No es baladí
ese remate del sexólogo recomendando “no buscar que las fantasías se
hagan realidad”, porque en ese consejo se desvela que la educación sexual de
turno no es libertad sino también represión.
Solo que situada en una trinchera
de segunda fila, que se ha construido deprisa y corriendo tras tener que
retroceder el Poder en la batalla ( y ello debido al avance de la verdad, que
esto no hay quien lo pare).
Y así se
puede seguir, hasta hacer más evidente lo ya de por sí evidente:
Convertir
una única relación sexual en sustituta de todas las que pide el cuerpo es una
batalla perdida y una misión imposible.
Y eso tanto
para hombres como para mujeres, e incluso especialmente para éstas.
¿Puede un
solo hombre creerse capaz de dar a una hembra de su especie todo lo que ésta
necesita en materia sexual? Quien así lo crea, yerra, y quien lo consiga será
porque a su pareja, las banderillas y los puyazos de la represión la han
derrotado previamente, humillando su deseo.
¿No estará ahí dentro la explicación de tantas
actitudes femeninas? ¿No estará incluso ahí, en la sensación de “pienso en
pecados, soy viciosa y debo purgar”, la explicación de la asistencia voluntaria al martirologio que
todas las religiones proponen a sus devotas hijas, resultando así que el más
oprimido y perseguido de los dos géneros, el femenino, es el principal cliente
de los templos de la opresión?.
La misma
falta de libertad sexual es la que hace que aquellas a quienes el orgasmo no
les acompaña en la versión y circunstancias que ellas quieren (para
considerarse normales o ideales) lo pasen mal, cuando lo que les está
ocurriendo se debe a que no se dan las circunstancias que ellas de verdad necesitan
y en sus profundidades presienten.
El hombre
aguanta mejor la carencia de una sexualidad satisfactoria porque respeta menos
que la mujer las normas de la fidelidad o porque se ha buscado más artilugios
artificiales, para evitar (sin él saberlo) la depresión que, así mismo tendría,
de llevar una existencia más pasiva.
Si a lo visto
añadimos, que quienes disfrutan de todos estos fuegos artificiales de presunta
libertad sexual, seguramente han disfrutado de ellos con vergüenza, a
escondidas y con la ansiedad y el desgaste de quien está quebrando una
norma, queda ya claro a los ojos de cualquiera, que todo lo citado no significa
que exista libertad para satisfacer la necesidad básica de placer, sino todo lo
contrario, es la prueba del 69 de que esa libertad no existe, ni siquiera para
la insignificante minoría que vive esas cosas sucias que se hacen a
escondidas.
Del libro LA ESTAFA SEXUAL de Paco Molina,que busca editorial desesperadamente.
Del libro LA ESTAFA SEXUAL de Paco Molina,que busca editorial desesperadamente.
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