Pero no hay
libertad sexual. Obsérvese primero que los casos citados son una serie de cosas
toleradas a regañadientes y, después, que todos ellos ratifican que no hay
libertad para la inmensísima mayoría de
las gentes y, paradoja de las paradojas, tampoco tanta para quienes disfrutan de esos mundos tan
mundanos.
Acaso ¿no es
el auge de la prostitución y su persistencia en todos los lugares y en todos
los tiempos, una prueba rotunda de que existe una insatisfacción sexual
permanente?.
Téngase en cuenta que la prostitución no se ha mantenido a lo largo de los siglos sólo gracias a los
solteros y sí también de los casados.
Y aún más, la aparición de la
prostitución masculina para uso de mujeres, añade argumentos que corroboran la
falta de satisfacción sexual normalizada.
Que exista lo
que se llama turismo sexual, es decir una peregrinación continua desde los
países ricos hasta los países que generalmente ofrecen esta oferta, indica bien
a las claras que la demanda se produce por no poderse resolver, en la vida
cotidiana de los territorios desarrollados, la necesidad sexual de sus
ciudadanos.
De acuerdo con que sólo hacen ese tipo de viaje los ciudadanos con
pudientes, pero es fácilmente deducible que lo harían prácticamente todos
si pudieran.
¿Y por qué? Por su insatisfacción sexual.
Esa es la respuesta, y
no se puede despachar el problema como de degenerados, pues es imposible que
tantísimas personas lo sean.
En la otra
cara de la moneda, la de los ciudadanos del país pobre que se ofrecen
por dinero, también todo resulta revelador:
Por un lado las autoridades hacen la
vista gorda, respecto a su misión de velar por las buenas costumbres (la
represión sexual), y por otro, el que sea tan fácil encontrar mano de obra
en campo tan tabú corrobora que la cabra tira al monte, es decir que
entregarse a este tipo de trabajos, si no fuera por los ambientes
sórdidos en que se da, sería más frecuente de lo que parece.
El increíble
aumento de la demanda de pornografía (películas, revistas, Internet) es
también prueba continua y persistente de
insatisfacción sexual.
Resultan incluso ridículas las llamadas a las parejas
recomendándoles que para reavivar su ilusión, en el fondo, su deseo
mutuo, se apoyen en la pornografía como fuente de excitación.
Del libro LA ESTAFA SEXUAL de Paco Molina, que busca editorial desesperadamente.
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