Con lo dicho
se podría dar por afrontado el tema de las mujeres, pero hay algunos matices en
su caso ¡qué hacen más evidente la verdad!.
Al tener que ser ellas más
reprimidas que los machos, hay que hacer
que en su cabeza quede escrito a fuego la conexión entre los instintos de
conservación y placer. Y hacerles elegir luego.
Por eso se
les hace depender económicamente de los hombres y se les fuerza a una
subsistencia frágil, de manera que tengan que buscar, para realizarse y
garantizarse la ración de sexo, pareja.
Y así, ellas saben, o se les hace
aprender, que si por darle mucho al instinto de placer parecen fulanas,
lo van a tener peor para acometer la satisfacción del instinto de conservación,
porque les va a ser más difícil conseguir ese hombre protector que las va a
acompañar y amparar hasta el final de sus días.
Eso por no
hablar de cómo la sociedad hostiga a quien se salta las normas a la torera.
Sobre todo si las nuevas son de las que permiten matar de envidia.
Que parte
de eso es lo que provocan las que hacen aquello que en secreto otras
anhelan, (“Que suerte tiene esa zorra, y
encima no lo pagará”, piensan muchas).
Por cierto que la que es puta profesional se ve que también tiene
necesidad de un hombre al lado, el chulo.
¿No utilizan
con frecuencia las mujeres la expresión
“me gusta un hombre que me haga sentirme protegida”?
Exacto, la dicen
porque ya está en sus genes la clave de la represión. (Que contra ellas tuvo
que ser mayor porque tienen a mano la
llave de la despensa del placer, y fue contra su inteligencia contra lo que
empezó todo).
Entonces, lo mismo que vimos que un instinto en peligro puede
anular al otro, con prevalencia para el de conservación, se ve también en la
frase “me gusta un hombre que me dé sensación de protección” que se está
confesando lo que denunciamos.
Se está
viendo pues que la vida en pareja tiene como fin principal, para la mujer, el
sentirse protegida (instinto de supervivencia) y se supone, por añadidura,
aunque sin darle de entrada mayor trascendencia que, si se quieren, el placer
vendrá luego, también garantizado.
Y esa es la verdad de la mentira en
la que vivimos.
El poder
programa una sociedad en la que la mujer se encuentre más insegura que el
hombre, en lo tocante a subsistencia, defensa, protección, etc., para que así
su ansia por atender el instinto de conservación le obligue a anular su
instinto de placer.
Anulación que
puede ser real o latente, pero en todo caso es represión.
Del libro LA ESTAFA SEXUAL, de Paco Molina, que busca editorial desesperadamente.
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