miércoles, 10 de agosto de 2016

El mundo inmundo.


El mundo inmundo.

Pero no hay libertad sexual. Obsérvese primero que los casos citados son una serie de cosas toleradas a regañadientes y, después, que todos ellos ratifican que no hay libertad  para la inmensísima mayoría de las gentes y, paradoja de las paradojas, tampoco tanta  para quienes disfrutan de esos mundos tan mundanos.

Acaso ¿no es el auge de la prostitución y su persistencia en todos los lugares y en todos los tiempos, una prueba rotunda de que existe una insatisfacción sexual permanente?. 

Téngase en cuenta que la prostitución no se ha mantenido  a lo largo de los siglos sólo gracias a los solteros y sí también de los casados. 

Y aún más, la aparición de la prostitución masculina para uso de mujeres, añade argumentos que corroboran la falta de satisfacción sexual normalizada.

Que exista lo que se llama turismo sexual, es decir una peregrinación continua desde los países ricos hasta los países que generalmente ofrecen esta oferta, indica bien a las claras que la demanda se produce por no poderse resolver, en la vida cotidiana de los territorios desarrollados, la necesidad sexual de sus ciudadanos. 

De acuerdo con que sólo hacen ese tipo de viaje los ciudadanos con pudientes, pero es fácilmente deducible que lo harían prácticamente todos si pudieran. 

¿Y por qué? Por su insatisfacción sexual. 

Esa es la respuesta, y no se puede despachar el problema como de degenerados, pues es imposible que tantísimas personas lo sean.

En la otra cara de la moneda, la de los ciudadanos del país pobre que se ofrecen por dinero, también todo resulta revelador: 

Por un lado las autoridades hacen la vista gorda, respecto a su misión de velar por las buenas costumbres (la represión sexual), y por otro, el que sea tan fácil encontrar mano de obra en campo tan tabú corrobora que la cabra tira al monte, es decir que entregarse a este tipo de trabajos, si no fuera por los ambientes sórdidos en que se da, sería más frecuente de lo que parece.

El increíble aumento de la demanda de pornografía (películas, revistas, Internet) es también  prueba continua y persistente de insatisfacción sexual. 

Resultan incluso ridículas las llamadas a las parejas recomendándoles que para reavivar su ilusión, en el fondo, su deseo mutuo, se apoyen en la pornografía como fuente de excitación.


Del libro LA ESTAFA SEXUAL de Paco Molina, que busca editorial desesperadamente.

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