que busca editorial desesperadamente.
a
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